Yolanda Oreamuno

REPERTORIO AMERICANO dad había sido su verdadero mo Tuviste sobrada razón, ama merecimientos, porque tus necesi mino.
tivo el acechar la oportunidad de do amigo mío, en decirme cuando dades son harto fáciles de satisfamatar al Califa y lograr luego de abandonado de todos me recogis cer y, tan moderados se formulan En abordar a un extranjero su sucesor mayores ventajas para te en tu casa, que un amigo leal tus deseos que ya nada puedo ha que a tu paso encuentras, nunca los fines que perseguía.
y honrado, no obstante su pobre cer por tí. Te lo asevero de lo seas el primero en rechaza: su Unos días más tarde, cuando za, era una ayuda más certera y más profundo de mi corazón, que deferente saludo o su invitación la conspiración había sido debida eficaz que la que se obtiene de mientras. viva te querré con el mis a la amistad, porque muy bien mente aclarada y ajusticiado el ca aquellos supuestos amigos que vi mo desinteresado amor que tú me puede ser él, un enviado del misbecilla de la misma, Harun vol ven en la opulencia. Jamás podré profesaste desde el primer ino terioso destino para cambiar fa vió a conversar con Abul.
compensarte, en la medida de tus mento que me hallaste en tu ca vorablemente el curso de tus días.
40. sobre cero Por YOLANDA OREAMUNO Colaboración. Costa Rica y enero del 37 (En Panamá torre.
juego de La inspiración. yo la llamo deseo de escribir. es una situación de adentro para afuera, que le viene a uno por una necesidad de exteriorizarse. o es una situación impuesta por el paisaje, un proceso del ambiente?
Hay ciertas cosas tan forzosamente evoca.
doras, que tocan tan quedito en el interior de uno, con tanta discreción! He pensado si estas cosas tan maravillosamente delicadas y lindas son capaces de sacar afuera por un brusco empujón, el espíritu que se siente dormido, atontado en este calor tan aplanador. Es como una mano sudosa encima de la boca, se la quiere uno quitar, está tan horrorosa.
ente tibia. se la debe quitar, se siente tan asquerosa, tan sucia.
tan pulposa la mano del calor encima de uno. Pero queda esa humedad tibia, ese sentimiento de miel encima de la piel que da la sal del mar. Es como un sello, como un lacre encima de las cosas, de chos, de la gente. Todos se vuelven caracoles en esta atmósfera pesada. indecente.
Cada uno camina con su casa a la espalda.
la casa de su encerramiento interior, de su pereza de comunicarse, de su lentitud. Las piernas quisieran moverse más aprisa. Mis piernas tan acostumbradas al ejercicio, exigen movimiento, pero esta tibieza en las rodillas, este sentirse uno acostado constantemente.
Acostado en una cosa caliente.
Esta Calle Central da una impresión de movimiento, pero de movimiento descendiente, de cositas pegadas a la tierra. La gente aceitosa no asciende en febrilidad de acción, se arrastra sobre la calle. Los carros parecen más planos, más achatados. La tierra caliente chupa, chupa la vitalidad, disuelve la gente en un es eso de estar untados unos con otros, mojados bio a las doce del dia. Por eso la panameña se viste de colorines. Hay la necesidad de borrar con una barrera de color, esta igualdad de pieles, igualdad de suciedades. El blanco quiere parecer tan limpio, el rojo se ve tanto, el morado cuesta más caro. Hay que poner colorido en esto. Da la impresión de una gelatina de frutas de esas gelatinas que hacen en las casas de familia los días domingo, un montón de colores molidos por el aglutinamiento de esa masa uniforme en movimiento, ro movimiento independiente, movimiento incierto, cada pedacito de gelatina quiere ser uno, pero está pegado, pegado con el otro y se mueven en un constante deseo de independecia que aborta en un temblor. los negros son los únicos que no naufragan en este mar de chocolate. Su piel tiene ya el colorido, se pone tan brillante y tan bonita! Parecen muebles nuevecitos acabados de charolar, goteando sudor por todos los poros. En un clima frío, un negro es un pedir misericordia andando por la calle. En este calor son la justificación. Aquí hace calor para que ellos se vean bonitos, sedosos, aterciopelados.
La carreta bosteza sobre el polvo y parece un puente de goma entre dos azules, el azul del mar y el azul del cielo. Se me hace un tanto larga. Es aquello del camino desconocido, duro, ingrato. Quisiera poner atención a lo que hay a los lados, pero no puedo. Tendría que volver a ver, tendría que hacer músculos, tendría que esperar el golpe del vien.
to que me despeine por otro lado. Casi no tengo voluntad de pensar toda la cantidad de cosas imperceptibles que hay que hacer para volver la cabeza. Seguramente no estoy muy cómoda, pero estoy quieta. como no puedo moverme, prefiero adivinar lo que pasa por los lados. Con un poco de bizquear los ojos y un más de imaginación puedo darme cuenta. Es una masa verde que se mueve. Se mueve? Resbala suavemente manteniendo un calderón de inercia en el centro y cambiando lentamente de perfiles.
Es como una cinta mal cortada. Son las siluetas de los árboles que la velocidad del automó.
vil une las unas a las otras. parece que se estiran, que se encogen, que se recuercen. Pero no se cortan, ya casi creo que se va a terminar esta pantalla verde: que de repente, algo.
una construcción, una bifurcación del camino, la clemencia de alguna persona me ha de librar de esta visión serpentina y necia que ya no sé si veo, si siento o si la llevo pegada a la retina.
No es la cinta misma la que ha hecho variar mi paisaje, es la velocidad del automóvil que disminuye y la serpiente deja de ser serpiente, es ya un árbol, dos árboles, una piedra com huerta, una roca, hasta debe de ser aquel un mango. El magnetismo de la visión disminuye sobre mí, creo que he vuelto la cabeza.
Ahora paramos. mejor dicho ante nosotros se ha parado una magnífica construcción en pedazos. Se me ha plantado enfrente con exigencias; como la proximidad no me deja verla toda, me obliga a bajar. Es toda grande, digna, señorial, esta torre de iglesia. Las piedras guindando unas de otras, subiéndose la grande por la espalda de la chiquita, jadeando reptan hasta arriba. Hasta alcanzar el árbol que crece para alcanzar la torre, o basta la torre que se yergue y se mantiene por no dejarse dominar del árbol. No sabríamos cuántos metros de alto tiene ni me importa, lo que me interesa es que se ve magnificamente linda e inquietante. Da un espantoso miedo de que se caiga, vive en una sensación de peligro que pone el alma en equilibrios de admiración No puedo resistir la tentación de entrar Quiero sentir la frescura, la tranquilidad de estas piedras y probar su poder de evocación.
Ya casi le iba a abrir la esclusa a mi imaginación y ya iba a soñar abadesas y y monjes y novicias cuando he pensado que todo esto exigiría pensar este convento con todas las paredes que le faltan. Allí donde hay un cortinaje y allá donde el árbol aquel se ha metido en la como un cáncer y entretejido sus raíces como un encaje, no tendría que existir nada, sólo cuadros y confesionarios y tal vez un altar dorado con acurrucados monaguillos, para que yo pudiera colocar abadesas, monjes y novicias. Porque las torneras no podrían vivir donde no hubiera puer tas cerradas y los sacerdotes no tendrían razón de ser sin un altar. He preferido por eso dejar todo como está. Nunca esta torre nueva, fresquecita podría ser tan linda como ahora, rota, sucia, deshilachada. Ninguna no vicia pálida podrá ser tan linda como ese tro zo de mar que se dibuja entre esa grieta, ni ningún órgano podrá tocar nunca tan lindo como las olas en esta tarde entre las rocas.
He sentido una sensación de triunfo en la garganta, no sé por qué localizaré la sensación de triunfo la garganta, pero allí es donde la he sentido. El triunfo del sobre la imaginación. Es mejor, más pura la realidad como yo la veo que como la puede pervertir mi cerebro. Siempre hay algo de enfermizo en desvirtuar la realidad. Por qué he de que rer mi belleza, la que yo creo, sobre esta belleza que me impone esta torre, esta torre que si puede ser una señora con enagua de crinolina y zapatos de raso, es mejor una simple torre en pedazos, contra un mar azul y que se sostiene con el báculo de un árbol tan viejo como ella, pero tan verde y lindo como el gris rosado de la piedra. Es indudablemente muy sutil esta armonia de colorido, verde, azul, violeta, ro.
sado.
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