327 REPERTORIO AMERICANO Estampas de folklore Dos capítulos de La India Mestiza Por TOMAS SARMIENTO. Envío del autor. Caracas, setiembre de 1937 JUVEEL La Costa Firme. Al fondo la montaña Sacia su anhelo amanecer florido, en frutos, sones y aromas. Una nube de glaucas guacamayas embriaga en cielo azul el himno del subsidio. El sol gana su victoria fecundante, lo hieren las espinas del cardón!
Surge la cruz del mar, detrás; Colón, Americo Vespucci, Lozada, Ojeda, Hernán Cortés, carne de carabelas! La civilización planta su huella, la india se arrodilla, da su oro en joyas, lo comercia, ella pierde su guaytico, triunfa el Descubridor, clava su estandarte. Nace un hijo, la nueva aurora colorea una raza. La selva ya no es virgen!
De este cruce surgió con abalorios, mestiza. No existe ya la india de cabellera lisa, negra, lustrosa, cuyo olor trascendente a parcha madura se aspiraba de lejos con sólo presentirla, como la cajuba o el fruto en sazón de la vainilla dorada, ni existe el traje pulcro de zaraza, en petos festoneados, ni el pañuelo de madraz que anudado en el seno refrenaba tritones con picos de palomas, ni el cintillo en forma de negra media luna que asentaba a los lados aquel abismo obscuro y mareante de su cabeza languida y sencilla a lo Cleo de Merode, ni aquella negri roja ajorca de pionías atada al cuello recto y firme, ni la cruz de divide de bruna limpidez a fuerza de salina exudación de hembra, ni la pulsera efímera de algún metal ficticio, mercada al buhonero, con un miraje místico de la pasión del Gólgota, ni la sortija de albarico que hacía el más bello contraste bajo aquel resplandor de amapolas de sus manos, pulidas conagua de la fuente, sol de la llanura y sereno FA de crepúsculos, ni el brazo de mulata límpido y nutrido, torneado en el trabajo: Madera de Amighetti enrejando el becerro, ordeñando la vaca en cuyo codo elástico remataba el punto rojo de la fresa silvestre y corrugosa, ni el como aquellos, de lángitidas miradas y de antes que sin querer concederle un favor a diente de azabache, ebánico y brillante en expresión hermosa de dulce sencillez, ni la fiera blanca. medio del collar de cuentas de vidrio de frente de dos dedos limitada por la selva Gabriela Mistral, ese caso patológico.
color de amatista y cuyo fulgor en el pe del predio capilar. No existe el vigor físico sublime redentora intelectual, cuyo númen cho palpitante de la india callada y miste de la India mestiza que la exaltaba con excelso parece diademado en un Inri de riosa era como un amuleto y un símbolo fuerza y valentía, no como una flor o un cuatro ies. Intuición, Inmarcesible, Infidel alma inteligente y melancólica de aque suspiro de la Naturaleza, sino como un nita, Inmortal, en la silueta de la India lla imagen guapa, romántica y sensual.
macizo doble o un brote espontáneo de su Mexicana, la diviniza esbozándola como una No hay aquellos labios, labios naturales de entraña candente. Fluía de su cara la be imagen doliente y sufrida en cuatro cientos delgadez simiesca y salcita húmeda y copiolleza suave de dulce adueñamiento en la años de esclavitud impuestole por el consa distendida sobre el bocillo tenue y azuloso, ni dilata ahora en las cejas espesas el cual el perfil griego no declina en el mate glomerado cosmopolita que ha azotado esta pulido de su óvalo, y una ligera depresión raza en los otros países del Sur, aquí se ha ala curva y fosca de los cuervos, ni virgen Macarena presta sus pestañas combadas y olímpica le hace una gracia chinga en la desvanecido por el rigor climático y el serenas. Ni existe la alpargata de estambre, nariz para dar mejor acceso al encanto del hematozoario de Laverán.
beso. Altivo era su andar, su paso decoroso, de vívidos colores cuyo fuego de lana Era nuestra mestiza ágil y hacendosa, de sin sandunga vulgar, y sin descargaba el volcán que bullía en las sienes eses de amor acción dinámica y activa, su sistema circuo bajaba en cuagulos a sus ojos rasgados en las caderas. No existe su color indefilatorio bajo la fina redecilla de sus venas para dar o pedir el sacrificio o el amor. Ni nido y típico, especie fusionada de dátil y obedecía a impulsos vigorosos de emotiva hay aquel tobillo reafilado como un hueso azúcar, como sangre del moro vertida en la volición sanguínea, una súbita oleada plasmaba en su rostro el pudor caluroso, y una cremático de mamón transparente que daba dominación ibérica y trasplantada luego al juego al pie pequeño de fina curvatura y meleral del trópico. Tal la figura en fruto anemia aparente de mortal lividez daba un servía de pellaño a la pierna torneada como de palmera y en el fondo el hueso duro de relieve de muerte a la más leve impresión un marfil extático sosteniendo el tesoro un corazón apretado para condensar en que atacara su dignidad o humillara su orsahumado de la carne morena bajo el amgullo.
relámpagos siniestros el sentimiento puro biente evágono de una rosa negra. Ni hay y tierno, para soportar abnegada el más Pudorosa y aseada de castidad dormida, la inflexión rítmica y afanesa de la nariz grande sacrificio, hasta como dice Vigil. 9) Histórico grácil que expresa sus anhelos, ni hay ojos preferir la muerte de su hijo y de ella (Para a la página 334)