José María Zeledón

233 REPERTORIO AMERICANO El poeta José María Alfaro Cooper, correspondiente de la Academia Española Por ROGELIO SOTELA Envio del autor. Costa Rica y mayo del 38 suya por el aspecto místico de su obra: fue educado en la severa práctica de la religión católica con los Padres de la Compañía de Jesús; pero influyeron también en su juventud las ideas liberales del ambiente, sobre todo las que difundiera entre nosotros el doctor Zambrana. En esa época se infiltraron en su espíritu estudioso las lecturas de Voltaire, de Hugo, de Peletán. Pero de la maraña liberal salió con mayor fe a buscar el regazo cristiano También leyó obras espiritistas en esos días y asistió a la Sociedad Teosófica, con afán de saber, de hallar la verdad que palpitaba en su corazón. Por fin su vida plácida, de plenitud admirable, se puso a la sombra de ese velamen feliz del cristianismo que le dio tol aliento, tal estímulo, que fue capaz de realizar la obra más extensa y más seria que se ha escrito en verso en Costa Rica: La Epopeya de la Cruz, Ese mismo ardoroso sentimiento cristiano hizo que obtuviera el primer premio en el Concurso del Congreso Eucarístico, en 1913.
De su vida podrá hablarse siempre para que los jóvenes de Costa Rica tengan un ejemplo de virtudes ciertas: hombre espontáneo, vivió, amó y creó su poesía con el mismo tono de naturalidad.
Dos objetivos animaron su corazón: Dios y el Hogar En 1921 se editó la primera parte de La Epopeya de la Cruz, que llegó a terminar el poeta al cabo de varios años de profunda labor. Implica esta obra una dedicación tan grande, una devoción tan sincera del tema bíblico, de la vida del Redentor, que está lla José María Alfaro Cooper guas, entre otras, del inglés, del francés, del ruso y del alemán. Viajó por Bélgica, Suiza, Alemania, Italia, España y supo aprovechar la visión de aquellos grandes centros.
Varios años fue Director del Departamento de Estadística y su labor allí se hizo notar principalmente por los once Anuarios que dejó escritos. En su juventud ejerció el magisterio: maestro en San Pedro del Mojón, hoy Montes de Oca; luego profesor en el Colegio que fundó don Leopoldo Montealegre y en el Instituto Americano que fundó don Juan Ferraz.
Es útil referirnos a la trayectoria espiritual Con su cabeza blanca de abuelo, corriendo por entre las avenidas de un parque, con un niño alzado en hombros; así conocimos una mañana a este poeta amable que, a pesar de sus años, fue siempre jovial como un patriarca bíblico.
Bastaría relatar esa escena para definir a don José María Alfaro Cooper. Un Walt Wihtman con la gracia perenne de la juventud.
Nació el poeta Alfaro Cooper en San José, en 1861. Desde su infancia venía cumpliéndose cierto designio para amasar su alma lírica llena de fe. los tres años muere su madre y a los doce le falta también su padre, el licenciado don José Joaquín Alfaro Sandoval, repúblico admirado, que ocupó con dignidad varias veces la Magistratura de Justicia.
Durante los nueve años que vivió solo con su padre, fue mimado de su abuela que vivía del producto de un molino de trigo en las afueras de la ciudad. Su vida de libertad en el campo le daba un vigor sano y así llegó a ser por el ejercicio constante, colegial de biceps de acero y de noble espíritu. los doce años ya vivía en Cartago donde estudió en el Colegio de San Luis Gonzaga de los señores FeTraz. Volvió a la capital a estudiar Derecho: pero no continuó el curso universitario porque una enfermedad seria lo obligó a salir para Europa en 1885.
Ya había dado sus frutos en versos melancólicos y amatorios del 80 al 83. desde esta época, en que se reveló como cantor hondo del sentimiento, no volvió a escribir versos hasta veinte años después, en 1904, cuando la musa del hogar le hizo romper ese silencio y lo hizo cantar para su compañera y para sus wiños de pies rosados. con lo cual se est tremecieron siempre las áureas cuerdas de su lira hogareña, que en sus manos tuvo sones de honda ternura.
La Revista Ariel de García Monge publicó en 1912 la primera colección de sus versos y en 1914 se insertaron todas sus poesías en los Anales del Ateneo. De estos versos, que el poeta llamó Moldes Viejos, hablaron entonces con entusiasmo Billo Zeledón y José Fabio Garnier, quien refirió a propósito del poeta aquella parábola sugestiva que a orillas de la laguna veneciana le dictara una amiga acerca del cisne que comía estrellas. esa alegoría popular en la bella Italia la recordaba para don José María Alfaro Cooper que acostumbraba salir de la soledad en que vivía para sorber estrellas.
Ya había comentado elogiosamente la obra del poeta el doctor Machado, guatemalteco ilustre, que habiendo vivido muchos años en Costa Rica, impulsó su cultura y le dio prestigio con los frutos de su talento. Machado fue como su paraninfo.
En la vida de este compañero de la Academia, que acaba de morir, hubo una nota visible, constante, de humildad, de modestia.
Cuando estuvo en Amberes, nuestro Ministro don Manuel María de Peralta, le ofreció hacerlo miembro de una renombrada sociedad literaria y el noble poeta le contestó con tan excesivas muestras de modestia y de anhelo por vivir lejos del bullicio, que no fue posible hacerle aceptar aquel honor.
Su cultura era vasta: traducía de varias lenLos últimos versos Adiós supremo. Envio de José Joaquín Alfaro, hijo del poela. Costa Rica y junio del 38 (A mi esposa La muerte se aproxima mas, cuando ante la Virgen con sigilosa planta, piadosamente llegues, su aspecto no me espanta, te pido que le ruegues pues sé que he de morir; con efusión por mi.
mas, antes de alejarme, Felices los instantes oh! ser idolatrado, lo mucho que te he amado en que viví a tu lado, siguiendo enamorado te quiero repetir.
de tu bondad en pos.
José Joaquin, Roberto Mi dulce compañera, y Carlos y Fernando, mi encantadora amiga, me voy a todos dando permite que te diga mi amante corazón, con un gemido, adiós!
y tú, paloma mía, Adiós también, mis rubias angelical criatura, y amadas cabecitas, no sientas la amargura delicias infinitas de mi separación.
con vuestro amor senti.
Sincero en mi cariño, Confio al ausentarme mis faltas ay! prolijas, en que seréis muy buenos tan sólo fueron hijas y alguna vez al menos de mi impetuosidad; os acordéis de mí.
jamás causar pudieron Chepita, siento frío, en nuestro amor desmayos, pues nunca fueron rayos preciso es que sucumba, de seria tempestad.
qué lóbrega es la tumba. qué horrible oscuridad. Mereces ser dichosa, mas presto verá mi alma, lucero de mi vida, tras de la sombra odiosa, perdóname y olvida aparecer radiosa las penas que te di; la eterna claridad!
JOSÉ MARÍA ALFARO COOPER Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica