REPERTORIO AMERICANO 255 De mi aldea La Ceiba melodía, reían y saltaban al influjo de la música. en el correr de las horas parecía que La Ceiba, que sabía de alturas, que sabía de Dios, recogia filosofando toda la armoPor EDELMIRA LAGOS nía derramada en su alrededor, risas de niños. Envio de la autora. Sta. Cruz, Guanacaste (Costa Rica. 20 IV 37 música arrancada a la madera por manos ruA doña Cata de Leiva. con mi más alta estimación.
das y callosas.
Cuando vamos a decir algo acerca de un El tronco panzudo. de corteza rugosa por Amiga Ceiba! La visión de tu vida hizo amigo, ponemos impensadamente la mano so. el tiempo, se apuntalaba en soportes enormes una hendedura en mi corazón. Yo disfruté de bre el corazón y sobre nuestro amigo cae sua y fuertes, continuados seguramente por rai.
tus dones: las armonías que se desgranaron ve resplandor. como de luna, como de estre ces profundas que debían exprimir por tone.
a tu alrededor pasaron rozando mi vida y lla, como sol naciente. Resultado? ladas el jugo de la tierra, para sustento de esformaron parte de ella!
Brotes de nuevas simpatías para el amigo aun te gigante amigo. Qué chiquita, que insigni. pasó el tiempo: se apagaron vidas aque no le conozcan, porque el corazón es un ficante me sentía a su lado! Pues si podía es.
madas y la soledad y la tristeza me fueron cirgran sembrador conderme en una de las concavidades de los cundando. Trajinaba el sendero de otros Voy a hablar de mi amiga La Ceiba y estoy Fantales! Como a media altura del tronco días. Era una mañana de sol, del mismo sol segura de que aunque nunca la hayan visto, había hecho el tiempo unas hendeduras como brillante y ardoroso que maduraba el fruto de la amarán, porque sobre su memoria verte ventanas en donde alojaban los garrobos seda. Era en Enero de 1936; el viento y el rá mi corazón toda la luz que ella tras lar y desde donde asomaban la cabeza de vez polvo gris me azotaban de igual modo, ellos gos siglos supo conquistar.
en cuando con aire de principes en los balcono cambian. Busqué con ansias la sombra de La conocí en 1911 junto al camino blan nes de su palacio mi amiga de hacía veinticinco años, la aco y sinuoso que conduce a la escuela en San medio día las vacadas de las vecindades miga generosa del camino. y encontré.
Antonio de Nicoya: caminito que acarician se reunían a la sombra de La Ceiba a rumiar, pero ay. yacente. Su tronco como panza pies descalzos de niños. Era yo una chiquilla, quietas, mansas, som nolientas como quien sien.
de elefante interceptaba la vía. Caída, pero siemcursaba los primeros años de Colegio y gus te los miembros cansados después de largo pre grande, majestuosa, parecía orgullosa al taba de soñar junto a las cosas humildes y trajín. Qué paz más perfecta así bajo el a darse cuenta de que aún en tierra era inacce.
sencillas de la naturaleza.
brazo sombrío de esta amiga poderosa! De sible. Los huracanes del invierno la habían La Ceiba junto al camino era una caricia esta amiga que bebe sol quemante y derrama tumbado porque su corazón se había carromi.
a los ojos, al espíritu. al cuerpo, de quie frescura generosa.
do de tanto darse. Sus raíces profundas y nes como ella habitábamos bajo un sol can Recuerdo haber visto más de un anochecer fuertes se cansaron un día y no pudieron cum dente, entre nubes de polvo gris que el viento junto a su tronco: a esta hora aumentaba siem.
plir su misión. El viento la venció. Todo era de enero se complace en llevar de lugar pre el número de visitantes. arriba las aves.
triste en torno, con esa desolación de lo irrea otro en remolinos caprichosos. Con su al. lapas, loros, pericos, carpinteros, palomas, mediable. El tiempo se había llevado uno a tura de coloso, cuarenta, tal cincuenta urracas, etc. en alegría desbordante: abajo.
uno a los vecinos, unos a la eternidad, otros.
metros, parecía un centinela la llanura en el amplio manto de su sombra, los niños tal vez los chiquillos al crecer habían emide los bosques talados, convertidos ahora en a sus anchas, entretenidos en juegos caracte.
grado. En el lugar donde estaba la casita pastizales o simples tacotales. viviendas de rísticos: jugaban de montar toros, amansar sólo había un horcón que se asomaba entre zorros y alimañas. Su copa se extendía in.
las breñas que crecían por todas partes.
potros, de hacer desmontes, de labrar tucas, mensa, casi simétrica, circularmente vista des. de tocar marimba, de hacer velas de santos Largo rato contemplé a la amiga. Tam.
de abajo: el follaje tupido era una constan. rezos. de bailar, etc. Muchas veces par.
bién ella se iba hacia allá. Todavía no se te y ferviente imploración a las alturas: siem. ticipé de estos juegos porque era aun una había marchitado porque en su vástago la pre a lo alto, siempre tras la luz, tras lo diá. infante y porque las alegrías de los niños aca savía es abundantísima. Al caer, se enterró fano, lo intocado, pues a sus ramas creo que rician el corazón.
uno de sus grandes codos y quedó reclinada nunca llegó el polvo, por más que el viento En la época de los renuevos tiernecitos ha como si descansara. Su tronco así formaba en sus enojos lo arremolinase infundiendo te cían los monos su incursión al árbol, per una especie de arco triunfal cantando a la rror a lo bajo, a las yerbas débiles y rastreras, maneciendo en él una temporada de perpetuo vida. La enorme copa se había despedazado, a los animales pequeños. Muchas veces me banquete con el manjar que les ofrecía la nani una hoja quedaba ya, pero en su afán detuve a su sombra, me envolvía en ella para turaleza, al tiempo que daban nuevo cuadro de vivir y buscar las alturas para derramar el soportar los ardores del sol y mirar sin mo.
a esta preciosa vida de mi amiga inolvida bien. habían brotado tres ramas en el codo lestias las hojas brillantes. Allí en la copa ble.
que se había enterrado un poco y la sostenia: los loros y peri metían bulla en sus fies. venían las noches de luna a darle nueeran tres ramas vigorosas, tiernecitas, ricas tas vespertinas, bulla loca ciertamente, pero va belleza y majestad. Incansable en derrade savia, con hojas lustrosas. No pude conque sellaba de vida a La Ceiba en su sereno mar el bien, allí en su copa, en su tronco, tene mi entusiasmo y besé los hojas acaricie estar allí sola en la llanura.
en los huecos de sus raíces, daba abrigo a las ramas que constituían el último esfuerzo Los soles del verano habían madurado ya miles de seres de día y de noche. qué be de un corazón que vivió sólo para el bien.
el fruto elíptico, que en nuestro lenguaje crio. lla en la noche, parecía un enorme hongo Se me ocurre que esas ramas significaban la do llamamos jícaras de ceiba; empezaban de plata!
Fe en su esfuerzo hacia la luz: la Esperanza a reventar y el algodón sedoso (envoltura Vida que pasaste así tan generosa, quién en alcanzar la altura, la perfección; y la Ca.
de las semillas) y mullido saltaba en copos se acordará de ti?
ridad para verter el bien generosamente.
que el viento se encargaba de llevar dando vol. Como a clen metros de La Ceiba vivía una Días después, en la época de las queny teretas, lejos, muy lejos. Este viento se me familia de aldeanos tan buenos y sencillos un incendio desvastador buscó la parte viejo ocurre que piensa, que siente y se complace en como ella, Dos notas de vida se destacaban mida del buen árbol que estaba sa sus sus tres molestar. Abrazaba silbando a La Ceiba, le ya en el correr de los días en armonías deliciosas, que contemplaba arrancaba las sedas del fruto y se alejaba en un montón de chiquillos y una marimba to ramas, su último para como fuego se hizo carcajadas. Al verlos volar me parecía que e cada por el jefe de la casa y por el hijo ma.
superior, lo envolvió, estruyó por comAl amanecer lla echaba a volar su pensamiento en la in.
pleto en una tarde, tención de que otros lo recogieran, lo agran. Horas de música. La tarde y parte de daran y lo aprovecharan mejor.
la noche, principalmente en noches de lu. Ceiba amiga. sobre tu mullido algodón sueñan sus sueños de oro las cabezas juve. Horas de bulla infantil. En las maniles de la aldea: el amor teje así en sueños ñanas en viaje a la escuela, en las tardes doNo. 30 de Sur (acaba de llegar) con articulos de sus cadenas de oro sobre el tibio plumón de Alfred Metraux. Aldous Huxley. Maurice Edgar radas y en noches de luna allí junto a LCoindreau. Francisco Romero, etc tu pensamiento desprendido y hecho caricia. Ceiba.
Precio del cpr. 50.
Eras muy buena. Por eso en horas vespertinas Las notas de la marimba pasabar rozan Sterne. Viaje sentimental. Novela 75 venían las muchachas a buscarte, a recoger do la alta copa donde el viento pa su can.
Thackeray. El viudo Lovel. Novela 00 00 el algodón para las almohadas, formando co.
con: pasaban también por las nendeduras del MI. González Prada: Bajo el oprobio Edwarls Bello: El chileno en Madrid. No.
mo las aves. bullicio alegre, risas, cantos, pal tronco, habitaciones de garrobos. grillos y ci. 00 wela 2da edición pitar de corazones por caminillos tendidos ba. garras, artistas de la naturaleza Con el Adr. del Rep. Am jo las sombras de los canelos en flor!
Los chiquillos sin hacer caso del ritmo ni la Calcule el dólar a 00 yor el viento se llevé cenizas y las regó en los campos com na bendición de albura, Puer interesarle: na.