REPERTORIO AMERICANO El más reciente poemario de Carlos Pellicer Hora de Junio Por JESUS ZAVALA Envio del autor. México, junio de 1937 El tigre adolescente pensativo en la arena se despinta.
Se está borrando ya las tachaduras con que fué reprobada la lascivia del gasto de oro de sus carnes duras.
Veintitrés poemas de acendrada poesía y ninguna canción desesperada. Esto a pesar de que en algunos sonetos se deja entrever la huella de una tragedia sentimental. Tal es el libro hondo y recio del recio y hondo poeta cristalino Carlos Pellicer que, con el sugerente título Hora de Junio, acaba de llegar a nuestras manos.
El poeta se nos ofrece en plena florescencia.
No podemos demandar de el mayor conciencia estética ni más exquisito sentido de la poesía. Esto no nos sorprende. Nos halaga. Pe.
llicer estaba llamado a ser uno de nuestros más altos poetas. Su hora de ha ado.
Abriendo y leyendo el libro al azar, lo con firmamos: ΕΙ mar noche es la rana gigantesca: crea gárgaras bruscas en las rocas. el mar del dia se metía a caballo en las basílicas de los cantiles vastos y tan altos que el águila costera escuchó los barriles del asalto y preguntó a las nubes: les o era. Sólo el árbol pirú, primo del sauce, su copa vuelca en el mantel del llano, y en ramos de coral tiende la mano junto a los lavaderos de algún cauce.
Al fin de la mirada se acomoda la paloma de un templo en la colina. la izquierda la sierra cambia azules temerosos. a veces, se ilumina y lava sus colores y se pone desnuda a recordar senderos y relieves.
DED HA ¿Podrán venir los árboles con toda su escuela abecedaria de gor jeos. Siento que se aglomeran mis deseos como el pueblo a las puertas de una boda. Carlos Pellicer (Hacia 1930. Visto por El Abate Mendoza)
Poesía, poesia pura y delicada, la de esta estrofa perteneciente a Retórica del paisaje, comparable en su estructura a la de cristal de roca, magistralmente pulimentado, de Sal.
vador Díaz Mirón.
Un poema robusto que ya conocíamos y que ahora aparece de nuevo con tres ligeras correcciones Esquemas para una oda tropical, inicia el libro, y otro poema igualmente robusto, de índole diversa, La voz, lo clausura.
Ambos dan la pauta de lo que el poeta, a madurez es capaz de realizar en lo futuro.
El primero, como su nombre lo indica, diseña los motivos de una oda a cuatro voces, que se perfila gigantesca y que habrá de lle nar el Trópico.
Hemos de hacer especial mención del poe.
ma Retórica del paisaje, al cual pertenece la estrofa que transcribimos al abrir el libro al azar, y que es una descripción de nuestra cenicientas altiplanicies, coronadas de cactus, por la precisión de sus líneas y por sus me.
dios tonos que enardecen nuestra sangre in dígena: pesar de su El otro poema que, como el primero, ha sido pensado, meditado, antes de florecer, se denomina La Voz, y revela la filosofia y los conceptos de poema, poesía y belleza del poeta: Cuando en el pensamiento de Dios, las cosas y los seres fueron, la voz del universo en cada acto divina fué de la piedra al hombre y del cielo a la tierra en órbitas magnéticas, cambiando de apariencia y de silencio, pero en su identidad, unánime.
La oda tropical a cuatro voces ha de llegar sentada en la mecida que amarró la guirnalda de la orquídea.
Vendrá del Sur, del Este y del Oeste, del Norte avión, del Centro que culmina la pirámide trunca de mi vida.
Chillan flores carnales sobre el nopal que sesga sus etapas rimadas en elipse. Si hundo los pedales surge en esbelto prisma el cactus órgano, cuyo bisel alfiletero agarra pequeñas nubes de heno.
El cactus cuya fálica erección limite varonil marca al terreno.
El maguey en hileras militares alerta el armamento y en su espera endulza el agua de su sed de guerra y emborracha al ladrón de sus panales.
Cuando se rinde al tiempo alza una lanza de heroica flor Yo quiero arder mis pies en los braseros de la angustia más sola, para salir desnudo hacia el poema con las sandalias de aire que otros poros inocentes le den.
Aprender esas voces gracia del aire es sola. repetir la sombra de su eco en palabras de ángeles caidos, es perseguir desnudos en suelo espejeante, poema y poesía.
La voz de cada cosa fué enumerando el mundo y el macho poesía y la hembra poema, en claridad confusa como de amor presente oyeron y se amaron bajo un techo de voces.
El verde cae en la trampa de los grises.
Entre los motivos se encuentra este de in.
decible belleza: hay águilas que cambian huracanes por resonantes viboras, aunque hayan de cogerlas en nopales. esa era la voz del Poema. la poesia era ante toda súplica secreta, y yo era en secreto, poesia, Entre los sonetos que constituyen las cuatro series intituladas Horas de Junio, en las que velada por una gasa azul se oculta la tragedia sentimental, se puede citar el siguiente: En los estanques del Brasil diez hojas junto a otras diez hojas, junto a otras diez hojas, de un metro de diámetro florean en un dia, cada año, una flor sola, blanca al entreabrirse, que al paso que el gran sol del Amazonas sube se tiñe lentamete de los rosas del rosa a los rojos que horadan la sangre de la muerte; y asi naufraga cuando el sol acaba y fecunda pudriéndose la otra primavera.
Un bosque de palmeras para llegar al mar y en el camino el ave de un trino. La Belleza!
dijo la voz saliendo del alma, y en el alma el eco. La Belleza! Mar y trino, un palmar.
En los demás poemas, con frecuencia la iro.
nia, tocada con la gracia y la dulzura, engar za perlas como éstas: Junio me dió la voz, la silenciosa música de callar un sentimiento.
Junio se lleva ahora como el viento la esperanza más dulce y espaciosa, Yo saqué de mi voz la limpia rosa,