DemocracyFascism

EDITOR: GARCIA MONGE CORREOS: LETRA TELEFONO 3754 REPERTORIO AMERICANO EXTERIOR: EL SEMESTRE: 50 EL ANO: 00 o. am.
En Costa Rica: Suscrición mensual (2. 00 SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA El suelo es la única propiedad plena del hombre y tesoro común que a todos iguala, por lo que para la dicha de la persona y la calma público, no se ha de ceder, ni fiar a otro, ni hipotecar jamás. José Marti.
Giro bancario sobre Nueva York Tomás Mann Tomás Mann y La próxima victoria de la Democracia muchísimos más recursos y con muchísima más gente: y son pocos los observadores competentes que dudan de que la victoria sería de las naciones libres. Pero la controversia no termina allí. El pueblo pregunta cuál sería el destino final de las Democracias victoriosas y contesta a su propia pregunta diciendo que después del desastre de Armageddon la libertad inevitablemente perecería en los países libres a pesar de su victoria nominal sobre las Dictaduras. De conformidad con esta teoría, la Democracia lleva la de perder, suceda lo que suceda. Su muerte es segura, y su época ya ha pasado. este estado de ánimo se dirige el señor Mann, proclamando el triunfo final y definitivo de la Libertad. Demasiados demócratas timoratos hoy en día creen que la Democracia quizás gane las batallas pero que, inevitablemente, perderá la guerra. Nuestro escritor opina prec. samente y exactamente todo lo contrario. La Libertad quizás pierda muchas batallas. Su victoria que está aproximándose ya, quizás no tea inminente, pero su triunfo definitivo es seguro por el hecho de que la Democracia es eterna. es eterna la Democracia, porque está arraigada profundamente en nuestra propia naturaleza humana.
La Libertad está arraigada profundamente en la mismísima dignidad del hombre.
El señor Mann explica por qué motivo no le hurta el cuerpo a una frase tan común, la cual forma parte del complacente y tonto vocabulario de nuestra ya extinta civilización convencional ahora en estos tiempos tan duros y tan amargos. Aún en estos días en que la Muerte vuela por encima de Barcelona y de Cantón, el escritor cree en la humanidad de la especie humana. En la antigua controversia respecto de si el hombre es un bruto o de si es una criatura animada por una chispa divina, el señor Mann se declara en favor de lo último. La dignidad del hombre significa solamente que debemos acentuar la facilidad con que el hombre se yergue por encima de su organismo animal, y no que la naturaleza animal afirma la dignidad del hombre cuando piensa respecto de él como de un ser libre. Los sistemas que rivalizan con la Democracia niegan la humanidad del hombre al subrayar sus limitaciones materiales. Es animal y, como tal, deberá mantenerse en estado de sujeción y de sumisión al restallar la fusta del amo. Cuando más, no es más que una infeliz unidad entre una muchedumbre la cual, solamente como tal, tiene algún valor. Es un medio para llegar a cierto fin, pero carece de valor y de propósito individual.
Si esto es lo que uno piensa con respecto a la naturaleza humana y si este es el objeto que persigue el hombre sobre la tierra, resulta perfectamente natural que rechacemos la Democracia. Pero la evidencia milenaria contradice esta teoría. El hombre, al través de las edades, ha demostrado su dignidad inherente, al persistir en sus exploraciones espirituales. Sus lapsos de la buena conducta podrán ser frecuentes y prolongados, pero siempre, al fin y al cabo, rectifica. El hombre, esencialmente, no es la criatura que arroja bombas explosivas sobre los niñitos de Barcelona y de Cantón, sino la mente que concibió el aeroplano, el explorador, el investigador y el constructor y no el desfructor. El hombre en su esencia, aún en presencia de los últimos veinticinco años de nuestra historia, es Wilbur Wright, no el aviador italiano que ha volado sobre Alicante y sobre Addis Abbeba.
La Democracia, pues, no tiene motivos para avergonzarse al sentarse y al arraigarse sobre la tan abusada frase como resulta ser la dignidad del hombre. En realidad allí es en donde se arraiga en ese hecho inmutable, permanente en la historia de la humanidad. Pero el enemigo de la Liberad. el fascista, como lo llama el señor Mann sin hacer caso omiso del hecho de que existen fascistas de diversos matices bajo distintas banderas. el fascista, dice el señor Mann, con profunda clarividencia y con tremenda penetración, tiene el interés de la novedad. Es un hechizo, según dice él, al cual la humanidad siempre es susceptible.
Alfred Smith en cierta ocasión hizo hincapié en el estilo anticuado como factor principal en el funcionamiento de nuestra maquinaria económica. Los hombres no solamente necesitan ropa sino que necesitan ropa nueva. Mucho tiempo antes de que el automóvil viejo haya dejado de ser útil, la gente desea adquirir uno de los nuevos modelos. Así es como el fascista apela a las multitudes, basado en la obsolescencia del estilo. El Fascismo naturalmente alega que posee un automóvil que caminará con mucha mayor rapidez que el viejo modelo de la democracia. Los nuevos modelos autocráticos, aseguran ellos que tienen muchos dispositivos más modernos y mucho más eficien(Concluye en la página anterior)
Por SIMEON STRUNSKY The New York Times Book Review. 10 de julio de 1938. Traducción y envio de Argüello, en San José de Costa Rica El mejor de todos los escritores de Alemania y el más distinguido de los que han solicitado el derecho a naturalizarse en los Estados Unidos ha podido abarcar dentro del breve cuadro de una sola con ferencia las ventajas y los privilegios que otorga la libertad en contra del despotismo. El librito es un poco más grande que el discurso textual pronunciado por el señor Mann en una gira que hizo al través de los Estados Unidos a principios del año en curso. Nos dicen los editores que fué escuchado por 60. 000 personas. Un público infinitamente más numeroso espera ansiosamente su conferencia en forma impresa.
Thomas Mann ha condensado en muy corto espacio los problemas más trascendentales de nuestra época. Ha logrado llegar al corazón del asunto en las primeras páginas de su libro, en los primeros cinco minutos de su discurso, tal como lo pronunció personalmente. El título lo dice todo. La victoria de la Democracia que predice no quiere decir que esa victoria sea inminente, pero sí que la victoria es absolutamente segura e inevitable en el transcurso del tiempo. El señor Mann afirma su creencia en el triunfo final del alma libérrima del hombre. Principia por rechazar el derrotismo, el cual aprecia la Democracia no como algo que esté en peligro por el momento, sino como algo que ha pasado definitivamente de moda. Demasiados demócratas toman parte en la lucha vencidos desde el principio porque allá, en sus adentros, creen que están luchando contra la inexorable marcha de la historia.
El peligro principal que amaga a la Democracia en nuestros días no se deriva del hecho de que las naciones libres están en minoría, ni de que son menos fuertes que las autocracias. Los hechos son muy otros.
Si llegara a someterse esta premisa ideológica a prueba por medio de las armas, pronto veríamos que las naciones democráticas cuentan con Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica