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28 REPERTORIO AMERICANO (Allá como aqui)
Nosotros no tenemos Gobierno nacional Por PARKER BATES Traducción y envio de Brenes Diaz. Alajuela, Costa Rica, setiembre de 1938. Traducción del Reader Digest Los Estados Unidos no tienen Legislatura Nacional. Como las funciones del Gobierno Federal se han aumentado, se ha hecho enteramente claro que nuestros Diputados son primariamente agentes de los distritos de sus Estados tratando de conseguir lo que ellos pueden para sus representados casi sin acordarse de la prosperidad nacional.
Casi cada columna del libro de Récord Congresional contiene referencia de mi distrito mi Estado o mis representados. Hay un pequeño número de referencias al New England States o al Sud o a los hacendados del Medio Oeste. aunque hay veces en que los diputados hablan acerca de la prosperidad nacional, es usualmente cuando la prosperidad de ciertos grupos dentro de sus distritos coincide con la prosperidad nacional.
Nuestros diputados se esfuerzan primariamente por separar sus propias cercas a través de favores a sus electores, y a comprar su reelección abriendo tanto como sea posible las compuertas del dinero federal para sus distritos y promoviendo cualquier medida que pueda ser demandada por los grupos locales.
Esta primacia de los intereses locales no es nueva en el Gobierno Americano; pero era una seria amenaza en tiempos pasados cuando el Gobierno Federal decretaba comparativamente poca legislación económica. Desde la Guerra Civil a la Guerra Mundial la tendencia estaba creciendo en importancia y en daño para la prosperidad nacional. Ahora, cuando hay un al parecer inevitabe impuso al control federal de toda la vida económica de la nación, ruina y telarañas dictatoriales aparecen en el horizonte, a menos que podamos divisar el modo de hacer nuestra legislatura nacional.
Porque no teniendo Legislatura Nacional, no tenemos Gobierno Nacional, desde que es la Legislatura la que determina el rumbo de la política nacional. El Congreso nivela los impuestos y vota los gastos. El Congreso controla los aspectos nacionales de nuestra agricultura, nuestros transportes y nuestros negocios. Es el Congreso quien debe establecer una Comisión Federal de Comercio o Comisiones de Seguros y Cambios. El último poder descansa en el Congreso, a despecho de la frase tradicional acerca del gobierno de libranzas y balances. El Presidente y las Cortes son solamente negativos y parciales libradores de cheques en el Congreso. El Presidente tiene una inmensa influencia política, pero el Congreso habla con autoridad. En asuntos domésticos, y en parte en asuntos extranjeros, el Presidente puede ejecutar solamente lo que el Congreso le dice que haga.
Si es competente, el Congreso debería permanecer en el centro de nuestro gobierno en vez de permitir que la iniciativa se escape progresivamente a las manos del Pesidente, hasta que venga el día en que el Presidente y las masas igualmente, sientan que el Congreso es superfluo. Aristóteles recordó una sucesión de tiranías establecidas sobre las ruinas de la democracia griega; en nuestros días el fascismo reemplaza a la democracia; y si nosotros toanamos por concedida nuestra democracia, si nosotros no la impulsamos, seguiremos el mismo camino. En qué respecto es incompetente el Congreso? Sería difícil encontrar otro grupo de hombres que trabajen tan asiduamente; pero ellos son víctimas de un sistema que ha crecido más allá de sus poderes. Sus intenciones son buenas y sus oraciones del día cuatro de julio son inspiradoras. Dónde se encuentran faltos de poder. Tres puntos se pueden seleccionar.
Primero, aunque la mayor parte de los congresistas son hombres de mucho más de un término medio de habilidad, su habilidad representa aprovechamiento político más que experiencia gubernamental. Los congresistas tienen cualidades sociales, ellos recuerdan los nombres, ellos se regocijan con el contacto humano.
Pero muchos de ellos tienen una mente más bien ligera que honda. Ellos tienen un conocimiento superficial en muchos problemas, más bien que maestros de algunos de muchos, son fluidos en el decir más bien que profundos.
Su invención favorita para obtener información pública es la que oyen, en la cual los que se benefician con las leyes propuestas aparecen en gran número y presentan sus argumentos con toda viveza apeladora, de personal emoción, mientras que frecuentemente el público interés está escasamente representado. Los diputados no tienen ni el tiempo ni la habilidad crítica adeouada para descontar los argumentos presentados. De todos modos, a nuestros congresistas les falta la maestría de los asuntos públicos en asuntos que el Gobierno ahora imperativamente requiere.
Segundo, de otro modo, los más de nuestros diputados son personalmente honrados, pero políticamente inescrupulosos. Ellos no micnten, engañan o sobornan. Esto es, ellos no sacan de sus propios bolsillos para sobornar a los votantes, pero son cogidos en un sistema de tradición desde el cual los contornos del mismo los animan para dar los más extravagantes sobornos a los votantes de sus distritos, tomando el dinero de los bolsillos del Tío Samuel, es decir, de los que pagan los impuestos. Lo más grande y lo más peligroso de estas invasiones a la Tesorería General en los años recientes han sido las leyes generales, tales como esas que proveen ibonos para los soldados; pero la falta de principios de los congresistas es más fácilmente medida en las típicas cuentas del llamado Barril de Puerco que distribuye dinero distrito por distrito. Por ejemplo, por pensiones privadas o edificios públicos.
Ningún otro sistema de pensiones en el mundo aun remotamente, se acerca a la generosidad de nuestras pensiones a los viejos soldados. Sin embargo, el Congreso casi anualmente pasa leyes que conceden pensiones a nombre de personas a quienes no podrían calificar bajo las leyes generales y las pasan sabiendo que ellas contienen tales artículos como pensión a un ex soldado porque él ha sido golpeado por la defensa de un tranvía mientras estaba acostado en la calle durmiendo una borrachera, o una pensión a la viuda de un hombre que ha servido nueve días en la milicia del Estado con pago federal, y no había incurrido en falta por lo tanto. Los congresistas no pueden pretender que haya alguna justificación por tal uso del dinero de los que pagan los impuestos.
Ellos pasan estas leyes sobre ruedas porque ellos saben que pocos pensionados faltarán a dar el voto cuando a su vez pidan el voto para su reelección. Un representante ahora tan distinguido que su pequeña ciudad natal es ampliamente conocida, una vez me dijo: Hay media docena de lugares en mi distrito donde los edificios federales han sido edificados a un costo excesivo en las actuales necesidades del Gobierno. Vea mi ciudad natal, por ejemplo.
Nosotros estamos edificando una casa para Oficina de Correos a un costo de sesenta mil dólares cuando una de cinco mil sería enteramente adecuada.
Igualmente extravagante ha sido la apropiación para la mejora de los ríos y puertos donde la mercancía que se transporta es nugatoria.
Un Senador capaz, de conciencia, de Oklahoma, recientemente retirado, escribió a sus electores: Tuve la esperanza de ver a Uds.
personalmente para darles cuenta cara a cara, de mi Mayordomía. Fuí detenido en Washington por el Consejo de Apropiación de la India, en que lleva seis millones para Oklahoma. Yo no podía consentir en dejar mi puesto del deber hasta que hubiera traído esta ola de oro a mi Estado.
i¡Cuántos Senadores honrados defienden apropiaciones no como pública política sino como una oportunidad para traer una ola de oro a sus Estados. Una tercera deficiencia del Congreso es que la tarea de nuestros congresistas, como ellos la conciben ahora, está más allá de todos los poderes naturales. La Justicia de la Corte Suprema, como se ha notado hace algunos años, había guardado el respeto a los americanos porque había sabido como restringir la jurisdicción de ellos de tiempo en tiempo y así había sostenido su tarea dentro de los límites de la humana capacidad; pero ese Congreso no había sabido cómo limitarle sus deberes, y como no podía representar una tarea que lo acreditara estaba atentando, naturalmente, y el pueblo les Testaba respeto.
Una buena parte del tiempo de los diputados es gastado en pequeños favores para sus comitentes; buscándoles puestos, presionando sobre los departamentos del Gobierno, empujan las quejas y la legislación local de muchas clases. Raramente hay evidencia de algún real intento para pesar los beneficios nacionales, de una medida contra su costo nacional.
Un Senador, quien retornó al Congreso no hace mucho tiempo, después de algunos años de ausencia, asegura que la presión de trabajo ha aumentado grandemente. Las ponencias para mayor legislación ahora alcanzan de 20 a 100 200 páginas; y otras materias pertinentes, las cuales deberían ser estudiadas, posiblemente iguales a la cantidad de las solicitudes. Las sesiones de mayor legislación, deberían tomar todo el tiempo de los diputados; sin embargo, no hace mucho tiempo, preguntados los Senadores cuánto tiempo tienen para la consideración de públicas medidas políticas, un Senador experimentado contestó inmediatamente: ninguno. Más tarde él enmendó diciendo: Ninguno que pueda robarle tiempo a otros asuntos. Esto es, nada que pueda robarle de los asuntos personales locales que le conciernan.
En el folklore del pueblo norteamericano, tan rico en modismos pintorescos, se dice por ejemplo: Log rolling (rodar tucas)
para indicar, como en el caso presente, el modo de pasar leyes de dos o más proyectos, ninguno de los cuales podría ser decretado por sus propios méritos o importancia, como el conceder cien Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica