José María Zeledón

REPERTORIO AMERICANO 11 crack Madera de Emilia Prieto unas almas sórdidas Envio del autor. San José de Costa Rica prosas Rosario. Viene de la página 8)
cordé mucho mis años infantiles.
Aquellos largos corredores llenos de macetas, aquellas cortinas de muselina blanca que cubrían las vidrieras, trajeron a mi mente to.
do lo que constituye mi pasado remoto, y yo, que no soy lloro na, rompí a llorar ante aquellos amores desgraciados de dos almas gemelas. Los paisajes de Colom bia tienen un gran parecido con los de mi país. Las costumbres son semejantes también. Por eso la a.
mo tanto!
Luego se da a soñar, al pensar en Colombia, con una terra en donde el culto al ideal no ha muerto. patria de tántos poetas de tantos intelectuales cuyas costumbres, rostros y paisajes se le muestran tan parecidos a los de su México. De alla salió, para arraigarse en Cuba, hace ya vein te años. Nada le ha hecho perder la sonrisa; pero la sonrisa, prome das las ediciones de Mientras se sa de ventura, aletea todo el sa va la vida, o Cantaba el mar azul, ber que le anticipa una desilusión y en espera del momento oportuy un perdón, un sollozo y un tuno para dar a conocer el Episverso. Quizá las inspiradas son tolario sentimental, que debe ser dotadas por Dios con la facilidad ardiente, prepara el Breviario de de entristecerse, porque, antes de Eros cuadros sintéticos, que Alfredo de Musset y Edgar cortas, un libro que merecería ser Poe lo dijeran, la tristeza era el escrito en latín, para rumiar en tema más propicio, el más expli. sus páginas, al amparo de Febo, cable y más hermoso motivo para la enseñanza de amor y de misel canto.
terio que adquirió en los altares Ahora Rosario Sansores, agota del tirano la fúlgida sacerdotisa.
EL GENERAL GORDON Los vecinos del pueblo vivían en la miseria, y el afable coronel, con su andar a saltitos y sus maneras sencillas, fué pronto figura familiar para ellos. Se le veía de charla con los marineros, o llevando alimentos los hogares necesitados, o de visita alguna vieja encamada, para encenderle la lumbre. Pero lo que más le gustaba eran los chicos. Andaba siempre rodeado de golfillos an.
drajosos y de mocetones, futuros mar ros. Todos ellos disponian as su gusto de la casa y del jardin de Gordon; iban a verle por la noche, para recibir sus lecciones y sus consejos; les ayudaba, les buscaba empleo y se carteaba con ellos cuando marchaban por el mundo adelante. Eran sus wangs, según el decía. Sólo merced a una gran austeridad en su vida podia atender a tantas limosnas. El lujo fá cil de su clase y de su puesto era desconocido para él; llevaba siempre unos trajes raidos; comía muy frugalmente, en una mesa pro.
vista de cajón, donde desaparecían con rapidez el pan y el plato, si se acercaban sus pobres visitantes. En algunas ocasiones tuvo que recurrir a sacrificios extraordinarios. Cuando fué el hambre en Lancashire se abrió una suscrición pública. Encontrándose sin dinero disponible, se acordo de su medalla china y, después de borrarle la inscripción, la envió como donativo anónimo.
Salvo sus chicos y sus pobres, vivía solo. En la soledad meditaba sobre los misterios del universo; y aquellas tendencias religiosas, que ya antes se habían mostrado, se convirtieron ahora en factor, fijo y dominante, de su vida. Sus lecturas se limitaban, casi por comple.
to, a la Biblia; pero, en cambio, la Biblia la leía y volvía a leerla.
con asiduidad infatigable. Estaba convencido de que en ella había de buscarse toda la verdad y estaba igualmente convencido de que podría encontrarla. Nada significaban para el general Gordon las dudas de los filósofos, las investigaciones de los comentaristas, las sonrisas de los hombres de mundo, los dogmas de las iglesias. Sólo dos hechos eran evidentes: la existencia de la Biblia y la suya pro.
pia; todo lo demás se reducía a buscar las instrucciones contenidas en la Sagradas Escrituras, para obrar de acuerdo con ellas. Lo único que le hacía falta para encontrarlas era leer la Biblia una y otra vez; y, en cfecto, fué lo que hizo durante el resto de su vida. Lytton Strachey, en su libro Victorianos ilustres. Edi.
ciones Ercilla. Santiago de Chile. 1937. Poesía inédita de mi próximo li bro: Sin literatura, que dedico a un gran espíritu, al poeta Billo Zeledón.
Si, gozaos de haber echado al mundo el chisme o la calumnia que maltrata.
Ya las gentes mascullan ese nombre, ya va en vuelo la Infamia!
casa de Os reis, os hincháis de complacencia y gozáis con ruidosa carcajada de haber podido difundir la frase retorcida y malvada. no véis como brilla en vuestros dientes una sonrisa extraña como si fuera el nombre que mordéis una estrella sutil despedazada. Una estrella mordisteis!
y ya veréis su brillo en vuestras ansias y sentiréis que un día algo nuevo brota de pronto en vuestras pobres almas. veréis qué pecado tan oscuro es echar en el ámbito la infamia; y cuando alcéis los ojos angustiados veréis como no basta una palabra para llenar de sombras una vida, porque en el aire que nos baña a todos Dios derrama su gracia!
ROGELIO SOTEL Junio de 1937.