Magón

290 REPERTORIO AMERICANO Noticia La primera parte de este trabajo: Tao Wu Wei, por Dwigh Goddard, tambien traducida por Elena Torres, puede verse en los Nos. 19, 20, 22, 23 y 24 del volumen XXXIII de este semanario.
protagonista y a la vez espectador apasionado de su propio drama individual, a la relativa anonimia de la gran metrópoli norteamericana ha.
bía de coartar en él muchas corrientes de simpatía y de fruición. Ya el drama suyo no era el de una espontánea floración sino más bien el de adaptamiento a circunstancias que se le imponían desde fuera: un mundo nuevo de relaciones humanas, un idioma que dominar, diverso modo de ganarse la vida. Por eso en los ratos que no le embarga su trabajo gravita infalible hacia sus viejos tiempos. Sus escritos retornan todos a temas de la tierra y sus cartas y aun su misma conversación se nutren de nostalgias. veces un extraño tro.
pel de sentimientos en él latentes se le arremolinaban en el corazón: ternura y melancolía. Ud. habrá notado me escribía hace unos once años que en medio de mi constante jovialidad asoma siempre una vena de sentimentalismo, algo así como la vena oscura en la albura cristalina de los mármoles; y es que fueron tantos y tan variados los incidentes de mi niñez y de mi juventud y tan hondamente hirieron en la carne viva de mi organismo espiritual que las cicatrices no han desaparecido y a veces se irritan y duelen, como acontece con la influencia de la luna en ciertos contusos, heridos o quebrados. entonces aplico el único paliativo que me alivia: rememorar y soñar despierto.
Esta parte silenciosa de su vida fué la que presenciamos los que por acá le conocimos. Las exigencias de sus diversos menesteres lo obligaban a internarse todas las mañanas en el tráfago de la gran ciudad, por en medio de los rascacielos que emparedan las calles de downtown, para llegar siempre puntual a sus ocupaciones. ellas dedicaba su talento múl.
tiple con el mayor ahinco y con escrúpulo ejemplar. Inclinado sobre el escritorio se le veía despachar la correspondencia escribiendo a mano con portentosa rapidez. Rara vez dictaba. Sus mecanógrafas copiaban sus apuntes en su cursiva de fácil rasgueo y de pureza de trazo en que se echaba de ver al pendolista de aquellos tiempos patrios en que para abrir bufete era indispensable la gallardía de la letra.
Dictámenes, traducciones, discursos ante importantes asambleas, todo lo encontraba al igual preparado y complaciente. En las relaciones comerciales interamericanas, en que él era reconocido perito, se propuso con inagotable perseverancia encauzar los negocios por vías menos impersonales hacia un mejor conocimiento de los pueblos de habla española, al principio tan desatendidos.
Esta tendencia a la compenetración y comprensión de los pueblos de este hemisferio constituyó para Don Manuel el capítulo primordial de su ideario de asesor en asuntos comerciales y de figura destacada entre las colectivi.
dades hispanoamericanas de este país. En la preparación de una nueva humanidad, capaz, de abnegación internacional, trabajó desinteresadamente para solidarizar a los demás en torno a empresas de orden cultural en las cuales estos actos de mutua comprensión fueran posibles y frecuentes. Basta recordar cómo en 1911 fundó con varios literatos españoles y de Norte y Sur América, en Nueva York, el Círculo Literario Hispano, del cual fué presidente durante los cuatro años que existió. Qui.
so impulsar al grupo costarricense a una convivencia más estrecha y fundó y presidió también la sociedad Costa Rica en Nueva York, a la cual extendió su acción vivificadora sembrando entre todos sus enseñanzas y sus iniciativas.
El Consulado fué para Don Manuel verdadero apoyo generoso, de consejo y de lenitivo espiritual. La oficina consular de una nación pequeña, pudiendo ser el mejor medio de cooperación y de actividad colectiva para la colonia de un centro tan importante como Nueva York, no es a veces más que una agencia comercial, de miras exclusivistas, en la que las más simples consultas de los connacionales se empozan en la apatía y desgano burocráticos, a menos que no vayan respaldadas por un apellido prestigioso. Don Manuel puso ejemplo de igualitaria solicitud por los problemas puramente personales de todos los que invocaron el nombre de la patria lejana, sin hacer distinciones de camarilla, calidad social o profesión política; oyó siempre con simpatía y comprensión los apuros y tropiezos que se le confiaban y aun las pretensiones y proyectos más descabellados en la época de mayor movimiento de costarricenses hacia los Estados Unidos; e hizo dádiva de su tiempo, de sus conocimientos, de su nutrida experiencia y hasta de su corto peculio a cuantos se vieron en aprietos para mantenerse en tierra extranjera. En el Consulado y luego en el Ministerio, cuando no sin representación oficial alguna, no ejerció de simple funcionario: se brindaba con adhesión vinculatoria a todo lo que de cerca o de lejos se identificaba con Costa Rica.
La juventud costarricense que ha venido a educarse en este país, tuvo en Don Manuel paternal acogida y el sostén del estímulo. Para muchos hogares de la tierra fué la seguridad de que los hijos que se le encomendaban estarían a cubierto de toda penuria y trastorno bajo su cuidadosa y experimentada tutela. Las dificultades y percances del bisoño en un medio extraño ya no les arredrarían. Las asechanzas de una civilización nueva y mucho más compleja los encontrarían bien pertrechados. Don Manuel servía de amparo y de segura orientación en las incertidumbres. Su despacho era una especie de banco de liquidación para las cuentas estudiantiles, para los fondos de tantos pupilos en expectativa a cada fin de mes del bienhadado cheque junto con la indefectible carta benchida de aliento y de afectuosas sugestiones. Fuimos muchos los que estuvimos a su cargo y aquellos a quienes él mostró un interés personal y directo, hoy dispersos no sólo por Costa Rica y los Estados Unidos sino también por varios países de la América Hispana. Algunos vemos ya adensarse los sucesos en el cuadro de la vida: varios tenemos responsabilidades de familia Melquiades Pe.
rea, de Arequipa, ipremuras del tiempo. es ya abuelo. muchos ejercemos la profesión que aprendimos a su sombra o los negocios en que él sirvió de mentor eficaz. Para todos la memoria de Don Manuel surgirá siempre nimbada por la gratitud.
No logró imprimir nuevo sesgo a las costumbres de su intimidad la larga permanencia en este país. Para el hogar que estableció en Nueva York aparejó las cosas esenciales y también los halagos del suelo natío. Su casa disfrutó de cierta extraterritorialidad afectiva.
Para los que gozábamos de su acogedora hospitalidad, era un pedazo de vida tica trasladado con su bullir de trópico a una de aquellas casas ahormadas o encajonados apartamentos de la enorme metrópoli. 473 y luego 320 Manhattan Avenue, 47 West 68th. etc. nú.
meros, calles que han quedado titilando en la memoria. Fueron las señas de la familia González en diversos sectores de la ciudad. Su frecuentación tuvo carácter de hermandad costarricense y a su abrigo surgieron afectos siempre recordados. Con la sensación de movernos en lo nuestro, acudimos alli, haciendo gala de nuestra juventud, a manifestar nuestras predilecciones, a confesar errores y contrariedades, a pavonear nuestras chifladuras y engrei.
mientos. Allí brotaba franca la anécdota del terruño y la expresión de corte escuetamente patrio. Nadie oia el estruendo del tráfico metropolitano ni reparaba en el obligado frenesi de la vida neoyorkina. Esa era su casa, la jaula nueva de El mozotillo de Pochet, desde la cual pensaba alzar el vuelo hacia los campos de su tierra. Hoy, ya en un momento lejano, al figurarnos de nuevo las espontáneas alegrías de aquel privilegiado refugio de nuestros años de adolescencia, lo columbramos todo circuído de una aureola ingenua y graciosa.
En el microcosmos de la patria añorada que a su alrededor había llegado a formarse, su rica personalidad irradió de diversas maneras, conservando inalterable su autenticidad de costarricense en medio de una civilización de po.
derosos alicientes que no logró absorberle.
Bien lejos estaba de aislarse porque se lo impedían las obligaciones de su cargo y, aun más, su índole comunicativa; pero tampoco se abandonó al influjo del medio porque se lo impedía su robusta individualidad. En esta aparente contradicción, privativa de las almas de alto temple, coincidieron en él una extrema ductilidad para plugarse a las nuevas circunstancias y una incontrastable rigidez para oponerse a todo enajenamiento de las cualidades esenciales de su pueblo. La pretensión de aparecer en su elemento en todas partes, encubrienCANSANCIO MENTAL NEURASTENIA SURMENAGE FATIGA GENERAL son las dolencias que se curan rápidamente con Kinocola el medicamento del cual dice el distinguido Doctor Peña Murrieta, que presta grandes servicios a tratamientos dirigidos severa y científicamente.
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