134 REPERTORIO AMERICANO Dos poemas de ALEJANDRO CARRION Envio del autor. Quito. 15 de morzo de 1938. Del próximo li bo: Cancionero de la soledad y el deseo Canto a mi palabra Este mar de mi sangre No omnis moriar: multaque pars mei Vilabit Libifina.
HORACIO, Ode XXX od Melpomenen, Rare noules in ingurgite vasto.
VIRGILIO. Eneida, 118.
En mocada mañana, en girasoles hoscos, en volar de campanas, en golondrinas tímidas.
en cardos, en luceros, en sueños desvelados, en angustia naciente, cansada y volvedora, en la sangre que salta precipicios y ciénagas, más adentro quizá, más allá de las venas, cercana al esqueleto que blanquea profundo, allá donde deseamos vivir sobre los siglos, prolongar nos, caudales, ríos anchos y tersos sobre oscura y eterna, tenaz llanura humana, memoria adentro el ojo secular de la sangre, Salomé sin Bautista, Circe sin navegantes, engañadora hábil, astuto guía sapiente, paiahra, mia palabra, la mia vencedora, moviendo estás mi mano tenebrosa y esquiva, acercándola, audaz, al más viejo misterio, diciéndole, veridica, que franqueará el abismo, que saltará en la muerte el negro río postrero.
Caronte: ahí se queda tu vieja barca insomne.
En tu casa, Plutón, no harán noche mis pasos.
Se pudrirá este cuerpo cuyos músculos jóvenes hoy vencen la tristeza con ademán seguro; se llenará en el limo mi pupila de sombra; pero tú, mano mía que trazaste estas líneas y tú, garganta mía que cantaste este canto, serena, eterna, elástica, única, verdadera, inmortal, permanente, ganadora perenne, girasol erizado, cardo en campana cálida, y mañana y lucero y sueños y algarada, palabra, mia palabra, la mía vencedora, dururás lo que duren los días en la tierra, lo que dure la luz, lo que dure la lágrima, lo que dure el deseo de durar de los hombres.
Yo lo sé y me ufano de pasar por la muerte sin sentirme agotado, ni vencido, ni triste de poder entregarme a ella en alegría, de poder darle cuerpo y pupila y mirada y umanecer y sueño y manzana y anhelo, por lo que en ella puso de su entraña mi entraña y por el grito ronco de mi marea que salta, palabra, mía palabra, la mia vencedora, escederá tu imperio su negrura callada e irá, en luz perfecta, a través de los años.
Mi sangre irá también, pero ciega, vendada, turbia presentidora, corriente loca y agria, ilena, sorda y ardiente, airada, inundadora.
Esta mi poesía, que se alza desde el limo más sagrado y profundo de mi alma sufridora. soledad y deseo, angustia y tibia calmatiene, seguro y claro, el porvenir y el ansia: por el Hombre, al cual me uno en unánime grito u en la Tierra a la que hurto tan sólo mi palabra.
Si, poeta: en el claro contorno de este aire, mi reino y en el hervir heróico de la sangre, mi mundo y en el triunfo perfecto de mi palabra clara del dolor el desquite y del ansia la palma.
Oh, palabra, girasol y lucero, sangre y alumbramiento, mi bastón, imi alta pértiga para saltar la muerte!
en este amanecer frio de mi montaña me elevo hasta tu altura y me alzo hasta tocarte, única elevación sobre el mundo cegado. estás aqui, mi sangre, mi voz exasperada, corriendo, enardecida, por los ocultos cauces de mi carne; eferueciendo en luz, en oculto latido, en sol airado; Temansándote, nítida, en mis amaneceres, elástica, frágil, desconocida. En fortaleza de ola que se crece al asalto y se quiebra al suspiro.
Yo te siento en mi mismo, sorda en carrera y ansia, madurada en la muerte, antigua, oscurecida; pesando con tus muertos sobre mi frente joven desde un arcaico tiempo en la memoria hundido. Qué perversa marea me traes, fluído eterno, a torturarme en gritos de fiebre incontrolable. En qué remota angustia maduraron tus glóbulos, lastimaron tus saltos, que hoy me hiendes y rasgas?
No sé. Mas yo los siento, aquí, dentro del pecho, correr antigua savia en nuevo tronco frágil, vieja sangre andadora, incansable y herida.
Yo te sé triunfadora, tibio vino en el labio y te sé derrotada, lluvia fina en mi frio.
Yo te he visto saltar, encabritada y ávida, rojo corcel indómito, por sobre toda valla.
Géyser estremecido, rompiendo en rubi ardiente, incontenible lava y ansiosa llamarada.
Yo te sé en la ternura, suave corriente trémula muy cercana del alma, en caricia y en lágrima.
Ni en el sueño profundo, cuando tú me abandonas, memoria, permanente custodio de mis actos, ni cuando se remueve el viejo poso turbio del alma estremecida. Ni entonces, ni en el amplio atardecer de mi ansia. Puntual siempre en el júbilo y en la tibia amargura. Fiel y antigua trayéndome un oculto conocimiento ciego lejano de mi alma y arraigado a mi instinto.
Arisca cuando prende alfileres la muerte en mi fiebre de gozo, de canto y de palabra.
Amiga y cnemiga entrañable y extraña, tan mía y tan ajena, tan generosa y ávida, tan dadora y esquiva, tan fiel y engañadora.
Sostén de mi palabra y esencia de mi canto, torrente da mi estirpe y color de mi carne, inmortal, a pesar de la muerte y la calma, tú tornarás eterna mi sed sobre la carne fina recorredora de caminos cerrados; tú llevarás la turbia resaca de mi alma a nuevas almas finas en mi carne labradas.
Sé que algún día irás remansando tu paso cuando se torne leña tu suave cauce elástico. hasta entonces, me nutres, mi mar de fuego y lágrima, torturante y atónico, sin alabastro fino; perfecta tierra mia en fluído versátil, esencia de mi hombría, mi ceniza clamante.
Sangre míu, sangre mía, aprisionada y cálida, como náufrago extraño desciendo a tu hondo lecho, desaparezco, tierno, en coágulos morados y me alzo, renacido, sobre tus olas, limpido de mi mismo, lleno de mi hondo barro.
Yo estoy en tu naufragio, amargo navegante en incansable y único, tenaz y ensombrecido sobresalto.
Ni Ulises ni cadmitas de velas enlutadas cruzaron mar ardiente, velo rojo en el alma, como yo, nauta agónico sin velas ni remeros, sin vellocinos de oro que buscar, deslumbrado, en este mar hirviente, inmortal, sollozante de eternidad fluida: este mar de mi sangre.
con Cancionero de la Soledad y el Deseo aparecerá dentro de dos meses.
un prólogo en verso de Augusto Sacotto Arias, alto poeta. amigo del autor. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica