314 REPERTORIO AMERICANO Una voz clara y dulce. Gabriela Mistral Una voz clara y dulce conturbó mis sentidos. Era voz de sirena o era arrullo de mar?
La canción de la vida se posó en mis oídos. no supe de dónde provenía el cantar. vagué. vagué insomne por los huertos floridos, ascendí a las montañas, me extravié en el pinar. eran vanos, inútiles, mis pasos doloridos.
Ignoraba de dónde provenía el cantar!
Presa de la inquietud, interrogué a los vientos, interrogué a las aves. Mis torvos pensamientos urdían la madeja de extraño razonar. cuando ya mi cuerpo se rindió a la fatiga, sentí que de mi alma brotó la voz amiga iy me puse, extasiado, la canción a escuchar!
Soy como un árbol joven.
Pilando café Talla policromada del escultor Roberto de la Selva Alejado del ruido mundanal soy dichoso.
Me acarician las manos de una casta mujer.
La inefable sonrisa y el ademán gracioso de una robusta infanta llenan todo mi sér. su vera, cercado de libros y de calma, siento correr las horas con dulce beatitud. La paz de mi familia es la paz de mi alma!
En mi espíritu alienta la noble juventud!
Soy como un árbol joven a orillas del sendero que brinda generoso sus sombras al romero y su ramaje al lírico trinar del ruiseñor.
Con los ojos abiertos, escrutando la altura, mi alma se desborda en ríos de ventura, herida por un rayo de sideral amor.
Desgarrando al desgaire.
Desgarrando al desgaire los negros nubarrones, la luna, casquivana, asoma su segur.
Simula una cascada de luz, los airones grumosos se diluyen en los campos de azur.
Aires provocativos agitan las melenas de los frondosos árboles que pueblan el jardín.
El cielo es una era sembrada de azucenas.
Aspirase el aroma del nardo y el jazmín.
En la roja ventana de un vetusto edificio que se alza tenebroso, cual procaz maleficio, recorta su silueta un gato original. en la calle desierta, silenciosa y moruna, orlada por los albos fulgores de la luna, dormita el displicente guardián municipal.
Nevaron en la plaza de toros. Eduardo Barrios, en Santiago de Chile Nevaron en la plaza de toros los pañuelos.
En los amplios tendidos florecieron los nardos y el sol la coruscante mantilla de sus dardos prendió a la mexicana cabeza de los cielos.
Músicas, dianas, palmas. Olés, bravos. la oreja!
En el centro del ruedo sonrió alegre el espada, al desgarrar el aire la triunfal clarinada. La plaza era una copa de alegría bermeja!
Déjame que te admire.
Déjame que te admire en el lejano fulgor de las estrellas, que te aspire en la suave fragancia del manzano y que, como el naciente sol, te mire.
Yo no sé dónde estás, pero te siento cerca de mí como un leve suspiro que rozando al pasar mi pensamiento, enclávase en mi frente cual vampiro. así, llena de ti, mi alma entera se transforma en florida sementera pletórica de ramos y de flores, que tu amor es mi amor. el sortilegio de tu memoria, el grato y dulce arpegio del agua que fecunda mis alcores.
En los palcos de honor florecían los rojos claveles de las reinas que, plenas de sonrojos, regalaron al héroe con su mejor sonrisa. al posar el torero sus miradas en una de las damas, vibró como rayo de luna en un claro de selva, en mitad de la liza.