REPERTORIO AMERICANO SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Tomo XXXV San José, Costa Rica 1938 Sábado 12 de Febrero Año XIX No. 838 Núm. En el cincuentenario del poema Santos Vega Pedro Henriquez Ureña Antonio Montalvo Nancy Cunard Fernando Diez de Medine La economía Nacional y la United Fruit Company Noticia de libros Canlos nuevos Vida de Luis Marlinez.
Recordando al amigo Moriano Silva y Aceves.
Silvo y Aceves.
SUMARIO Mariano de Vedia y Mitre Genaro Estrada y Roberto Giusli El fraidor.
Antonio García Tres poelas.
Preludio del Fauno a la Tarde.
Emma Pérez Apuntes de actualidad. Los cachorros. Los fascistas. Folconi Villágomez Canlos biblicos José Moreno Villa Hambrienteria Julio Torri Retrofo de Martinez.
Ermilo Abreu Gomez Garcia Monge y nosotros.
Monico Neck Bentzłownbard Joaquin Gallegos Lara Auguslo Arias En el cincuentenario del poema Santos Vega (5 de agosto de 1937. De Nosotros. Buenos Aires, suplemento del No. 19 Discurso del Intendente Municipal, Dr. Mariano de Vedia y Mitre Cumple el gobierno de la ciudad con una parte de su función social al rendir este homenaje a un poeta, a uno de los más grandes poetas de la patria Función so cial porque, así como ha de ocuparse del ornato, de la seguridad y de la higiene, ha de propender a que no muera en ella el culto por las cosas del espíritu. Señalar a las generaciones actuales y futuras una manifestación de belleza es un deber y que no tiene caracteres de transitoriedad. Uno de los hijos de la ciudad ilustró su nombre y legó a su posteridad una obra imperece.
dera. Debemos recordarla, amarla, reverenciarla, perpetuarla. Es lo que venimos a hacer aquí al dejar en esta placa de bronce el testimonio perdurable de un hecho insigne.
Hace cincuenta años que dió término aquí Rafael Obligado a su poema Santos Vega.
Rafael Obligado es un poeta argentino. Argentino y poeta. Eso, nada más, y cosa bien grande es. Los aires de su suelo patrio, las estrellas de su cielo, los panoramas de su tierra, las tradiciones argentinas como el aura en un arpa, estremecieron su alma y le arrancaron sonidos hondamente poéticos. el poeta cantó. Su poesía es como la flor espontánea de su suelo, refinada por una acendrada cultura clásica.
Por eso la flor nativa fué más bella y fué más delicado su perfume.
Así nació Santos Vega, que como véis sobrevive a su autor y que vivirá mientras existan juntos el culto de la patria y el de la belleza poética.
En medio del bullicio incesante de la urbe moderna, nos paramos un punto para evocarlo. Aquí fué escrito, en este sitio, de agitación y de afanes, el poema inmortal. Hace cincuenta años. El sitio es el mismo, pero es muy diverso ahora. Entonces era todavía El Retiro que respondía a su nombre. Ahora vosotros todos lo véis. Aqui se recogió el alma del poeta.
Si no hubiera sido éste un sitio de alejamiento del mundanal ruído, no se comprendería cómo pudo ser aquí concebido y realizado el poema magnífico de Santos Vega, que se desenvuelve todo en una atmósfera de maravilla y de misterio. La Pombra de Santos Vega no se habría presensdo ante los ojos absortos del poeta. Lo mas villoso, lo sobrenatural, no resisten ante Rafael Obligado el tráfago de lo exclusivamente real. Pero no fué así hace medio siglo. El Retiro era el apartamiento. La ciudad se dormía hacia el sur y hacia el oeste y este sitio que habría de ser el punto de partida de una evolución hacia el norte, marcaba un límite que fué el que quiso destinarse el poeta para su creación inmortal. La belleza mayor de Santos Vega. que es la muerte del pasado y el anuncio del porvenir, residen en la impresión, en el simbolismo, en el misterio de sus cuadros. La sombra de Santos Vega es una sombra doliente, que huye besando la alfombra de la pampa con el afán de la pena. Así muere el pasado persistiendo en el tiempo. Lo vence la evolución, lo vence el progreso que para el espíritu ingenuo y primitivo del gaucho de la época, era la ciencia en persona. pues si cantando murió aquel que vivió cantando fué, decía suspirando, porque el diablo lo venció. De la primera estrofa a la última corre como un hilo conductor esa sensación de misterio que es el encanto del poema. Es que expresa cosas íntimas de la patria y del corazón. Por eso tiene que tener y tiene esa nota característica de las cosas impalpables, pero reales. Hilos sutiles de que está hecha la vida, como dijo el poeta inmortal.
La imaginación se complace en evocar la imagen de Rafael Obligado en aquellos días lejanos del magnífico alumbramiento.
Yo lo conocí en su gloriosa ancianidad: era pequeño de cuerpo, con ojos vivaces, poseía una voz bronca que hubiera podido corresponder a un gigante si no hubiera estado atenuada poderosamente por la dulzura de sus acentos. Cuando muchos años antes, en el día cuyo universario festejamos hoy, terminó don Rafael su obra insigne, sin duda que salió de aquí para la imprenta con paso apretado y febril. Iba a dar a los demás lo que había hecho para los demás. El asma que lo ahogaba a veces, quizá lo contuviera desde entonces.
Uno se imaginaba al evocarlo, ahogado por el asma, que más que la enfermedad era el fervor de su alma lo que lo ahogaba. Fer vor de patriotismo, exaltación de artista, gloria de poeta.
La sombra de Santos Vega era doliente y melancólica, según el poeta mismo. La suya es triunfal, es radiante y luminosa, y como la patria, eterna.
Dicen que, en noche nublada, si su guitarra algún mozo en el crucero del pozo deja de intento colgada, llega la sombra callada, y, al envolverla en su manto, suena el preludio de un canto entre las cuerdas dormidas, cuerdes que vibran heridas como por gotas de llanto.
Santos Vega cruza el llano, alta el ala del sombrero, levantada del pampero al impulso soberano.
Viste poncho americano, suelto in ondas de su cuello, y chispeando en su cabello y en el bronce de su frente, lo cincela el sol poniente con el último destello (Décimas del Santas Vega. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica