REPERTORIO AMERICANO amargura que llega quizás a preocuparnos momentáneamente, que nos hace penar, en una pena dulce, tranquila, romántica, una casi invitación al placer de sufrir.
Prefiero entre sus versos a La novia del poeta, porque encarna en bella forma lírica ese amor etéreo que todos anhelamos sin que llegue nunca a dejar de ser ser tan sólo un ideal.
y su Plegaria que es un ruego por todos los deseos de su espíritu ansioso y no satisfecho, y su Poema al hijo que no llega en el que vierte el poeta todo su caudal de emoción interna. ofreciéndonos en estas rimas la inmensa delicadeza que anida en su intimo sentir al imaginarse reproducido en la mujer amada Ven, acércate Melua, y hablemos quedamente bajo esta enredadera y este cielo otoñal, del hijo que en tus ojos se duerme dulce. mente sin conocer lo amargo de la vida real.
Tú y yo que hemos sufrido las burlas del (destino porque hubimos libado de una copa fatal: soñemos nuestro hijo al borde del camino que vive como un sueño de amor primaveral.
El es fruto maduro de nuestro amor bendito tejido al suave arrullo de un inmenso cariño.
La rosa de tus labios con dulzor infinito sueña para cantarle una canción de armiño.
Todos han de reis de nuestro fruto tierno porque todos desconocen lo grande del amor que en nuestras almas crece como un ensueño (eterno que se ha cristalizado por medio del dolor.
Tú arrullas nuestro hijo en mi vida doliente y yo en tu ser lo cuido con celo paternal, mientras él nos contempla sereno y sonriente ajeno a las amargas tentaciones del mal, Por ese hijo nuestro que los dos deseamos como un sueño sublime, alado, inmaterial, seré para ti bueno como el niño que amamos y a ti te hará más pura el ansia maternal.
El desconocerá las mentiras del mundo y portará en sus manos virtud; se amparará en tus brazos con cariño pro.
fundo y no sabrá lo acerbo de mi eterna inquietud.
La gente, al escucharte hablar de nuestro hijo, acaso hagan el gesto de una interrogación sin saber que en tu alma el cielo lo bendijo y que Dios lo adormece en tu buen corazón.
Nuestro hijo querido que palpita en tus venas, que sabe de alegrias y de sueños de hadas, tiene como tus carnes blancura de azucenas y para él son todas las rutas ignoradas.
Nuestro hijo está en tus ojos, tu espiritu lo (lleva por todas las regiones en divino ideal: déjalo que en tu psiquis suavemente se mueva con un temblor pausado de estrella vesperal. que se quede quieto, sereno, luminoso. que Dios lo bendiga con un trozo de luz, porque así nuestro hijo ha de ser más hermoso y no conocerá ni la hiel, ni la cruz.
Más que el hombre que crea arte o belleza en el verso es nuestro último bohemio. el hombre que pasa por el mundo poetizando la realidad doliente de su vida. poeta m a Selección y envio de Isabel Cuchi Coll. Santurce. Puerto Rico La ουία del Acércate poeta y cuéntenos la historia que es dulce y compasiva de esos versos dolientes que a veces nos recitas, como la luz ingenua de una plateada estrella mientras tiemblan tus labios y sueñan con la gloria No vive nuestra vida, no sueña nuestros sueños, tus ojos, que humedecen lágrimas infinitas.
no ve nuestros delirios la novia del poeta. Quién fué la novia esa que ennegreció tu vida y te anuló en el sueño?
Siempre la presentimos en la luz del ensueño para aprender a odiarla queremos conocerla.
pero nunca se acerca Las copas de champaña burbujeaban de ensueño, enjugar nuestras lágrimas y a mitigar las penas la luz en el salón era amable y discreta.
porque esa novia pálida. soñada en lo infinito, así le dije al grupo de amigos, muy henchida romántica y lejana, dulce, piadosa y buena de sombras y ternuras mi triste voz bohemia: vive sólo en la fiebre de nuestra mente loca Amigos generosos, no me habléis asi de ella y en la región quimérica del sueño y de la idea.
Plegaria Por la acerba tristeza de mi vida doliente, por la quimera rota y la ilusión herida y el cerco de espinas que corona mi frente; y la muerte que acecha para tronchar la vida: por las ilusiones que entre sombras murieron, por el pasado amargo y el porvenir oscuro y por todos los sueños que se desvanecieron: y las densas tinieblas que envuelven el futuro: por la mujer que amo sin que jamás sea mia, por todas las lágrimas que vierten nuestros ojos y la sutil Fragancia de su melancolia; y todas las espinas y todos los abrojos; por lo que nunca mis fuerzas pudieron realizar, por los que torturaron mi alma visionaria y por todas las cosas que no he de terminar; hasta el cielo yo elevo, Señor, una plegaria.
por la dulce nostalgia de una pena secreta, y la amargura diáfana de haber sido poeta; Por la plácida y dulce beatitud de las cosas, por las luchas inciertas de la vida diaria, por las almas perversas y las almas piadosas: hasta el cielo yo elevo, Señor, una plegaria.
por los seres sublimes que saben odiar y por todos los versos que no pude rimar; Por el santo poema de la naturaleza, por las sendas ignotas que hollarán nuestros pies.
y por todo el prestigio que encarna la belleza; por lo que ya he vivido y viviré después: por las alas doradas que viste la ilusión, por lo dulce y lo amargo: por lo alegre y lo triste; y la música triste que vierte el corazón; por todo lo que ha muerto y todo lo que existe; por los que tienen sueños y no pueden volar, por que encuentre reposo mi vida tumultuaria por la mujer que amamos sin que nos pueda amar: hasta el cielo yo elevo, Señor, una plegaria. i da ¿Qué serás tú. Vida. Qué soplo divino El misterio nadie lo ha de descifrar! no prolongues, Vida, la hora delirante enciende la llama de nuestro existir?
que en el separarnos solemos tener. Cuál será el misterio. Qué ignoto destino Por todas las rutas hemos ido juntos gozando y sufriendo: reir y llorar: aguarda a las almas después de morir?
En la hora suprema no me digas nada, hay tantos amores que yacen difuntos y que no haya lágrimas, tampoco dolor, No lo sabe nadie. Sé que partiremos y tantos amores que están por llegar!
pues quizás un dia de bella alborada cuando más ansiamos del placer de gozar, El dia que llegue fatal instante ambos nos crucemos en la senda ansiada pero dime, Vida, nos encontraremos? de emprender la marcha para no volver, que siempre soñamos, de un mundo mejor.
René Jiménez Malaret