REPERTORIO AMERICANO 977 ramente, gia que adquirió por consecuencia de la so ledad: otro, la torpeza de lengua por causa del freno del silencio, y Cristo, al ver que no llevan camino de acabar las pondera ciones que hacen de sus merecimientos, les interrumpira diciéndoles. De dónde salis, nueva casta de judios? En verdad os digo que yo no conozco más que mi Ley, que es lo único de que no os oigo hablar. Bien cla y sin velarlo con ninguna clase de parábola, prometi la herencia de mi Padres pero no a las cogullas, ni a low voots, ni a las abstinencias, sino a las obras de Fe y Caridad.
Yo en nada estimo a aquellos que tanto se estiman a si propios, y quienes se crean mas perfectos que yo, vayan, si les place, a llenar los trescientos sesenta y cinco cielos de Basilides, o pidan que les hagan uno para ellos solos a los que dieron mayor importancia a sus costumbres y tradiciones que a mis preceptos. Cuando oigan esto y vean que los ga leotes y los carreteros son preferidos a ellos, con qué caras, decidme se mirarán los unos a los otros? Pero entretanto, y no sin mi ayuda, son felices con su esperanza. sin embargo, gracias a mi, hallan gen tes que al escucharlos se figuran estar oyen do a Demostenes o a Ciceron. Entre tales personas, encuentranse, principalmente, los comerciantes y las mujeres, a quienes procu.
tan hablarles sólo de lo que les agrada: los unos, porque si son adulados con opor tunidad, suelen partir con ellos tal cual migaja los bienes mal adquiri dos, y a las otras, porque saben muchos de sus secretillos, y sobre todo, porque a ellos les van a contar sus cuitas cuando tienen alguna queja de sus maridos.
están recibiendo dulcisimo y singular deleite. Vense algunos entre ellos que alardean de pobreza y de miseria, y van pidiendo a voz en grito el pan de puerta en puerta, sin dejar hospedria, carruaje ni navio que no asalten con no poco perjuicio de los otros mendigox: pero hombres sumamente llanos, pretenden ofrecemos, aunque a su manera, una imagen de los Apóstoles con su desaseo, con su ignorancia, con su ordinarier y con su despreocupación.
Nada hay más divertido que ver como to do lo hacen conforme a preceptos determinados, cuat si sus actos estuvieran sujetos a reglas matemáticas cuya omisión implicase sacrilegio; ellos han fijado el número de nu dos con los que se han de atar los zapatos, el color del cinto, las varias ropas que han de vestir, la materia y longitud del cingulo, la forma y las dimensions de la cogulla, los dedos de largo que ha de tener el pelo y cuántas horas han de dormir: pero, no obstante tal uniformidad. quién no comprend las muchas diferencias que ha de haber, sien.
do como son tan diversas las personas y los genios? pesar de estas carambainas, no solamente creen que a su lado los demas son unos majagranzas, sino que también contiendin entre sí, porque estos hombre que dicen practicar la calidad apostólica, si ven, por ventura, en otro de su orden un cinturon distinto del suyo o un hábito de color un poco más oscuro que el del que ellos gas tan, arman cada trepetera que tiembla el misterio Algunos hay tan rigidamente religiosos, que llevan de cilicio las vestiduras exteriores, aunque la ropa interior sea de finisima tela de Milesia; otros, por el contrario, van por fuera vestidos de lino y por dentro de lana: otros huyen del contacto del dinero como del de unn hierba venenosa, pero no del de las mujeres ni del vino; en fin, todo su afán es no hacer nada con arreglo a los usos ordi narios de la vida. Su constante ocupación no a Cristo, sino diferenciarse entre si, y por eso, gran parte de su orgullo lo cifran en los sobrenombres, pues mientras los unos se envanecen llamándose funigeros (ya sean recoletos, menores, mínimos o bulistas. los otros prefieren denominarse benedictinos, o bernardos, o brigidenses, o agus sutinos, o guillermitas, o jacobitas, cual si no les pareciese suficiente llamarse cristianos Muchos de ellos dan tan excesiva importancia a sus prácticas y costumbres, que se diria que un solo Paraíso lo consideran como pscasa recompenso de tantos méritos, sin pensar jamás en que Cristo despreciará en la otra vida todas estas futilidades para exigir solamente que se haya cumplido su precepto, saber: la Caridad. Entonces uno presentará su panza rellena de toda clase de pescados: otro, cien cargas de salmos, otro, contará sus millares de ayunos y quera hacer creer que tiene el estómago destrozado por no haber hecho más que una sola refacción; otro, sacará a relucir un montón tan grande de ceque con ellas pudieran retarse siete naves, aproximadamente: otro, se gloriøra de que en en sesenta años no tocó mocon las manos doblemente enguantadas; otro, mostrará su cogu.
ila, tan sucia y y grasienta que aria llevarla en la boca: otro, recordará que durante más de once lustros hizo vida de exponja sin moverse del mismo sitio; otro.
ostentará su ronquera contraída a fuerza de cantar las divinas alabanzas; otro, la letar de la integridad de los ministros y magistrados. Como en el están fijas todas las miradas, puede ser, o el astro propicio por cuya influencia se difunden las buenas costumbres y el público bienestar, o el funesto cometa que acarrea calamidades sin cuento, porque los defectos de un particular cualquiera ni trascienden del mismo modo, ni tienen tan extenso influjo; mas los del Rey, por venir de quien vienen, con poco que se separen de la virtud, al punto arrastran, como la peste la suerte de muchos hombres. Hay en la propia condición o estado de los reyes. varias circunstancias que suelen desviarlos del ca mino, como son, por ejemplo, los deleites, la independencia, la adulación, el lujo, contra las cuales se han de prévenir enérgicamente y con cuidado sumo, con el fin de que nunca expongan ser victimas del engaño o faltar a su deber.
Hago caso omiso de las insidias, de los odios, del miedo y de otros muchos peligros que los rodean, para decir tan sólo que por encima de los reyes hay otro Rey que les pedirá cuenta de sus más mínimas acciones, y que será con ellos tanto más severo cuanto mayor poder hayan tenido; digo que es tan grande su responsabilidad, que si los re.
yes consultasen con su conciencia (me refieTo, claro es, a los que la tengan) es seguro a mi juicio, que no podrían comer ni dormir tranquilamente: pero, gracias a mi auxilio, los dioses inmortales los eximen estos quebraderos de cabeza y cuidan de que vi van duicemente, haciendo que no den oidos más que a quienes les hablan de cosas divertidas y que no despierten inquietudes en su ánimo.
Creen los reyes realizar cumplidamente su misión cazando a menudo, sosteniendo her mosos caballos, vendiendo en beneficio propio los cargos públicos, buscando diariamente nuevos pretextos para aligerar el bolsillo de los súbditos y rellenar los suyos y hallando oportunidad para crear titulos que, aun que sean inicuos sobre toda ponderación, traigan, sin embargo, cierta apariencia de equi dad y de justicia, a lo cual agregan algunos halaguillos al pueblo para tenerle propicio.
Pero figurémonos un monarca, como hay muchos, absolutamente desconocedor de las le yes; casi enemigo del provecho del pueblo: preocupado solamente de su personal utili dad: entregado a los placeres; que aborrezca la ciencia, la libertad y la verdad, al que na da le importe menos que ver próspero a su Estado y que sólo atienda a sus logros y li in de la presa es imitar Los Reyes y los Principes. Si alguno de los que he nombrado tuviera un solo adarme de sensatez, no habria vida más triste que la suya ni que diera tantos motivos para renunciar a ella: y, además si meditase seriamente en lo inmenso de la carga que echa sobre sus hombros el que quiere proceder como verdadero Rey, no creeria que la corona sea bastante para compensar la perfidia o el parricidio, porque aquel que recibe la misión de gobernar los pueblos ha de ocuparse de intereses comunes, no de los suyos: ha de pensar exclusivamente en la utilidad general, pues siendo al mismo tiempo autor y ejecutor de las leyes, no debe apartarse de das ni en un ápice, y ha de procurar, en fin que se ven en su persona una garantía angello cum libello kempis. En un rinconcito, con un librito, un buen cigarro y una copa de remonias ANIS IMPERIAL neda, como no fuese SUAVE. DELICIOSO SIN IGUAL ni un perro po FABRICA NACIONAL DE LICORES SAN JOSE, COSTA RICA