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382 REPERTORIO AMERICANO en la libertad del individuo. Saben lo que es la revolución española y hacen esfuerzos por enterarse cabalmente de lo que significa la intervención italiana y tudesca en aquel conflicto patriotas y moriscos. El problema de China es más oscuro para ellas y demasiado lejano. Las vacilaciones de de los poderes europeos.
en materias, para estos colombianos, de una sencillez euclidiana, los dejan perplejos como a los grandes pensadores.
Sin embargo, de entre los numerosos matices de opinión y penetrando un poco en el alma de quienes se niegan a expresar su sentir.
puede llegarse a una conclusión desolada para el alma sinceramente democrática. Los conservadores en una mayoría preponderante o casi absoluta son partidarios de la insurgencia española. En la mayoría de los casos es punto de fe. No aplauden, pero cohonestan cuando no la niegan, la intervención de las potencias en la sublevación del ejército y la armada españoles. Casi todos, a pesar del Cuadrilátero.
aceptan abierta o reservadamete la necesidad actual de los sistemas elaborados con varios nombres y realizados por medio de revoluciones y golpes de estado en Italia, Polonia, Grecia, Alemania y Yugoslavia. Por lo que hace al Extremo Oriente la actitud no es tan marcada. La distancia borra las fisonomías morales y hace más confusos los acontecimientos.
El japonés, por otra parte, carece de simpatia en este pais.
Pero hay algo más grave. Hay muchos liberules en las clases dirigentes y en los medios acomodados que no hacen secreto de sus fervientes simpatías por la causa de Franco. Vacilan en cuanto a la intervención: pero defienden, con argumentos reveladores de una tenaz voluntad de desconocer los hechos, los regimenes de Mussolini y Hitler. los argumentos de un demócrata convencido sobre el peligro que envuelve para nuestra vida política y para nuestras firmes tradiciones de civismo aplaudir o excusar regímenes tales como el fascismo, responden alzando los hombros, Raras veces he gozado tan ampliamente las voluptuosidades de la impopularidad.
Lo que antecede no se dice en son de censura. Es la expresión de una experiencia, en parte inesperada, en parte tal vez fácilmente previsible. Sin embargo, hay razón de tocar alarma.
Si todo el partido conservador y numerosas unidades de la antigua vanguardia liberal: si los poseedores en masa, los burócratas encasillados, y muchos de los los que se titulan y debían ser dirigentes de la conciencia nacional desconocen sus principios de estabilidad nacional y admiran a los europeos destructores de las libertades públicas, qué va suceder en este país el día de plantear la pugna definitiva entre la democracia de verdad y los sistemas opuestos!
Carta alusiva Envio del aufor La Habana, dic. 28, 37.
Sr. Luis Alberto Sánchez.
Santiago de Chile.
Compañero y amigo: Largos viajes, una estancia de más de tres meses en la España leal y heroica, un mes en New York, me han impedido conocer hasta ahora, ya en mi Habana, su artículo del Repertorio: Apostillas clarificadoras a una polémica finita. Lamento muy de veras el retraso de esta carta. Creo que, en todo caso, debe escribirse.
Su artículo se cierra. o se abre en una actitud que no puede quedar sin respuesta.
Quiere usted que superemos, en una obra de servicio americano, humano, no sólo el ánimo polémico literario sino las huellas rencorosas que le son anejas.
Tal propósito no puede hallar en mí sino profunda simpatía. Creo como usted que tenemos un pleito grande entre manos y que a él y no a arrancarnos el pellejo. debemos entregar nuestro mejor impulso. Nunca fui amigo de pleitos literarios y eso de mojar la oreja a los ilustres colegas me pareció de siempre la más deleznable tarea. Si alguna vez me enzarcé en polémicas interliteratos no fue por hacer oficio de tal faena sino, simplemente, para defenderme. Usted recuerda en su artículo mi dura calificación de Carlos Manuel Cox. Lo llamé, en efecto, insolvente mental y moral. Pero lo hice porque lo que he leído del Sr. Cox me pareció y me sigue pareciendo de una debilidad preagónica y yo tenía y tengo no sólo el derecho sino el deber del juicio honrado. si estimé su intención torcida. de ahí lo de insolvencia moral. fue porque el Sr. Cox, como a usted le consta, acumuló contra mi persona en artículo publicado en Claridad, de Buenos Aires, la mayor cantidad de falsedades calumniosas que se hayan acumulado contra nadie. tal punto, que gentes muy contrarias a mi posición política y en medio de las más ardorosas luchas nuestras, se negaron a reproducir en Cuba el artículo de Cox por estimar que no era la mentira el arma mejor para combatirme.
Si aclaro estas cosas. y con ell8 puede parecer que contradigo mi decisión de unir esfuerzos nobles sobre tristes resquemores polémicos. es porque me importa, como usted entenderá, que no se me tenga por denostador gratuito y venal. Fuí atacado por el Sr. Cox y me defendi. Fui atacado por usted que me acusó de hacer de mi amado Martí un ente imperialista) y me defendí otra vez. lo hice siempre, recuérdelo, doliendome del caso y del tiempo excesivo que estas obligadas defensas me ocupaban. Porque creí entonces, como creo ahora, que otras cosas más altas y más generales debían mover nuestras plumas. Si es obligación inexcusable señalar el error y la aseveración mendaz aunque se refieran a nosotros mismos, es más alto deber señalar los errores y falsías de los que a todos nos malquieren por querer nosotros una convivencia más justa.
Sí. olvidar y a trabajar. Cómo no? Bien sabe usted que en ese camino me hallara siempre. Sospecho que también a nuestro admirado Mallea. Se acercan para nuestros pueblos días muy duros. Ya ve usted lo del Brasil. Gravísimo puede ser lo que veoga en México.
Allí se entienden ya, en una conspiración miserable, cristeros y porfirianos, gente de Calles y de Cedillo; todos afilan su odio cobarde contra la obra y la persona de un americano magnífico: Lázaro Cárdenas. Ni el sangriento Ubico, ni la Alemania nazista, ni los reaccionarios yanquis (esos mismos grandes amigos de los actuales opresores de Cuba) son ajenos a la conspiración cavernaria. México fachistizado sería una regresión incalculable para Hispanoamérica. En la lucha porque no ocurra, en la obra porque nuestros pueblos tiranizados encuentren camino cierto de superación popular, debemos unirnos todos. La articulación de todos los elemen tos contrarios a la posibilidad democrática (que es, a fin de cuentas, posibilidad revolucionaria) es cosa urgente dentro de cada país. también entre todos los países de nuestra sangre. Oportunísima toda obra hacia ese fin.
Muy bien que se efectúe ese Congreso de Partidos de Izquierda que quieren los compañeros del Uruguay. No creo que un Congreso va a decidir nuestro futuro pero sí que mil acciones de este orden nos acercarán a un entendimiento eficaz. Sí. El momento es de unión.
Muchos somos ya los que, en Cuba, luchamos diariamente por una alianza franca y limpia entre los que quieren la libertad verdadera de nuestras masas. Nadie nos hará cejar en nuestro propósito. Que cada cual haga lo mismo en su tierra americana.
Reciba, compañero y amigo, la admiración y el afecto sincero de JUAN MARINELLO