54 REPERTORIO AMERICANO Los peces presenta un patético contraste: la vida incansable y la muerte invariable. Nacer y morir! He aquí los dos verbos en eterna pugna. El hombre, los mundos só lo son completos, cuando conjuran la pareja verbal nombrada. La vida y la muerte en un punto se tocan y provocan el misterio que asusta el corazón, el frágil y perecedero cora zón humano.
El lago Budi ima, pero la raya que tocaba el cielo buyó a un lejano horizonte. Sólo entonces comprendi que el mundo era mayor de lo que crei al pronto Supe después en mi escuela que el globo terrestre estaba compuesto de continentes y o.
céanos inmensos. Que países dilatados y diverversos dividían la tierra. Con el mapa aprendi que el mundo era grande y que su población estaba compuesta de muchísimos millones de seres racionales.
Han pasado los años. Se perfila la madu rez. Sólo ahora comprendo que el mundo de mi infantil geografia no es tan pequeño ni tan grande como lo crei estudiando en el ma.
pa. Ni la primera inocente ideación ni la segunda grandiosa concepción. Cuantos años me restan aún? Nadie lo sa be. Pero siempre en la vida es preciso estar en faena de rectificación de conceptos. La lucha contra el error ocupa muchas horas en la existencia humana. No sólo se buscan verdades novedosas, sino que se destruyen ideas falsas. El hombre es a la par constructor y destructor. de esta paradojal condición saca la grandeza y miseria de su alma.
submarinos de escamas son diversos y numerosos: lisas, robalos, lengua dos, roncadores, sardinas y pejerreyes. El producto abundante de la pesca es conducido a los mercados santiaguinos y de la provincia.
El agua tibia y salina del lago tonifica.
ΕΙ paraje es es idílico: el clima templado. El espectáculo de los campos es una permanente lección de paz, de serenidad que da el armó.
nico orden natural a los vanos ajetreos del ser humano. Tal vez de ahi venga esa cal.
ma profunda que se enseñorea en el alma del campesino. Las pasiones, los entusiasmos, los odios son más tranquilos, más puros, menos al contacto de la madre tierra. Acaso esta observación no sea verdadera: pero hay apariencias que se sienten como verdades. la hora crepuscular, cuando las sombras absorben en su seno enigmático las cosas, el Budi es misterioso. En esos momentos, cuando el alma del lago es sonora, cambiante, profunda y turbadora, se oye la queja de las gua.
las. Grito más doloroso y desolado, acaso pá.
jaro alguno no dé en todo el contorno húmedo de la costa lacustre.
violentos arisco y Cementerio marino Sentado proa, en grata compañia, inicio la navegación del Budi. No es, por cierto.
en bote de lujo. La chica chalupa hace agua: el oleaje es recio y violento. Las emociones resultan intensas. La sed de aventuras del hombre urbano se colman.
ombre Desde mi frágil e iquieto asiento veo el paisaje cambiante y soberbio. Las islas muestran la opulencia de su forestal vegetación silvestre: los campos, la dulce sinfonia de sus verdes, porque su riqueza de matices produce rica musicalidad visual.
En el filo y viril de los cerros die tantes, envueltos en ese vago azul de lejanía, los robledales exponen sus grandes ganchos en busca de altura. Los árboles poseen una alma profunda, alma que en costante pugna sube, sube. El hombre debiera imitar su recto Crecimiento.
La contemplación, sin embargo, no se puede sostener. El bote cruje y las olas airadas rompen su masa en arenilla humedecedora inquietante.
ΕΙ popular lago de los cisnes cantados por Winter inter se presenta poco cordial. No obstante, las molestias del viaje se compensan con las magníficas decoraciones naturales: islas, árboles, arbustos, rocas, playas y quilantales inmensos y sonorosos.
En el Budi viven muchas aves. El hermoSo cisne socis bajel de plumas blancas. se ve de tarde en tarde. Millares lo habitaban hasta 1910. Las gualas nadan en grandes y veloces grupos. Las pollollas, con su rápido vuelo a ras del agua, ponen una nota de movimiento inusitado. Las cayaguas de pico amarillo y de cuello azul bicolorean el ámbito lacustre. La escasa y elegante garza muestra la aristocracia grave y señorial de su porte. los patos, las coicomas, las gaviotas dan a las aguas adornos gráciles y gracio.
sos. El caulli nota blanca tangentea la superficie líquida con grande agilidad.
Carácter y Venir a Puerto Saavedra y no visitar la tumba de Winter, sería no rendir un homenaje al poeta de la región. como el ademán nace espontáneo y cordial, emprendo jubiloso la jornada, ΕΙ camino se divide en dos partes. La pri.
mera, es una vereda cuyo borde derecho, yendo al cementerio, linda con un foso y una baranda de madera labrada. Por el opuesto la do una rústica cerca de tranqueras. Los maderos están cubiertos de líquenes de un ver.
de oscuro. Tras la empalizada, tan llena de y enérgica solidez, ondea un campo de trigo verde aún. Un suave oleaje de espigas rumorea. Los tallos que se rozan y saludan en colectivas reverencias sonoras, tapizan la vega.
Viene después la pendiente. ambos la dos del camino las plantas silvestres mues.
tran sus ramajes desgreñados y en ese simpático desorden de los bosques. La pitra, el naqui, el laurel, el boldo, el canelo, el arrayán, el ulmo, el avellano, el notro, el michay, el espino decoran la senda de paz. La esen cia del laurel y el boldo es penetrante. Las púas del espino, los negr negros frutos del ma.
qui, la elegante hoja del avellano contribu yen a dar variedad y primor al paisaje. allá en el fondo lejano la faja móvil del mar, cuyo rumor perenne llega mitigado por la distancia y la altura, sirve para com pletar el marco grandioso y soberbio de la tela terrestre en la cual descansa el caminante.
La tumba de Augusto Winter es sencilla, casi modesta. Está el poeta sepultado en el seno de la tierra. Tres plantas viven a su vera. Tal vez fueron sus predilectas del jar.
din: una palma, una verónica y una horten.
sia.
Esta sepultura, con ser tan humilde, posee una altísima dignidad. Hay en esos tres se res vegetales que viven en el mortuorio recinto algo de los tieles vigilantes que custodian y adornan. Además, el viento que lle.
ga desde la marina produce un constante rumor de adiós, adiós que oye el visitante como despedida postrera de los compañeros atentos y sumisos del poeta.
El cementerio de Puerto Saavedra, miran.
do la movediza franja platinada del océano, El perfil andino Sube y baja la línea rispida de los picachos.
Se eleva hasta el blanco cojinete de las nubes.
la arista voluntariosa y audaz; húudese la raya de las quebradas en las oscurus oqueda des.
El inmenso, gigantesco temporal roqueño está inmóvil, imponente. Es el rostro adusto y achichonado de la tierra: es el gesto duro, inicuo, indócil de la piel terrestre.
Se extiende amplio, largo de norte a sur En su fisonomía los colores se quiebran en cien matices suaves y dispares. La luz y la sombra luchan en sus laderas arrugadas y esté riles.
Las protuberancias y los abismos se suceden, se repiten, se alargan en hierática exposición, en competencia de brio e impasibilidad.
La Cordillera es subyugadora por los ele.
mentos de fuerza contenida, de majestuoso desdén. Nada la alcanza que la mancille desde lo bajo. Es orgullosa como una divinidad pérfida: es esquiva como las mujeres soñadoras hermosas En el perfil superior de sus torreones silba el viento, desgarrándose en sus flancos pétreos, y las nubes rompen el blanco y blando vellón de sus gases acuosos que coronan al solitario y magnífico y multiforme.
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