210 REPERTORIO AMERICANO Una vez que al campo llegan y ya puestos en el sitio, tiran chaqueta y sombrero sobre un pedrusco vecino.
Me perdonas si te mato. Está claro. y bos. Lo mismo. Pues si querés empesemos. Empesemos Secundino.
El 11 de marzo de 1909 de la ciudad de Barcelona en la corte de Dios, se adelantó un hombre a recibir a nuestro Aquileo, aquel hombre tenía el lienzo del gorjal marchito, y espada de cubierta usada, aun con manchas de sangre, encontrada en las encrucijadas, bajo los timidos rayos de un farol, al lado de la ventana enrejada, sangre extraída de corazones mezquinos y de mente estrecha, aquel hombre que se adelantaba ante nuestro hombre y poeta, debió ser, seguramente era, Don Francisco de Quevedo y Villegas.
diario, en sobres molestos, puso un aviso en su casa que decía: no se abren cuentas.
El sastre tenia el honor de ser acreedor suyo, pero ya fatigado de tanto ad honorem, le dijo, vea don Aquileo ya tengo que tomar medidas, a lo que él le contestó, si en realidad he enflaquecido un poco, tómeme nuevas medidas.
En una ocasión, manifestó a su señor suegro el vehemente deseo de trabajar, el señor le montó en el Barrial una pulpería, con licores, pero solamente los licores se realizaron, pero no por dinero, sino que los terminó Aquileo con los patillos, probablemente a cambio de algo muy superior al dinero, los decires del pueblo que lo inmortalizaron.
Aqui en mi país, cuando un estudiante viene de Europa, se le da una comida, y no es de extrañar que el venido tenga parientes oradores, aqui eso se estila. En una de esas fiestas hubo los discursos del caso, al poeta Aquileo, que se había mantenido muy callado le pidieron algo, en el mantel, bajo el plato, había escrito: Estuvo diez años fuera y su más ferviente anhelo fué traer una gran carrera la que le divide el pelo.
Nuestro poeta como Paul Verlaine fué vital. Cuando a Verlaine lo llevaron a Bélgica a dictar unas confe rencias llegó efectivamente a Bélgica, pero no a las conferencias, porque en el camino se encontró con unos chiquillos jugando a policias y ladrones y se quedó con ellos, desde luego en un oficio más noble que el de dar conferencias.
También como Verlaine fue profundamente desgraciado, el humor esa señal de inteligencia, que tan mal manejamos por estos lados, nos abandona con excesiva frecuencia En mi país, cuando hace frio, subirse la solapa del saco se llama ponerse el sobretodo de Aquileo. don Cleto González, presidente de Costa Rica, de siempre, por su sentido republicano democrático le escribía. Volviendo a lo mio, mi situación es clara, mejor dicho oscurísima. Terminados los reales con que cuento, lo que sucederá a fines del mes, no me queda otra puerta abierta que la del Hospital Público. Tendré que ampararme a la caridad oficial.
La idea de este paso no lastima mi orgullo, le hablo con toda sinceridad, porque yo no veo nada en mi que me acredite a mis propios ojos con derecho a mayores consideraciones, que aquellas de que disfrutan los infelices a quienes se da entrada en ese establecimiento. Aqui también habrá de recordarse a Verlaine que llamaba al hospital su Palacio Blanco.
Luego, por los pequeños cuidados que nombró Rubén, le propone al señor ex presidente un negocio con números, el pobre Aquileo haciendo números, para establecer un sistema de correo rápido en el cual los carteros irian en bicicleta.
Costarricenses, amigos de fuera, nosotros tenemos un poeta, no poeta cursi de velada de caridad, ni salón de fin de estudios, un poeta hombre, que se nos allegó de alma y de cuerpo, que nos fue dejando su vida en jirones, y que encontró consuelo en la hermana ironia. Muy nuestro y con ser muy nuestro muy todo, si no oid. Tristes son sus pensamientos pero marchan decididos.
porque los hombres valientes no suelen ser reflexivos.
Magnanimidad de San Martín Al día siguiente (domingo 12 de abril de obtener el tardio per dón de los Carrera que sus enemigos convertirían en un nuevo capitulo de acusación, San Martin se apeaba de su caballo a inmediaciones de un rancho, en un pintoresco sitio a diez kilómetros de Santiago, denominado El Salto, para consumar silenciosamente uno de cquellos actos de magnanimidad que son reveladores de una naturaleza superior. Como se dijo antes, la cartera que contenía la correspondencia secreta del General Osorio, había sido tomada por Brien en la persecución de Maipu, quien la entregó cerrada. Allí estaban las pruebas escritas de la traición de muchos chilenos, que aterrados por el desastre de Cancharcayada habian abierto comunicaciones con el enemigo triunfante, declarándose entusiastas realistas. Este fué el único botín de la victoria que el generalisimo se reservó, y que a nadie comunicó. Otro hombre menos sagaz, como lo observa un historiador, habría convertido cada uno de esos papeles en un auto cabeza de proceso contra sus autores, llenando las cárceles de patriotas bien intencionados, cuyo único delito era la pusilanimidad. El taciturno vencedor sentose al pie de un árbol solitario, y leyó una por una todas las cartas. En seguida pidió que hiciesen una fogata a sus pies, y quemó todos aquellos testimonios acusadores, que convertidos en cenizas se llevó el viento del generoso olvido. Al consumar este acto, hallábase sentado en una tosca silla de madera, que fué en tal ocasión el trono de la magnanimidad modesta del que, al trabajar por la libertad de un continente, perdonaba ante su conciencia a los que habían dudado de su genio. Fué único testigo de esta escena su fiel ayudante de campo, a quien ordenó imperiosamente guardara silencio sobre lo que había visto o podido leer. Un día después (13 de abril. se puso en marcha hacia Buenos Aires para buscar en el Rio de la Plata, como después de Chacabuco, los medios de asegurar la dominación del mar Pacifico y realizar la expedición al Perú. El lunes 11 de marzo, a las de la mañana, estaba en su hogar al lado de su esposa, sustrayéndose por segunda vez a la entrada triunfal que se le habia preparado, y que el director le rogara aceptase. La Gazeta decía con este motivo: No puede caber la pequeñez de solicitar los honores del triunfo en el que ha tenido la gloria de merecerlos. Lo cuenta Mitre en el tomo II de la Historia de San Martin. Buenos Aires. 1889. Conversación con el general Brien. Véase Barros Arana: Hist, de la Indep. tomo IV. 377 y Vicuña Mackenna. Rel. Hist.
2da parte. 653 654. En el mismo sitio donde pasó la escena relatada en el texto, Brien hizo construir una cabaña de recreo. y en tre sus muebles figuraba la tosca silla de madera en que estuvo sen tado San Martin al quemar las cartas: en el respaldo de este mueble histórico se leia esta inscripción: San Martin chair. En este mismo lugar San Martin quemaba toda la correspondencia que ha tenido General Osorio con los de Santiago. y tomada después de la batalla de Maipu, 18 12.