88 REPERTORIO AMERICANO Recordando al amigo Por JOSE MORENO VILLA De Letras de México. México. de noviembre de 1937 Girio novena mamla Liwas killed. Hola, licenciado. Cómo le ha ido, licenciado. y sonreía. Sonreía porque la gente le llamaba licenciado, no obstante su declaración repetida de no serlo. Pues nada, licenciado. Ha visto usted lo de hoy en España. unas veces por Aragón, otras por Asturias, Andalucía o las Vascongadas, entrábamos gustosos en la tierra querida. Porque él la quería como un español más. Muchas veces, hablando de las diferencias gramaticales o fonéticas de México, me dijo: Después de todo, no son mayores que las de algunas regiones españolas. es que para un espiritu universal como el suyo no existían los angostos puntos de vista que solemos notar en los aldeanos.
En nuestras charlas sosegadas, hablábamos de los Presidentes de la República Española como de unos amigos que están algo más allá de las lomas de Chapultepec, pero no muy lejos.
Conocía lo mejor de la gente de España. de una manera nada superficial. Era tan pene.
trante, tan buen psicólogo, como gran catador. Así, al hablar con él de nuestros valores literarios, políticos, artísticos, étnicos o folklóricos, jamás caíamos en discusiones. Nuestros diálogos zigzagueantes resultaban tan apacibles como las carreteras que parten de México a Puebla o a Tasco.
En esto, que parece no ser nada, se ve al hombre de educación profunda y de sensibilidald. Al hombre que nada tiene ya de petulan.
te, jactancioso, finchado o farsante. Cuan.
do él sabía de alguna materia menos que yo, me preguntaba y aceptaba mi parecer.
Después de los meses pasados en su compañía en México, me convenci de que el Estado mexicano tenía en el uno de sus mejores hom.
bres exportables, inteligente, enérgico, fino y capaz de captarse las simpatías en cualquier parte para su nación.
Muy mexicano y muy cosmopolita, bubiera querido traer hacia esta tierra suya lo mejor de la civilización universal, a la vez que hubiera querido hacer evidente a esa misma civilización los valores mexicanos del or.
den que fuese.
Hablando una vez del ir y venir de las cosas y de las dificultades de explicarse la aparición de un fenómeno cualquiera en un deter.
minado lugar, me contó los siguientes: Durante las jornadas veraniegas en San Sebastián solíamos hacer incursiones a la frontera francesa. En el camino, al pasar por una huerta, vi que había un gran plantel de cala.
bazas en flor. Bajé del coche, me acerqué al hortelano y le dije que si me vendía unas cuan.
ta flores de aquellas. Vender. exclamó el vasco. Si no valen nada! Las tiramos a los puercos. Pues yo me las como.
El aldeano sonrió para expresar sus dudas.
pero cortó las flores y me las dió.
Esta misma escena se repitió unos cuantas veces, hasta que por fin le mandé con el chofer unas quesadillas o tortillitas con flor de calabaza, como las que se hacen en México. Las cató el seriote vasco y toda su familia: gusta.
ron mucho de ellas; se informó de cómo se hacían y ya desde entonces comen en aquel pueblo este manjar mexicano.
Así, anónimamente, emigran los usos y las costumbres. Porque mañana. quién sabrá que ha sido todo un embajador el que introGenaro Estrada Dibujo de José Moreno Villa dujo aquel manjar en el pueblo vasco, si es que arraiga. quién sabrá cómo han llegado a Méxi.
co informes sobre determinados y concretos puntos del estado actual de las letras, la inves.
tigación o el arte en España?
No importa que yo lo diga aquí ahora, porque ya sabemos que las hojas periodísticas viven lo que un amanecer o un anochecer. De modo que todo lo que Estrada haya divulgado con sus conversaciones Wanas sobre el Cen.
tro de Estudios Históricos de Madrid, la Re.
sidencia de Estudiantes, la música, los poetas, los políticos, los caracteres regionales de los vascos, catalanes, gallegos, andaluces y caste.
llanos, habrá caído en algunas conciencias, pe.
ro al poco tiempo nadie sabrá cómo llegó al pais.
He podido percibir que el pueblo de Méxi.
co sentía por Estrada respeto y afecto; algu.
nas personas por conocer al detalle las apor.
taciones que hizo a la cultura nacional; pero otras muchas, por barruntar sencillamente que aquel hombre, con un valor humano, capaz de entender los intereses nacionales, la trama de la vida palpitante y la trama de la historia, lo mismo que los problemas pequeños o gran.
des del individuo aislado.
En las librerías, en los cafés, en la calle, en los camiones, he observado la actitud de la gente con él, la de él con la gente. Apego sin familiaridad, es decir, amoroso respeto es lo que fluía entre unos y otros. Quién más.
quién menos, leía en su semblante una inteligencia repleta de conocimientos y ocupada sin afectación en los problemas humanos de su país y hasta de los países alejados. Se puede decir que el pueblo le consideraba como cosa suya, a pesar de reconocer el nivel cultural en que vivía, tan por encima del suyo. es que fue muy humano, generosamente abierto a las cosas más varias. Para estudiarle habría que ver, en primer término, las secciones de su biblioteca: Historia de México.
bras de derecho, literatura universal, arte espa.
ñol, revistas y folletos rarísimos, estampas, cartas. Pero habría que tener en cuenta sus colecciones de objetos varios: jades, cuadros, tapices y alfombras. su conocimiento musi a y su conocimiento culinario y su conocimiento tipográfico.
Su memoria musical era enorme. Yo le vi sostener durante más de una hora preguntas sobre cómo empezaban tales óperas, tales ac.
to o tales sinfonías. Recordaba óperas enteras y, como un director de orquesta, anunciaba la entrada inmediata de las distintas Voces.
Como buen catador de comidas y bebidas, sabía lo bueno de cada país y los restaurantes y bodegones del mundo entero. Sabía lo que había que pedir en el mejor restaurant de Pa.
rís y en la tasca más oscura y sabrosa de los barrios populares de Madrid.
Pero no alardeaba de nada. Era sencillo. Aparentó mucho menos de lo que valía. Duran te su misión diplomática en España no usaba condecoraciones ni en los actos de protocolo y yo recuerdo que entraba como un Juan par.
ticular aun en aquellos sitios donde podía hacer valer su jerarquía. Así, durante la época que se dedicó a estudiar en la Academia de la Historia. Entraba en la Biblioteca, día los manuscritos y ocupaba un sitio cualquiera.
Pero una vez, halló que estaban ocupados to.
dos y le dijo al mozo. No podria sentarme en algún otro cuarto? Señor, no hay más que el reservado para los académicos. Pero es que yo lo soy. cómo no lo dijo nunC1, señer?
Muchos recuerdos tengo del ilustre amigo, pero no es cosa de acaparar todas las columnas con una sarta de ellos compuesta con premu.
ra. Por hoy me contento con cerrar esta nota, repitiendo muy alto que Genaro Estrada fué un gran amante de la España republicana y uno de los hombres de más calidad que México ha dado.
Silva y la realidad económica Tiene el maestro Sanin Cano una anécdota inédita sobre el particular que muestra mejor que diez páginas de nutrida disertación el desacuerdo de Silva y la realidad económica.
Enfrente casi de su almacén de novedades. refiere Sanin Canotenia un tenducho o bazar un señor de apellido Patiño; pomposamente este sujeto habia nombrado su tienda Pórtico, y de ahi que las gentes bogotanas, guasonas y siempre amigas de burlas y retruécanos, le llamaran Patiño Pórtico. Una tarde en que fui a buscar a José a la hora en que acostumbraba cerrar su almacén, al pasar por frente al bazar de Patiño Pórtico, me dijo. No comprendo, Sanín, cómo se sostiene este hombre, ni me logro explicar cómo puede ser negocio lucrativo la mucha venta de objetos de intimo precio, baratijas, estan:pitas y novenas, que sólo dejarán un par de reales de ganancia. Yo a lo sumo vendo uno de mis articulos, muy caros, ciertamente, pero esta ganancia me da unos dias de holgura.
Cuán errado era el criterio mercantil de José. terminó el maestro nos lo dicen sin dar cabida a réplicas los Five and Ten cents Stores que han hecho millonarios en tiempo relativamente corto a los Kress y Woolworth.
La mucha venta es el primer factor en el comercio. La cuenta Alberto Miramón en su li bro José Asunción Silva. Ensayo biográficon con documentos inéditos. Bogotá, 1937. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica