330 REPERTORIO AMERICANO Poesías inéditas de Amelia Ceide Colaboración. San José de Costa Rica, agosto de 1938 Regreso Vendría con la orquilla de un astro en los (dedos a llenar de oro tus canas lucientes.
Vengo de regreso de la primavera.
Hoy, bajo la planta de mis pies cansados, rezan los caminos triscar de hojas secas.
El sol se ha dormido, medroso, en mis manos.
Madre, si vivieras, ya serías abuela.
Tendrías tres capullos con labios de miel. Yo sé que viviste en la dulce espera de ver nuestros hijos jugando a tus pies.
He sido una loca de abriles y mayos.
Bajo los rosales del cielo profundo, vi estrellas y lunas como lotos blancos, mirarse al espejo del lago nocturno. ya eres abuela. Dios colmo tu anhelo, pues para entibiar con luz tu regazo, a mi hijo Francisco llevóse a tu cielo. Ya tienes un nieto dormido en tus brazos!
Ya voy arribando a la puerta de Otoño, y vuelvo al pasado la ansiosa pupila para ver que el viento borró del sendero las huellas ingrávidas de mi andat de niña.
Mi pluma Vengo de regreso de la primavera.
Dejé por los bosques mis sueños dispersos y hoy traigo en el alma clarores de estrella, y en el pecho, aroma de lotos inmensos.
Mi pluma, camarada, corcel de cascos de oro.
que atada de mis dedos al lirico bridón, desde que era yo niña, vas conmigo a mi antojo, en busca de la tierra, la sombra, el mar, el sol.
Pegada a los chorros nevados que exprimen las ubres del monte, en los años mozos, apuré en el hueco de mis manos vírgenes: frescor de agua hundida en el soleado alborozo.
Ya manso o desbocado, potro de sangre verde, mientras hurgan tus uñas las rutas del amor: trepas hasta la cumbre o hacia la mat (desciendes, la crin flotando al viento como rubio pendón.
Vengo de regreso de la primavera.
Vengo de los hondos bosques del pasado.
Cuando yo cruzaba las mansas veredas, qué sol tan ardiente florecía en mis manos!
Amelia Ceide (1938)
Al golpe de mi sangre que airosamente impulsan la sistole y la diástole sabias del corazón, tú vas abriendo signos color de la esperanza sobre el surco en que riega sus granos mi (ilusión.
Vengo de regreso del jardin pomposo donde hay mil rosales que ocultan espinas, y entre cuyas zarzas, en dulce atolondro, quedóse en girones el alma prendida. Que abuela tan linda!
Ahora estoy pensando que si tú vivieras todavía en el mundo, madrecita mia, jubilosamente, ya serías abuela. Qué abuela tan tierna. Qué abuela tan linda!
Azul. todas lds tardes te espera mi alma sedienta de trinos, envuelta en rumores de pájaros y hundida bajo los pinos que pueblan las quietas veredas de aquel nuestro parque.
Hoy traigo la frente curtida de trópicos, y el alma cubierta de nieves polares.
Bullen en mi mente clarores exóticos de sueños que mecen su estrella en los mates.
Serías una abuela. ya luciría tu negro cabello su cofia de nieves.
Tendrías el prestigio de una torre altiva dorada al contacto de soles muy leves, Ya serías abuela, tendrías tres nietos: Rafael, Milagros y la Carmencita; los de mis hermanas; tres astros traviesos que harían luminosa tu frente marchita.
Soñando tus ojos beduinos, se va por las calles erguida mi alma; y alarga los brazos hacia tu recuerdo pristino, sin nunca alcanzar tu retazo tirano de azul fugitivo.
1938.
Pero aunque vivieras, Madrecita abuela, no hubieras podido quizá acariciar del nieto Francisco la frente de seda. tus ojos lindos tendrían que llorar Sueño de alabastro (A mi madre muerta)
Hace mucho tiempo se fué de mi vida la loca Princesa de las trenzas rubias; aquella que trae en su canastilla: palmares y lagos, y cisnes y lunas.
Vive la Princesa lejos de mis brazos.
Rara y displicente se llevó con ella, trocados en claras cuentas de alabastro, mis ennegrecidos collares de pena.
Mi espíritu escarba la seca hojarasca picando sus granos de luz en las eras que se haccen caminos y, arriban la alta torre que hoy contempla en paz las veredas por donde regreso de la primavera.
Escucho a distancia ladrido de perros que punzan el aire con negra soberbia y caen, con un dejo de impotentes ecos.
Los ríos de mayo saltan a mi espalda, y al mar van, con impetu de chivo travieso. yo, con retazos del sueño en mi alma, quoy hacia los brazos del abuelo Invierno!
Huérfana de soles la honda pupila, herida de filos la planta andariega, y las manos torpes floridas de espinas: vengo de regreso de la primavera.
Voy hacia la cumbre callada del sueño, hundida en un cáliz de mistica esencia.
Rezando en voz muda las notas de un Credo. vengo de regreso de la primavera!
Sombra idolatrada, camafeo clásico.
Acacia que daba su flor cada año.
Relicario albo que lleva prendido mi pecho angustiado contra su latido.
conmigo la pena de haberlo perdido.
Hubieras sentido sólo un breve lapso, riendo en tu alma, cuatro nietecitos de alegres pupilas y manos de raso. así, vivirías con la honda tristeza de ver que el más joven de todos tus nietos, mi dulce Francisco, voló hacia una estrella cerrando sus claras pupilas de cielo.
Madre, si vivieras todavía en la tierra, serías una abuela feliz como hay pocas.
Tu sed de cariño, en vez de aspereza, tendría tres arroyos fluyendo en tu boca.
El Día de las Madres, vendrían los tres niños con su canastilla de paja, repleta de flores y dulces, y pan de cariño, a ver tus pupilas mirar con sorpresa. el nieto más joven vendría desde el cielo, volando, a ponerte tu beso en la frente, Un dia la Parca llegóse en silencio, y cubrió tu cara con su manto tétrico.
Sobre las almohadas tibias de tu lecho te dejó, tallada, Como un camafeo de perfil helénico Luego se oyó clara sonar: tin. tin. tin. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica