REPERTORIO AMERICANO 39 Más inteligente que su amo Por VERA YAMUNI Colaboración San José de Costa Rica, octubre de 1938 iban intoxicando, más divertido encontraban el acto. Algunas horas más tardes el cantinero veía a varios de sus parroquianos andando en cuatro patas y otros, en ninguna.
Ocho días después quisieron repetir la bro.
ma. Fox siguió a su amo hasta la puerta de la taberna, en donde se paró firmemente, y ni las súplicas de su amo, ni los golpes de más de uno de los concurrentes lograron cambiar el ánimo del animal. Desde la puerta miraba lánguidamente a su amo. Antonio no pudo emborracharse ese día; la persistente mirada de su perro lo impresionaba y turba al mismo tiempo.
Regresó a su casa y refirió lo ocurrido en presencia de su hijito. Papá es que Fox es muy inteligente, argumentó el niño.
Antonio quedóse pensativo. Desde entonces no ha vuelto a embriagarse.
Brillante idea de Pedro. El pastor estaba desesperado. Pedro, único hijo, quien debía ser el orgullo paternal, no satisfacía sus ansias de trabajador constante y honrado. El muchacho distraía su ocio continuo con paseos matinales y caza de avecillas. Tu ociosidad es inaudita, decíale el padre. Si te agrada vagar a la ventura, bien puedes hacerlo mientras conduces el rebaño. Mas nada convencia al joven de la utilidad y bienestar que trae consigo el trabajo; ni las súplicas de la madre, ni las severas palabras del padre.
Aconteció que un día, llegó a la aldea donde vivía nuestro joven, un mozo de brillance personalidad aunque vendedor de cerdos. En controse con Pedro diez minutos después.
éste había comprado un marranito de pocos los anteojos, me hacía desistir de la idea de visitar a un oculista. Quizás no sea más que un simple cansancio visual, me pensaba. Dejaré lecturas y tareas que hagan trabajar mis ojos con demasia y me convertiré en mi propio mé.
dico.
Los días transcurrían y como mi receta no obtenia el efecto deseado, en una buena hora, sintiéndome valiente y decidida me dije: Sólo los pobres de espíritu son esclavos de sus temores. Dominaré mis nervios y ejercitaré mi voluntad consultando un médico, y pronto estaré completamente restablecida. Mi madre me ayudó a formular mi desición. Esa misma tarde visité al oculista, pues mis ojos me lastimaban más que de costumbre y crei que de no hacerlo inmediatamente, me volvería ciega. El médico, magnífico a mi parecer, no me recetó anteojos sino unas gotas tres veces al día. Grande fué mi satisfacción.
me sentí feliz a pesar de que mi dolor era persistente. Entré en una botica a que me preperaran la medicina en el momento en que los clientes eran muy numerosos. Busqué al empleado menos embrollado y resultó ser un apuesto joven, que atendia a una señorita bastante agraciada. Me da los polvos en seis colones? preguntaba ella a la vez que sonreía más dulcemente. Créame que no se puede contestó él amablemente. En siete colones son un regalo. Oh, Ud. podría perfectamente dejármelos en seis replicó ella con coquetería. Se lo juro, señorita; si esta farmacia me perteneciera, no por seis colones fueran suyos, gustosamente se los obsequiaría, pero no soy más que un estudiante de farmacia, ofrecién.
dole a Ud. el precio minimo.
La muchacha guardó silencio durante un minuto. Pensó que al dependiente le faltaba bastante para ser dueño de una botica, para decir luego. Bueno, tomo esta caja. Después se volvió hacia mí, que entretenida esperaba y murmuró. Son muy buenos polvos, observe la calidad. Yo cogí la caja y asentí, uniéndonos luego los tres en alabanzas. Envuélvame a mi otra. exclamé al fin. El dependiente regresó al momento con dos paquetitos y la joven y yo salimos plácidamente conversando de la botica.
Vera Yamuni es una joven siria, naci.
da en Costa Rica. La presentamos a los lectores de este semanario como autora de cuentos humorísticos breves. Gracia, contrastes, situaciones y soluciones imprevistas, ternura, se asocian en ella para escri.
bir con la habilidad con que lo hace. Raros dones, excelencia de raza. Tanto, que como escritora, se asoma al campo de las letras costarricenses con una voz propia y nueva. Basta leerla en esta pá.
gina con que nos ha favorecido.
Las dos manos, Vera, y que prosiga con éxito. Estamos a su mandar, dispuestos a ayudarle.
Transposiciones La vida está llena de transposiciones. Algunas de ellas traen consecuencias verdaderamente funestas, como la pérdida de un concurso o la retirada de un puesto. Otras, sin embargo, provocan sonrisas.
