Democracy

REPERTORIO AMERICANO SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Tomo XXXIII San José, Costa Rica 1937 Sábado 24 de Abril Num. 16 Año XVIII. No. 800 Ricardo Letcham Volodia Teitelboim Jorge Isaacs y su Maria (1)
Habla el Sr. Encargado de Negocios del Perú Versos nuevos Dictadura y democracia (2)
Cardenas, visto desde Cuba El mástil desnudo Contraste Padres e hijos Con España, con su Gobierno y con su libertad, los in SUMARIO Augusto Arias telectuales de Chile Los escritores chilenos y la revolución española Joaquin Gutiérrez No están solos Angel Zuniga Huete ¿Qué se ha hecho con el escritor paraguayo Natalicio Alberto Arredondo González Max Jiménez El mártir de una fe El racismo nacional contra la universalización religiosa Lytton Strachey De mi aldea. La Ceiba Los derechos del salvaje Juan Filartigos Antonio Orrego Pierre Brossolette Edelmira Lagos Sanin Cano Jorge Isaacs y su MARIA (Abril de 1837. Abril de 1937)
Por AUGUSTO ARIAS Colaboración. Quito, Ecuador, abel de 1937 UN LIBRO QUE DURA Hemos vuelto a leer Maria en cavas paginas alentara, en otro tiempo, esa infantil curiosidad que se doraba ya con un inquieto alborear de adolescencia. María es un libro que se abrió en una primavera pudorosa y en su terso capitulario es fama que han quedado, como el resumen de una sentimental admiración, las lágrimas de los amantes puros. La prestigia un largo ayer y las ho.
ras actuales removerán su recuerdo, como para que busquemos la razón de perdurar de aquel libro, que en una época fuera devorado con idéntica pasión a la que inspiraran el Werther, Atala, Romeo y Julieta.
Maria es un romance de amor desarrollado en largo trecho que sirve, no obstante, para la expresión de una dicha efímera, acechada por el presentimiento. Un lector de nuestros días, se fatigará sin duda de la minucia destejida con lent tudes nimias y el decurso pausado y casi langoroso del relato, parecerále de luenga monotonía, pero hay que retrotraer aquellos instantes en los cuales la vida, lejos de nuestra aviónica existencia, pretendia desJorge Isaacs envolverse en la quietud de un remanso y para Dibujo de Miguel Petrone la cual valían los detalles en una medida que acaso no acertarian a sentir los hombres de subrayado los renglones más ingenuos. Pocos ahora. Su incomplicado argumento es el de San de ignorar, por tanto, de la fugitiva beun amor que florece en los años de infancia, lleza de María de su ternura que casi no es que se desarrolla nimbado de una candorosa de aquí, y de la desdicha de aquel Efrain sin gracia y que se destina, sin embargo, a des par, amado como ninguno y a la postre deaparecer con la muerte. Poema sobre todo, de olado como jamás pudo estarlo nadie. Pehallarlo primero en la frescura del idilio, de o hablar de Isaacs es encontrarlo en las pari seguirlo a poco, en los altos montañeses del nas de su Maria, bañadas sin duda en esta romance de cacería y de buscarlo, después, en 19 de Abril por la millonésima mirada, que el tremor élego, cuando el imposible fisico agi se alberga en ellas como para resucitar la esceta en el ausente y en la que ha debido quedarse na de la completa esperanza y de los cariños fie.
para esperarlo, cierta especie de angustia me les o que vuela, jugueteando con luces son tafísica que se resuelve en el libro con el deli rientes, como dudosa de saber que pudo existir cado toque de los estados de ánimo, logro fe amor tan entero y creyendo en él sin embarliz de las mejores obras del romanticismo. Isaacs go, como en la lealtad de otrora, pues a memismo definió al poema, al decir de su pasión dida que se afirma en la lectura, es más que frustrada, en el soliloquio de Efrain: diálo la carne de la realidad, un ambiente de humago de inmortal amor dictado por la esperanza nismo el que ha cobrado vigor y presencia e interrumpido por la muerte.
y nos ha perseguido con su vuelo rumoroso, Obstinada repetición la de intentar un re hasta cuando Efrain se desprende del cemencuerdo minucioso del asunto de libro tan re ter o caucano, sin poder desvanecer su fanleido y repasado. En sus hojas, como en las tasma, con el galope que le aleja de su tea.
de pocos volúmenes, la mano asidua ha de tro del valle, sin moverle de sus visiones jado su huella y el lápiz menos experto ha pesarosas.
EL ROMANTICISMO El libro es de los más calificados en el ro manticismo de América, Las notas de la tendencia dominan en él de tal modo, que no fuera posible posponerlo menos olvidarlo, en la más superficial historia de nuestras letras vernaculas. En la escuela romántica sobresalieron, en efecto, las facultades de la imaginación y el sentimiento, tan patentes en Maria; se distinguió el gusto paisajista, y no propiamente con la seguridad descriptiva de los clásicos, ni con la conformación casi tangible de los realistas, sino más bien con una suerte de golpes coloristas, breves, en una evocación más que en una representación de los parajes, todo lo cual encontra.
mos en la novela de Isaacs. Asimismo los personajes no se destacaron en firmeza de contornos, apareciendo por lo general en el escenario o el paisaje, narrados más que descritos, vistos más que retratados, forman do parte de esa varia flora de sensibilidad que volvió a los románticos poetas arrebatadores, prestos a la divagación lírica, impresionables y vibrantes y, acaso también, en algunas veces, encantadoramente impreci sos y fugitivamente abandonados al calor o al matiz de las palabras.
Si otro de los caracteres del romanticismo fué, y desde sus mismas raíces, el de la búsqueda de los temas nacionales, ese también hemos de reconocer en María, pues que es la novela de los valles caucanos, de las costumbres caleñas, de los tipos Antioquia, de las particularidades colombianas y si queremos abundar en el apunte de otras manifestaciones de la corriente romántica, atadiremos todavía que la exaltación del cris.
tianismo, esencia constante de la modalidad literaria del ochocientos treinta, alienta tam.
bién en el libro de Isaacs. Cuando Efraín se constituye en el maestro de Emma y de María, son los capítulos románticos del Genio del Cristianismo de Chateaubriand, los que de.
jan abrir su filón endulzante y a lo largo de los episodios de la novela, es frecuente la imagen católica. Algún montañés halla el parecido de María con la Virgen de la Silla que allí se veneraba. En la casa de La Honda, hay un oratorio que recoge las plegarias de la heroína y la desesperación de Efraín, y