366 REPERTORIO AMERICANO sol de incendo y lo acataron entonces disparos de los amigos.
Indolentes a todo esto los garzones inmóviles parecían ser blancas flores de aquel árbol enorme.
Comimos a su vera, charlamos en la pampa, y cuando por la tarde nos alejamos, los garzones estaban inmóviles, iguales como flores salvajes de aquel árbol enorme.
Cuando en el horizonte espoleamos a otro rumbo.
quise ver los garzones.
el árbol envuelto en luto.
Ya la noche abrazaba las montañas lejanas: los garzones seguían como flores salvajes de aquel árbol enorme, inmóviles, iguales.
Eran flores gigantescas en las pampas.
Se sumían en la noche como las almas.
Poco después trotábamos como fantasmas.
El capricho del poeta.
Quise ver ponerse el sol en aquellas montañas llenas de sol y sin amor!
Fue un pretexto cualquiera, una ambición.
los ganaderos respetan siempre al patrón!
en Ya someterse el sol en las colinas, soledad de aquellas selvas virgenes; ví después el claror en los salvajes perfiles de las crestas: esa Jumbre tan solemne de los astros en las selvas; y después sombra que avanzaba, que avanzaba lentamente, dulcemente, enormemente, confundiendo en una sombra las enormes extensiones de llanuras y montañas, de torrentes y de charcos y de lagos y potreros de garzas y lagartos y de vacadas y tigres.
y después. me quedé pensando envuelto entre las sombras que todos somos así!
me quedé perdido entre las selvas sólo por ver lo que vi. Selva Para Carlos Luis, hermano lejano.
Hay rumores de cataratas invisibles en los ramajes invisibles. La hojarasca cruje bajo mi espalda: perdido en la selva, rendido, con hambre, sin una esperanza. Para que nuestra voz cuando nadie nos oye. De qué sirven los ojos cuando nada se ve?
Si disparo, es en vano: es más fuerte el ruido de catarata que hacen los vientos al correr!
Tendido en la hojarasca fui quedando dormido, reflexionando que, perdido entre la selva, yo era un huésped suyo, un huésped como tantos, con los mismos derechos en la Naturaleza!
Al despertar, la aurora empezaba a colarse por las ramas mecidas por el viento inclemente: cantos de pájaros. silbidos. y al poco orientarme, distingui los ganados en las grandes pampas verdes.
Cuando llegué a la casa yo sentía en el pecho latir con el mío propio el corazón de la selva, y que, como al contacto de su su seno fecundo el amor hacia ella me agitaba las venas.
Los muchachos tenían listos ya los caballos y los grandes picaros estaban convencidos de que yo había dormido con cierta guapa moza.
Yo los dejé en la creencia de que así había sido.
Partimos, y a la tarde, sobre los montes lejanos, ví mi selva cobija dorarse a los celajes, llena de misterio, de belleza y de encanto.
Vespertina Sol sin sol sobre la tarde de azul de las montañas.
Sol, cadáver de sol, dijera, sobre la tarde clara. Qué fenómeno, oh sol, habrá podido darte esa cara tan pálida?
Opaco sol que caes, ces que te pruebas tu mortaja?
Este sol desteñido viene a darme la sensación de una carátula de reloj. Cuántas edades, reloj sol, oh clepsidra lejana!
Vas cayendo, sol de jade, incienso, sol de nácar, como si quisieras que el celaje contribuyera a tu mortaja: como si quisieras que el celaje se formara también con nuestras almas!
Un pedazo de hielo al redondearse por la virtud de unas manos muy pálidas, eres, oh sol, sobre la tarde: sol cadáver sobre la tarde clara!
Pienso esto mientras los vientos invernales azotan frivolos mi cara, y en el tranquilo parque dejo que vuele mi alma.
Mientras los niños juegan y dan vueltas a la pila jovial da chorros de agua, y el parque de colores se recrea como si fuera una alma!
Mientras la música me arroba, mientras palpitan de los árboles las ramas; mientras todo es vida plena en torno: mi alma vuela hacia la región por donde avanzas, sol de jade, sol de nácar, sol cadáver de sol, dijera, sobre la tarde clara!
En la paz del jardín.
En la paz del jardín que dormita yo he visto soñar a las rosas: sueñan cosas maravillosas: yo he vivido con ellas la belleza infinita!
Un vago claror de luna, un vago columpiarse de colores imprecisos, y una vaga leyenda en los macizos como al sortilegio de un dios o de un mago.
Es tan hondo el silencio que ni el aire se siente.
El que se interna solo por un jardin dormido siante lo que yo he sentido: que algo sobrenatural impera en el ambiente.
Todos duermen acaso: en el desvelo me he ido, tal vez, hacia el jardín; jamás he regresado sin una ansia más fuerte y un más hondo consuelo!
Oh la visión que se ve en los jardines dormidos!
Delirios en los éxtasis y siderales viajes!
En todos los rosales hay dioses escondidos y están poblados de hadas todos los ramajes!
San Jos de Costa Rica.
ví después vi una som nada vi!