REPERTORIO AMERICANO 227 Quemar las naves Por JOSE IGNACIO ESCOBAR Del follelo Escritus. San José de Costa Rica. 1922 turaleza que lo incita a cumplir su deber de pensar seguirá cumpliéndolo aún a pesar suyo.
El jugo de la fruta prohibida no es agrio como la corteza. Del pensamiento libre, serio y persistente puede decirse lo que dice el proverbio árabe de la virtud: que es un árbol de raíz amarga, pero de fruto dulcísimo. Será dulcísimo en realidad para el pensador obstinado alcanzar a ver en la lejanía, desde la altura a donde lo ha levantado la meditación, y por entre la niebla de las apariencias fugaces, un reflejo siquiera del sol de la eterna verdad; pero así como para gustar la salsa negra de los espartanos era preciso haber luchado antes a las orillas del Eurotas, así también para gozar aquella mistica voluptuosidad es preciso haber subido sin ajena ayuda hasta la cima de la montaña. por qué se afanan tanto los ultramontanos por evitarnos el trabajo de pensar. Por qué se esfuerzan tanto por detener el vuelo de la inteligencia. Por qué temen tano el libre examen?
pos de Esto han hecho los ultramontanos al ponerse en pugna con el espíritu del siglo y declarar la guerra al progreso y a todo lo que conduce a él. Pedir la libertad para sí (esto es lo que llaman libertad del bien y de la verdad) y negarla los que no piensan como ellos. a lo que llaman libertad del mal y del error) es en efecto obligar al enemigo a luchar hasta morir, si necesario fuere. Este paso audaz, dado con la esperanza de salvarlo todo, es quizá el más apropiado para perderlo todo. La corriente de las ideas modernas seguirá ineludiblemente su curso: atajarla con excomuniones es imposible: más fácil sería detener el Amazonas con una tapia de pajas.
Dígase y repítase cuanto se quiera que la razón y la libertad conducen al abismo: no por cso dejará la humanidad de seguir su camino a la luz de aquélla y al amparo de ésta una suerte mejor. Lo pasado, ya sabemos cuánto va e; veamos si nos guarda algo menos malo lo desconocido; y si no, ya sabremos al menos a qué atenernos. Pero, en todo caso, seguiremos adelante, porque nos impele a ello una fuerza irresistible, un instinto poderoso, que es como la voz de la Providencia que nos anima al combate y nos ofrece la victoria.
Ofrézcase en buena hora la bienaventuranza a los que renieguen de la razón y la libertad.
No será muchos los que crean que es preciso cometer semejante indignidad para alcanzar la recompensa reservada a los justos. No es pecado buscar la revelación de la voluntad divina en la ciencia; no es pecado amar la libertad y servirla; no es pecado creer en la eficacia de la razón y ejercitarla. Los que no tengan fe en el Dios que habla en su conciencia, vayan enhorabuena a formar en el campo enemigo. Las almas pusilánimes son indignas de un puesto en nuestras filas. Quédense con nosotros los que no preguntan cuánto cuesta la libertad; los que no se cuidan de si les está reservada pena o recompensa a los que la sirven; los que para obtenerla se sientan capaces de desafiar hasta el infierno mismo. No necesitamos mucha gente, sino gente buena.
La doctrina que juzga al hombre por sus obras, prevalecerá sobre la que lo juzga por sus creencias: la filosofía que le dice simplemente haz el bien, prevalecerá sobre el ultramontanismo que le dice; aunque obres bien, no te salvarás si no crees lo que yo te mando creer.
El filósofo aspira a poder decir como Catón. No me arrepiento de haber nacido, porque he vivido de tal suerte, que bien puedo decir que no nací en balde. Esto no es lo sustancial para el ultramontano. Según él la virtud cardinal es la sumisión ciega y absoluta del entendimiento a la autoridad de la iglesia. Fuera de ésta se halla un partidario de la libertad abso uta de la imprenta, por ejemplo: y por eso está condenado al fuego eterno, aunque sea el más virtuoso de los hombres.
Guizot juzga asi esa virtud ultramontana: Se concibe que un hombre abandone a otro hombre o entidad la dirección de sus intereses materiales, aunque de ello puedan resultarle grandes perjuicios; se explica la conducta de aquel filósofo que dijo al que vino a avisarle que su casa estaba incendiada: Id a decirselo a mi mujer; yo no me mezclo en los negocios domésticos. pero cuando se trata de la conciencia, del pensamierito, de la existencia interior, abdicar uno el gobierno de sí mismo, entregarse a un poder extraño, es un verdadero suicidio moral, una esclavitud cien veces peor que la del cuerpo, que la de la eba.
Véase por ahí cuál de esas doctrinas es la que conduce a la verdadera virtud.
Pero aunque la libertad del pensamiento conduce al mal, aunque la humanidad quisiera de jar de pensar, y entregarse con los ojos vendados y las manos atadas, a los que le quieren servir de ladrillos, no podría hacerlo, porque le es tan preciso satisfacer las necesidades del espíritu como calmar el hambre y la sed.
El pensamiento no tiene reposo: lo mueve sin cesar una curiosidad insaciable, una sed inextinguible de verdad. Anatematizar o tratar de intimidar a los que quieren satisfacerla, es darles nuevo incentivo para que cumplan su deseo por sobre todos los obstáculos que se les opongan. Esto se ve en el seno mismo de la iglesia: e la ha condenado siempre el derecho de examen y sostenido el principio de trasmisión imperativa de las doctrinas por la autoridad: y sin embargo no hay sociedad alguna en que la razón individual se haya desarrollado más atrevidamente que en la iglesia cristiana ¿Qué son las sectas, las herejías, sino el fruto de las opiniones individuales?
Es que el pensamiento humano hace siempre tarde o temprano una reacción enérgica contra todo lo que tiende a sujetarlo. Es que aun bajo la apacibilidad aparente de la fe se remueve la duda importuna a la manera en que hierve el fuego subterráneo bajo las nieves de Islandia. El espíritu está condenado al trabajo como el cuerpo: tenemos que ganar el pan con el sudor de nuestra frente; y nos es forzoso buscar la verdad pasando por las lagonías de la incertidumbre y de la duda. Hijos de Eva, no nos es posible repudiar la herencia materna. el que una vez da oídos a la voz de la naHe aquí cómo se expresaba en un caso análogo el más grande de los poetas modernos. Por qué, amigos míos, desborda tan rara vez e! torrente del genio. Por qué son tan contadas las ocasiones en que levanta olas que conmuevan a nuestras almas aletargadas? Es que allá abajo en ambas riberas habitan hombres graves y reflexivos cuyas casas y bosques y éras de tulipanes se inundarían, si el torrente saliera de madre: ellos son los que le han puesto diques para prevenir el peligro que los amenaza.
Los que vivís al borde del torrente en esta tierra, habéis hecho los diques bien fuertes en verdad; pero no detendréis el torrente sino por breve tiempo: él saldrá de madre al fin, e inundará vuestras casas y bosques y no dejará piedra sobre piedra; pero en el limo que deje lucirán presto tulipanes más hermosos que los vuestros, y crecerán más espigas que las que hacíais brotar vosotros en una tierra estéril. Este bien podría obtenerse sin tanto mal; pero los que impedís el libre curso de las aguas tenéis la cu pa del estrago. Este es el castigo de vuestra poca fe en la razón del hombre.
CANSANCIO MENTAL NEURASTENIA SURMENAGE FATIGA GENERAL Alegria!
son las dolencias Nadie nos ha dado una imagen más bella de la emoción de la alegría que la monja de México, Juana Inés de la Cruz, en sus admirables Liras que expresan sentimientos de ausente, en los versos henchidos de pasión amorosa que la mística sugirió a los poetas españoles del siglo XVI, con la fusión armónica, en el impetu lirico, de la vida entrañable de lo subconsciente y de la vida trascendente del espiritu: que se curan rápidamente con Kinocola ¿Cuándo veré tus ojos, dulce encanto, y de los mios quitarás el llanto. Cuándo fu voz sonora heriro mis oidos, delicada, y el alma, que te adora, de inundación de gozos anegado, a recibirle con amante priso saldrá a los ojos desafada en risa?
el medicamento del cual dice el distinguido Doctor Peña Murrieta, que (Del doctor Gustavo Pittaluga, en la conferencia La risa y la sangre: febrero marzo, 1938, de la Revista Cubana, La Habana. presta grandes servicios a tratamientos dirigidos severa y científicamente.
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