Siendo yo estudiante de mecanografía, competimos en un concurso, del que saldría vencedora aquella que escribiera el mayor número de palabras con ningún número de errores, en determinado tiempo. Largas horas de práctica voluntaria me daban la seguridad de que obtendría el premio. Mecanografiaba yo muy rápidamente y con destreza. Durante el concurso, aunque tenía la mente ocupada en mi trabajo, pude darme cuenta de que el carro de mi máquina era tirado para comenzar el segundo renglón, cuando la mayoría de mis compañeras iban por la mitad del primero. Pasaron los cinco minutos y mi satisfacción fué grandísima al ver que había escrito ochenta palabras por minuto, en tanto que la más veloz había al.
canzado a 60 solamente. Mas. una transposición. digon por digno y yo fuera del concurso.
Me encaminé apesarada hacia mi casa, pensando en el cambio de letras, cuando me en.
contré a mi amiga Teresa. Tan pronto como me vió me narró su desventura. Ella era secretaria en la oficina del señor Smith. El día an.
terior, su jefe le pidió que escribiera un cheque por 1905 para pagar una deuda. El señor Smith lo firmó creyendo en su competente amanuense. Al poner al día la cuenta bancaria, el tenedor de libros encontró un error en contra de la casa. Revisó los libros y el talonario de cheques, y encontró. una transposición!
Teresa había escrito 9105 en vez de 1905.
Ese mismo día fué despedida.
Para distraer a mi amiga le dije que fuéra.
mos de compras. Realmente yo necesitaba algunas. Nos dirigimos al establecimiento del cual éramos clientes, y conversando con el due.
ño, Teresa le contó que muy pronto partiría del país y se iría a vivir con una tía, omitiendo el motivo que la obligaba a ello. Siento mucho que usted se aleje. le contestó el comerciante. Salimos de la tienda y mirando a mi amiga murmuré: Nos persiguen las transposiciones. qué te refieres? me preguntó. Dime le dije. Qué quiso el comerciante decir: Siento mucho que Ud. se aleje. o. Siento que Ud. se aleje mucho. Curación de ojos Hacía ya algún tiempo me dolían los ojos extremadamente, mas mi notoria aversión a meses.
Grande fué la sorpresa de la madre del muchacho al verlo correr hacia ella con el rostro iluminado por una alegre sonrisa. Qué te ocurre. qué le debes tan plaCentera cara. Qué haces con ese animalito. Mamá dijo el joven, resolvi complacer.
te. De hoy en adelante me dedicaré a la cría de cerdos. Alimentaré bien éste, y cuando se encuentre crecido y lozano lo venderé para comprar pequeños, y así sucesivamente hasta lle gar a formar un bonito capital.
La madre corrió, llena de jubilo, a darle la nueva al padre. Un milagro de Dios. dijo ella. nuestro hijo se torna en hombre de bien.
Transcurrió un mes y los padres observaban a Pedro, sorprendidos de su extraña conducta. Cómo es eso, Pedro. preguntáronle un día; alimentas tu favorito hasta la exageración un día, y al siguiente lo dejas en ayunas. Ello se debe a una razón muy sencilla, contestó el mozo, en un presuntuoso y decidido tono. Cuando mi cliente se decida a matar el cerdo me pagará doble, pues encontrará una tajada de carne y otra de tocino alternativamente.
Escrúpulos higiénicos María afirmaba que no podía dormir sin dejar la puerta entreabierta para que el aire constantemente renovado le permitiera un sue.
ño tranquilo y saludable.
Cierta vez se vió moralmente forzada a pasar la noche en un hotel, con Margo su amiga, mas toda su habilidad oratoria no fué su.
ficiente para convencer a su compañera de las conveniencias que traería consigo un cuarto bien ventilado.
Dos horas de inútil esfuerzo para dormirse, lograron solamente exasperarla. Se levantó a hurtadillas, y sin prender la luz se dirigió hacia la puerta. Después de algunos minutos de (Conclus en la página 42)
Más inteligente que su amo Es indudable que Antonio era un hombre de excelente corazón, afable, modelo de esposo y padre. De todas estas cotidianas y bellas cualidades había sido dotado nuestro amigo, pero los domingos ellas se diluían en una botella de aguardiente. Toñito querido, le decía su esposa. Ya hace siete años me vienes prometiendo formalizarte y todavía no te he visto sobrio un solo domingo. Mujer, contestaba él invariablemente: No te apoyes en promesas.
Una tarde que como costumbre se encontraba en la cantina en compañía de algunos ami.
gos, se les ocurrió a éstos hacer participe de su bebida a Fox, el perro de Antonio. Al dueño no le agradó mucho la idea en un principio, pe.
ro a medida que el perro y los invitantes se Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica