REPERTORIO AMERICANO 297 Homenaje a Sanin Cano, en su cumpleaños. De El Tiempo. Bogotá, 28 de junio y de julio de 1938 Discurso del Ministro del Ecua.
dor, don Benjamin Carrión: Discurso del Dr. Carlos Vesga Duarte: Sanin Cano Cabeza de Ramón Barba Maestro Sanín Cano, señoras, señores: La voluntad generosa de la directiva del PEN Club de Colombia ha querido que yo, el último de sus miembros por cronologia y por méritos, salude al egregio maestro de América que hoy cumple años.
Elujo espiritual de este mandato, por la valía de los mandantes y por la posición excelsa del hombre a quien rendimos cariñosa pleitesia, me obliga a apartarme quizás del tono habitual de un brindis de banquete, para decir unas cuantas palabras de recogimiento y de meditación que, por su intención de elevarse, ya que no por su altura, sean dignas del momento.
La humanidad, después de muchos siglos de interrogar a la vida y sus fuerzas profundas, por medio de sus voces más poderosas Platón, Moisés, San Agustin, Pascal ha llegado a poseer un volumen de poderes espirituales y materiales sobre todo materiales tan enorme, tan desmesurado, hasta el punto de haberse producido el desequilibrio de los valores, el desconcierto de la conducta, la pérdida de dirección en los caminos de la vida.
El mundo entero fácil es comprobarlo mediante una rápida revisión mental de latitudes y de pueblos se halla, conducido por un frenesi delit ante, al borde de todos los precipicios del dolor y de la ruina. Se respira, a todo lo ancho del mundo, un ambiente de angustia. a la presente tragedia de varios pueblos uno de los cuales está tan cerca de nosotros como la made del hijo se une la expectativa, casi cotidiana, de la tragedia universal.
Una de las más claras y altas figuras de la cultura contemporánea en el mundo sin duda la más alta en la organización del PEN Club universal Jules Romains autor de esa magna epopeya moderna que es Les hommes de bonne volonté. cuyo espíritu invoco, y a quien es preciso citar y recordar para reconfortamiento de nuestra esperanza, al inaugurar en septiembre de 1936, el XIV congreso mundial del PEN Club, en la Buenos Aires libérrima y culta, entre otras palabras de evangélica luminosidad dijo que toda guerra entre los hombres deja por tierra, además, de las víctimas de carne, un gran herido, que es el Espíritu Es, pues, señores, la hora de defender al Espíritu. Es, pues, la hora de que los legionarios, los soldados de la cultura, toquemos los clarines de la movilización general de las fuerzas vivas del pensamiento. que esa movilización general de los hombres de buena voluntad, se la haga en torno de los más agregios y aguerridos capitanes, de aquellos que habiendo pasado el Gránico o el Rubicón de sus grandes luchas de conquistadores de la idea, de avasalladores del ritmo, de dominadores del relato poetas, ensayistas, novelistas, según el trigrama que da nombre a esta asociación universal puedan enarbolar una bandera para enardecernos o empuñar una espada para dirigirnos.
En el viejo continente, creador de la cultura, donde las peligros son más cercanos y mayores, el alistamiento de las falanges de la inteligencia se está haciendo casi siempre con la inspiración del PEN Club en torno de hombres guías, de generales heroicos, como Jules Romains, Rabrindanath Tagore, Wells, Emilio Ludwig.
Paul Rivet que acaso pronto veamos en Colombia.
En los Estados Unidos, donde soplan tonificantes vientas de confianza, el alistamiento de los escuadrones del Espíritu se está haciendo alrededor de las figuras deslumbrantes de Murray Butler, de Sinclair Lewis, de John dos Passos, de Heminway, de Eugenio Neill.
Nuestre América conjunto de patrias creadas por el genio de Bolívar, de San Martín, de Higgins y del cura Hidalgo, para ser la suprema esperanza de paz, de libertad y de cultura para el mundo Nuestra América, digo, siente su deber, su grave deber de solidaridad con el Espíritu. Su obligación indeclinable de defenderlo.
Nuestra América ha oído también los clarines los claros clarines que dijo el Chorotega del alistamiento en las brigadas de la cultura. en su optimista impulso de ir a la guerra en defensa del pensamiento, que es la guerra que vencerá a la guerra, busca sus capitanes más gloriosos, sus adalides triunfadores en mil batallas de la idea. los encuentra, grandes, generosos, fuertes, diestros para manejar la egpada, airosos para enarbolar una bandera, como este luminoso capitán de las legiones del Espíritu, guiador y combatiente a la vez: Baldomero Sanín Cano.
Ea este día en que cuenta sus díastan nobles, tan claros, tan fecundosnog reunimos en torno del Maestro y Capitán, no para una fiesta del recuerdo, bella quizás, pero infecunda sino para una fiesta de afirmación y de esperanza. No únicamente para rememorar que ha hecho Sanín Cano sembrador de buen trigo a lo largo de todos los campos de América sino singularmente para decir nuestro acto de fé y nuestro acto de esperanza en lo que hará, con su ejemplo diamantino, con su fecunda fuerza de rector espiritual del continente, con su voz optimista de sabio conductor y de seguro guía.
Sursum corda Elevemos los corazones por este excelso americano que nos ha dado a todos la tierra colombiana próvida, fecunda, inagotable. por Colombia cuyo clima espiritual es bueno para las flores del sentimiento y del ritmo, con Isaacs, con Silva, con Valencia, y para los frutos maduros de la sabidcría y las humanidades, con Caldas, con Caro, con Baldomero Sanín Cano.
Yo evoco esta noche en Sanín Cano al viejo France de comienzos del siglo, cuando nacionalistas y revolucionarios, dreyfusistas y antidreyfusistas, Maurras y Jaurés se conjugaban para reconocer en él un símbolo de la cultura francesa. Un paradigma al cual se acogían los propios antagonistas de su fina sonrisa. Pero con una diferencia: Sanín carece aquí de antagonismos porque constituye un caso solitario de vida por la inteligencia, de sosegado vuelo hacia la altura del estilo, de limpia voz melódica, de ritmo ideológico tranquilo, de maestría conquistada con esa lentitud parsimoniosa con que se decantan los vinos de raza.
Con esto he dicho que es un antitropical.
Pudo haberlo sido, porque nació en un paisaje americano de cigarrales y tamarindos, bajo el XIX romántico, cuando el exceso de las guerrillas y de las canciones hacía preferible morir tempranamente cantando a envejecer en el cultivo de las ideas, junto a la lamparilla azotada por el viento del trópico, apagada muchas veces y otras tantas vuelta a encender en la noche criolla, por los centinelas en desvío pensativo.
Sanin tenía vocación magistral, pasión de conocimiento, y los ejercito desde siempre con una amorosa deferencia. Al salir de su provincia en los últimos lustros del siglo, era un aristarca, un raro de la inteligencia, con predilección por las literaturas del norte en estas tierras solares. Aqui se manifiesta ya su destino: ser un nórdico, un reflexivo, un equilibrado, un armonioso, antes que un pasional. Maestro a los 25 años, sigue siéndolo 50 más tarde, después de haber viajado, como los personajes de Comrad, por todos los mares salobres y dulces del mundo. Europa no hizo sino acentuar en él sus características primitivas.
Su obra de pensador es minoritaria, aristocrática, apretada en síntesis vivaces. No ha conmovidc el universo, pero nos ha enseñado a nosotros porque ante todo es un divulgador.
De ahí que yo lo absuelva del pecado de haber mirado siempre más a Europa que a Indohispania. El vicio no es suyo únicamente. Es de varias generaciones americanas que hubieron de sacrificarse en el aprendizaje ultramarino para crearnos, por contraste, la preocupación de conocer a América. Este barro nuestro, amasado con lloro indígena y sudor español, greda trémula que aguarda a su alfarero con esperanza de violaciones creadoras, interrogane clavado sobre el porvenir, refugio del occidente en decadencia, luz de un nuevo amanecer.
Pero el milagro de Sanín consiste en que lo amamos los que vivimos a una distancia intelectual suya de cincuenta años. Tal vez la misma contradicción notoria entre su procedimiento intelectual y el nuestro nos lleva a buscar en él un complemento de nuestra teoría de la inteligencia. Cierto que sus empresas literarias estuvieron puestas casi siempre al servicio de la abstracción pura, de la morosidad especulativa, de los temas universales. Nos otros en cambio, buscamos una interpretación para América, para nuestra; realidades autóctorias que nos conduzca al encuentro de soluciones más o menos categóricas a su inquietante problema vital. Pero hay tal serenidad goethiana en su cabeza de dios escandinavo, que no podemos menos de inclinarnos ante su magisterio de armonía. Así, Goethe, en sus últimos años. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica