76 REPERTORIO AMERICANO Obreros y fábricas Envio del autor, San José, Julio de 1936 El humo negro y compacto Nada perturba el incesante de las fábricas jadeantes de fatiga, trabajo de la fábrica, bañadas en sudor y a veces en sangre; como un corazón palpitante que hinchan sus pulmones al viento, en el mismo corazón de la ciudad.
y ponen sus bocas resequidas al frescor de la lluvia, el humo gris es el penacho erguido que sale de las pipas sobre la melancolia de la ciudad, de las grandes chimeneas, como el símbolo más alto sigue diciendo como un penacho erguido del trabajo y la verdad.
sobre las techumbres de las casas, Nada perturba la incesante el poema constante del trabajo labor de los obreros: con que se nutre y vigoriza ellos son el músculo y la vida la existencia de los mundos.
creadora de los pueblos; también son el cspiritu ¡Loor para los grandes luchadores!
fuerte de las muchedumbres. Loor a los obreros capaces de comprender porque ellos son el músculo y la vida su misión vigorosa y pujante creadora de los pueblos!
en el concierto universal.
Gonzalo Dobles escribe: pueblo, su El emigrante fracasado.
va la opi (Viene de la pág. 72)
en los límites del libro. Ya en 1896 publica Teodoro Foronda. Es la novela clásica de la inmigración. Es indudablemente su propia novela de inmigrante. Libro de juventud, que es elogiado por Valera, por Navarro Ledesma. Dos años después escribe La Maldonada. Otros dos más tarde, Vivos, tilingos locos lindos.
Comienza el siglo, y Grandmontagne sigue publicando libros, poco o nada conocidos en España. Ninguno de estos libros dice su mismo autor ha venido a España. Nada han perdido con ello los lectores españoles.
Grandmontagne conocía bien a sus lectores de España Gallardamente salía a su defensa, sonriendo ironicamente. No le faltaba ese precioso instrumento de expresión: ironía. El fué quien puso en danza la voz cavernicola. quien supo juntar al más puTo lenguaje tradicional términos de precioso casticismo. Dominaba todos los registros del articulo periodístico. Hasta el punto de que sus crónicas perdian frecuentemente todo carácter de fugacidad y se convertían en ver daderos ensayos acerca del tiem tiempo presente.
Por su bizarra expresión, por su agudeza, por su abundancia de atisbos.
Tenemos a la vista uno de sus articulos, publicado en Buenos Aires en 1930. Bajo el subtitulo Puede el pueblo hacer una revolución?
Un su estado espiritual y y emocional, se parece, visto en la superficie, al océano, cuyo verdadero fondo ignoramos Ya les oigo a ustedes: Este Grandmontagne se se sale por la tangente; no quiere darnos su opinión. Nada de eso. Lo que ocurre es que, según mi criterio, la base esencial de toda opinión es la información, sin la cual todos los juicios carecen de cimiento. Pero quiero demostrarles que no eludo la respuesta. Acabo de comparar el estado espiritual de un pueblo con el mar, del cual vemos el oleaje, pero no el fondo. Pues bien: vista la España política en la superficie, inquietud es grande, hay, siy ahí va la nión un gran ambiente revolucionario y un visible anhelo de cambiar la forma de gobierno; pero, repito, todo esto se advierte en la superficie, en la mesocracia de las grandes ciudades, sobre todo. Lo que haya nel el fondo, en el vasto mundo rural, está fuera del alcance de mi visión. Sólo podria saberse por medio de unas elecciones legales, rehuídas constantemente por las altas esferas. Las elecciones vinieron meses despube pués. Grandmontagne, con la máxima sencillez, habia contestado exactamente a sus de Suramérica.
En cualquier momento, Grandmontagne podia contestar y contestaba a las preguntas más difíciles sobre el presente y porvenir de España. Su voz era escuchada con vivo interés por los lectores de El Sol. de Caras y Caretas. de La Nación. de Buenos Aires, y de otros periódicos y revistas.
Habia tropezado con el secreto de la agilidad y amenidad. Sus frondosas crónicas ja más parecieron abrumadoras, porque su abundancia era pura fertilidad de pensamiento, puro dominio expresivo.
También en esto era español, y español del siglo en que nació, pero con la gracia y donaire popular del mejor pueblo, no con la retórica inflada no inflamada. de los últimos escritores del xix. Nuestro siglo lo recibió como uno de los pocos hombres de espiritu capaces de dar ágilmente salto de una a otra época. Sabían sus crónicas a España, a una España de ayer y de hoy, con cierto empaque señorial, con cierto desgarro también caracteristico del pueblo. Era, repito, el hombre que jamás salió de España, del corazón de España: de tal modo arrastraba consigo las inquietudes de su pueblo.
Por verla siempre un poco desde lejos, la vió siempre mucho mejor. Fracasó como emigrante. Como emigrante espiritual. Era uno de esos hombres que supieron enriquecer a España al alejarse de ella. Otros muchos, quecándose, la empobrecen. Su ejemplo y las colecciones admirables de sus crónicas con tinuará sirviendo a la historia política y general de España. Francisco Grandmontagne vivirá siempre entre nosotros.
amigos y Francisco Grandmontagne, más allá de toda bruma, proyectaba sobre los problemas una serena claridad mental. El Sol. quién pudo olvidarlo. se nutrió frecuentemente de ella.
De su claro y firme pensamiento nos nu trimos muchos. Porque aquella su abundan te prosa jamás la utilizó Grandmontagne co mo fronda maquiavélica para escamotear una opinion. Era abundante, como era sencillo y claro. Ante cualquier tema fluian de su bien nutrida trastienda torbellinos de reflexiones alusiones. Llevaba al día a España. Por lo mismo que ausente de las menudencias madrileñas podía seguir ávidamente el curso de la gran historia, la linea general de los acontecimientos cimeros, decisivos, defi nitivos. los mismos hombres sabia oírlos desde arriba y por sus calidad sobresalientes, aunque más abajo, en el terreno de la pequeña historia, de la historia que se borra o se desdeña, estos hombres no coincidiesen con su visión general de la la política española. Muere el fundador de un gran periódico, y saltando por encima de toda discrepancia ideológica, brinda al público de La Prensa.
de Buenos Aires, y a todo el mundo la más certera biografía de aquel hombre a quien familiarmente llamaba Don Torcuato Bosquejo biográfico que hoy leemos no poco sorprendidos ante tal destreza y exactitud de líneas. Al describir a aquel gran trabajador parece estarse él mismo describiendo Imaginación muy fértil, sujetaba pronto las improvisaciones, ajustándolas la realidad circunstante. De ahi el encarrilamiento se guro de todos sus proyectos. Era muy obstinado, pero poniendo siempre la obstinación en obras viables. Grandmontagne admira en los demás sus propias características. iqué riqueza plástica en su expresión, que abundancia de matices exactos. Su obra? La mejor sin duda anda dispersa por revistas y periódicos. Muy joven, en Buenos Aires funda La Vasconia. que dirige durante algunos años. Desde entonces. quién puede seguir, uno por uno, sus innumerables trabajos? Aunque alguna parte de su faena literaria ha quedado encerrada propósito del Enchiridion de Erasmo: Habrá otro caso parecido, de una obra caida en el más profundo olvido, después de ser pan espiritual de varias generaciones, y a pesar de ser su autor una figura de perenne interés, nunca olvidada de los doctos, predilecta siempre de los amigos de la libertad? Para el hombre medianamente culto, Erasmo viene siendo, desde hace más de dos siglos, el jocoso autor del Elogio de la locura, a lo sumo, de los Coloquios, únicas obras suyas que se han traducido modernamente a las lenguas nacionales de Europa. Se nota no sé que contradicción entre el Erasmo de nuestros padres y abueloscuya burlona sonrisa es una como anticipación de la de Voltaire. y el Erasmo a quien sus contemporáneos veneraron como a «excelente doctor verdaderamente teólogo, cuyo rostro fino y adusto pintó Holbein en el inmortal retrato del Louvre. De este último Erasmo pudiera decirse que la Moria y los Coloquios fueron meras recreaciones, a pesar de su fama postuma, mientras las otras hijas de su fervor y las etapas de su gloriosa jornada son el Enchiridion (1503. los Adagios de 1508 con sus posteriores enriquecimientos, el Novum Instrumentum (1516. las Parafreses del Nuevo Testamento, y por fin las ediciones de los Padres Marcel Bataillon Enel Prólogo de El Enquiridion o Manual del Caballero Cristiano. Edición de Damaso Alonso. Revista de Filologia Española. Anelo XVI. Madrid. 1982,