300 REPERTORIO AMERICANO Es mi dolor ipobre de mi!
que no he podido eternizar. Limitación para sufrir.
y pequeñes para gozar. Es que no tienen mis arterias el fuego de tu corazón?
20 son tan grandes mis miserias, que no merezco tu dolor?
Yo no sé, madre, no sé nada!
Yo sólo sé que ya no estás: que es infinita la jornada, y que es inútil esperar.
Yo no sé nada. No se nada!
Muero en las sombras del vivir Tú, que viviste, sombra amada.
ven a decirme qué es morir.
Ya no sé dónde está el camino Voy, aterrado de vivir.
buscando a tientas un destino que no consigo definir.
Yo vivo, Madre, eternamente.
sobre el dolor dei desamparo.
aquel minuto de la muerte, cuando tus ojos se velaron. Qué viste, madre, en el umbral. Qué resplandor te deslumbro. Qué inmenso arrullo maternal entre la sombra te adurmió. En la frontera de su imperio, te habló la muerte su verdad?
Dijo la Vida su misterio. Se iluminó la Eternidad?
20 era la Nada. tú la colas Háblame, madre, sin piedad!
Porque, si tú no la revelas. quién me diria la Verdad? Te adoré, viva: muerta, te venero: y si aún he de vivir, de ti lo espero.
Algo de Dios florece en tu memoria: que tus huesos se alegren en su glorin. tu espiritu, en goces eternales, cante con las potencias celestiales.
Vencedora de los siete dragones.
las Virtudes te ciñen con sus dones. sobre tu corona de azucenas, ponen un resplandor de luna llena.
Pero en la soledad del cementerio el gusano vora tiene su imperio sobre tu cadáver se lovanta. lo engendro tu carne sacrosanta! luego no será más que ceniza, que ha de aventar un soplo de la brisa. ya no te veran estos ojos mortales, nunca más! cuando pienso, madre, cuando pienso que no he de verte más, siento un inmenso Deseo de escaparme de mi mismo, ansias de ir a perderme en un abismo, solo con mi pena y mi recuerdo.
sullarte como un perrol.
Cuando el Señor me llame.
Cuando se fue del mundo mi madre, minigos fieles me consolaron en los minutos más crueles, Mi padre y yo velamos junto a su cabecera. nuestro corazón era como la cera del Cristo agonizante que recibió su adiós. para que el recuerdo fuera inmortal, nevó.
Puede ser que yo vive, como ella, setenta años.
Mi Hijo habri saboreado ya muchos desengaños.
Tal vez ya seré abuelo. Mi Mujer será vieja.
Su belleza pretérita, junto a su gracia añeja, nos hará sonreír. Cuando nos traiga flores la Nuera, leeremos esos versos de amores que le escribi, sus cartas, que eran mi poesía.
e invadidos de una dulce melancolia, nos miraremos mudos un largo rato, y luego nos daremos las trémulas manos, como dos ciegos.
Una mañana clara de Abril. habrá llovidono me levantaré. Se acercarán sin ruido las gentes de mi casa para observar si duermo, y por sus ojos tristes sabré que estoy enfermo.
El temblor de sus lágrimas será la estrella que me diga que es preciso partir y no volver; y como para entonces estaré tan cansado, no haré siquiera un gesto de espera. Resignado, no pediré otra cosa que entreabran la ventana para mirar el cielo; y hasta mi frente cana descenderí piadosa y azul la caridad de la mañana, a darme la postrer claridad.
Estaré con los ojos cerrados, como inerte.
saboreando la última tregua de la muerte.
De vez en vez, sus manos, santas y dolorosas.
mi Mujer pondrá en mi con suavidad de rosas.
Mi Hijo me mirará callada y largamente. los labios de su madre se han posado en mi frente y como teme que me turben sus sollozos, se abrazará a mi Nuera. Con sus ojos curiosos que lloran y no saben pregunta el Nieto.
Cae la tarde lentamente. Rumor de otoño trae la brisa, quejas de árboles, y la melancolía de lejanas campanas vesperales. El dia se irá junto conmigo.
Ya estaré confesado: y me habré despedido de todos mis pecados con lágrimas, porque le dieron tal sabor a la vida y al bien, tal virtud al amor, que sin ellos, no hubiera sabido que es vivir.
Me doleré de todos los dolores que di, de los sneños que nunca consegui realizar.
y de los egoismos de mi carne mortal Entre el clamor de las lágrimas silenciosas poco a poco, iré viendo alejarse las cosas.
Entonces en el último resplandor de la vida, daré a lbs que me amaron y amé, la despedida. diré a mi Mujer ¡Gracias, mi santa Compañera!
Por el amor que puse en ti, por las heridas que te hiciera y la alegria que te di. gracias, porque fuiste bella!
Cierro los ojos y te miro: mo deslumbras como una estrella y me enterneces como un lirio!
Tendré mi carne perfumada de amor, Amor, hasta en la nada: estoy gozando en tu mirada como una gloria anticipada.
Sola entre todas las mujeres, fuiste la única en saber la tristeza de mis placeres y el goce de mi padecer.
La que llevó por el camino, en el cáliz de mi pasión como la hostia del destino, encerrada en mi corazón.