Hitler

Cartas irreverentes Fritz, cervecero teuton Por RAFAEL SANCHEZ DE OCANA De El Nacional. México, Junio de 1937 en descubrir 1Prosit!
barcos y Confieso que la primera vez que te ví, me impusiste cierto respe.
to. Altivo, tras del mostrador, servios a los parroquianos con aire de superioridad, como si les hicieses señalada merced. Luego de reflexionar, caí en la cuenta de que semejante actitud se debía a tu superioridad racial, que por cierto, fue un francés en el conde Gobi.
neau. Hasta entonces, no obstante ser romanos por torpes de enten dederas y sin prever futuras alianzas, Julio César y Tácito, fueron más bien severos que indulgentes, con tus antepasados, que vivían en hordas y de manera selvática, mientras los españoles, en Cádiz y Alme pongamos por ejemplo, gozaban ya de los beneficios de la civilización. La caracteristica de tu pueblo, decían los antiguos, era el furor, el furor teutonico; y justo es reconocer que esa tradición cultural ha sido mantenida con dignidad. Animado por el des.
cubrimiento, luego de mirarme a un espejo que por ahí había, y convencido de que por azares de la sangre era dolicocéfalo rubio, y por lo tanto de la más excelsa de las razas, dicho sea con las licen.
cias de Hitler y Mussolini que son morenos, te pedi un vaso de cer.
veza, de igual a igual, sin humillaciones. Así nació nuestra amistad, la sombra protectora de Gambrinus, uno de los escasos dioses a quien tributo pleitesía sin menoscabo de mis convicciones filosófi.
cas: de las diosas soy muy devoto, lo reconozco, ya que para rendir.
las homenaje, lo que se necesita no son precisamente convicciones.
Necesito enviarte mi felicitación por las hazañas de tus compa triotas. Después del Tratado de Versalles no habían menester de otros laureles de victoria. Mas para dar una lección de patriotismo la sombra de Kant, filósofo prusiano y traidor, que entre muy no.
tables estulticias creía en la paz perpetua, aprovecharon la honrosa oportunidad de que España se desangraba, para asombrar al mundo con un rasgo caballeresco. Los esforzados voluntarios alemanes ya habían dado resplandecientes señales del espíritu civilizador que los anima, lanzando desde las alturas tupidas lluvias de bombas y metralla, sobre las ciudades españolas, con incomprensible sorpresa de las mujeres y de los niños que lloraban, sufrían y morían con infinitos gestos de horror y ninguno de regocijo, tal es la ingratitud hispánica.
Pero estas proezas, sin duda por modestia, las ocultaban cuidado samente tus compatriotas. En vano juzgaban los vascos, pueblo que recorrió con amor otro mal alemán, Guillermo Humboldt, que los aviones que destruyeron Guernica y Durango, eran germanos. Vo.
ceros autorizados de tu imperial gobierno, a caballo sobre impe.
rotivo categórico, afirmaban que todo ello eran invenciones hijas del miedo, que como decía Tito Lucrecio Caro es el origen de los dioses, también podría serlo de los héroes, que no otra cosa son los aviadores, tus paisanos. Alguno que otro llegó a caer prisionero; entonces la prensa de Berlin, tiene libertad lo que se le obliga decit. aseguraba que los aviadores cautivos eran inofen.
vos turistas, extraviados por las inseguras rutas del aire.
dicho sea entre nosotros, los vascos pertenecen a una raza misteriosa, pero no son arios; el resto de los españoles tampoco lo es, al menos con la debida pureza, ya que mucha sangre árabe corte por sus venas. Qué escrúpulos habían de tener los descendientes de Wotan? Si este argumento antropológico no fose convincente, el ejemplo de Franco si lo es. He aquí un heroico guerrero que ha cifrado su legitimo orgullo en destruir a España y matar al mayor número de españoles, por puro españolismo. medida que se derrumba una ciudad y que montañas de cadáveres van bajo la tierra, goza más, se exalta más, hasta llegar a las lindes de la locura patriótica. Cuando la historia haga justicia, si se entre tiene en semejantes menesteres, su recuerdo habrá de colocarlo en.
tre las humanas sombras de Atila y Gengis Kan. Si esto hace un español que no deberéis hacer vosotros, los alemanes, en esta noble carrera de emulación hacia la gloria. Prosit!
Mi felicitación, amigo Fritz, va empañada por la tristeza. Me a.
pena infinito que unos inocentes marinos de guerra, que a bordo del acorazado Deutschland, en la bahía de Ibiza, entretenían sus ocios jugando a la taba, acariciados por las brisas azules del Mare Nos trum, hoy de Mussolini, hayan sido cobardemente asesinados por unos aviadores republicanos, que a los saludos amistosos que desde el navío les hicieran con sus cañones, contestaron con igual corte.
sía arrojando unas bombas. Bien sé, y tú también lo sabes, que el barco no debía hallarse alli, fondeado en puerto rebelde, por vedár.
selo una convención internacional, que el gobierno del Reich firmó.
Mas ¿qué son los tratados? Pedazos de papel. Un canciller vuestro lo dijo francamente en los comienzos de la guerra europea. qué obligan? nada. Los que saben más de estas cuestiones son los bel.
gas: a ellos nos remitimos.
Semejante atentado al derecho de gentes no podia quedar impune, como los bombardeos de Madrid y de Bilbao. Yo me esperaba una pronta y adecuada respuesta, pero confieso que ésta ha sobre hundido pasado lo que imaginé. Al día siguiente, el Ciudad de Barcelona fue con su tripulación y pasajeros por un misterioso submarino. Lo de misterioso es un decir, pues todo el mundo sabe que pertenece a la valiente flota alemana, especialista en echar a pique cautelosamente, sin dejar huella, a barcos indefensos; de esto saben un poco nuestros vecinos, los americanos. Por modestia, hoy como siem.
pre, ocultaron la proeza. Prosit!
Esto no bastaba. a la luz del día, gallarda, abierta, heroicamente, una flotilla del Reich, decidió vengar la afrenta. Se dirigiría a Car.
tagena, que es plaza fuerte. Acaso a Valencia que cuenta con medios de defensa? Na: en modo alguno. El heroísmo alemán reque.
ría otro escenario para su gloria. Por ello bombardeó el indefenso puerto de Almería, reduciendo a escombros la ciudad. Habitantes pacíficos, mujeres, niños, fueron las víctimas de este acto humano, justiciero y muy alemán, con el aplauso del mundo y la pública y cordial aprobación del general Franco, que como es sabido, cuando se trata de matar españoles, no puede contener su jubilo. Los dioses tiener sed.
Pero si no conoces la historia de España, te voy a recordar dos hechos que pintan a un pueblo y lo desacreditan. Allá por los años de 1889. hallándose en guerra con los Estados Unidos, una flota española se encontraba en Cavite, en el archipiélago filipino, que por azar inexplicable y absurdo, al igual que América lo descubrie.
ron los españoles y no los alemanes. La componin unos cuantos viejos, algunos de madera, con artilleria escasa y deficiente.
Su rival, al mando del comodoro Dewey, formada por poderosos cruceros acorazados de tipo moderno, casi la doblaba en tonelaje, sin casi, sino con exceso en cañones. Pues bien, el almirante Mon.
tojo, tuvo la estúpida osadía, el injustificado atrevimiento de tra.
bar batalla sabiendo que iba a la muerte. La flota española fue des.
truida y como detalle significativo que tú despreciarás, te diré que sucumbieron ciento un marinos y fueron heridos doscientos ochenta. Los americanos tan sólo tuvieron siete heridos. Qué pueblo os éste?
En Santiago de Cuba ocurrió algo parecido, e igualmente censu.
rable. El almirante Cervera salió con su flota, sabiendo que iba a la muerte, pues la superioridad del enemigo era aplastante; sus bar.
se hundieron, encallaron o ardieron. Sus cañones anticuados, no alcanzaban a los acorazados de Sampson, quien pudo con toda comodidad tirar al blanco sin peligro. ante este gesto de desesperación impasibilidad en el infortunio, los norteamericanos, que en el fondo son buenos muchachos y sentimentales, se conmovieron. Cuan do Cervera desembarcó en Nueva York, fue aclamado por la muchedumbre como si se recibiese a un general victorioso. Verdad que esto no puede comprenderlo ningún alemán. Prosit!
Con una marina como española, que cree que su deber es com.
batir aunque se hunda en las aguas, no hay nada que temer, y si mucho que despreciar. La marina de tu patria, tiene otro concepto del honor y del heroísmo desde luego el más justo y elevado. Cuando se firmó el a misticio de guerra europea, la gran escuadra alemana, una de las más poderosas del mundo, y legitimo orgullo del Imperio, se hallaba intacta. Pues bien, con un gesto heroico que hace honor a la disciplina alemana, aquella maravillosa, temible formidable escuadra, se entregó a los ingleses sin disparar un cañonazo; y nera de un rebaño de corderos marinos, todos los barcos se dirigie.
ron en pacifica marcha a Scapa Flow. Como ves, amigo Fritz, no pueda haber comparación. España es algo absurdo, que merece ser borra.
do del mapa. Ahora abrigo la seguridad de que cuando tu gobierno se ponga enérgico y si como es de desear hace la debida reclamación, la flota republicana española se apresurará a entregarse con igual docilidad que lo hizo la de tu patria y zar para rumbo a Kiel, ya que el poco calado del Spree no la permite llegar a Berlin. Tú no puedes comprender a España. Pero qué pueblo es éste? Digo ¿qué pueblo es el otro. Prosit!
que para rodo COS SC Además, y a podrirse y ya mа.