REPERTORIO AMERICANO 277 dirigió al se referia: y del negocio bancaba con desaliento en En aquella se Por próxima Mujeres ViHA ACIA ya tres horas que galopaba sin descansar, seguido de mi mozo, La señora contrarme con este sujeto por un camino solitario. Antonio Bórquez Solar por aquel camino que se me hacía inNos han dado noticias que tenia terminable. El polvo, un sol de tres de bueyes le dije.
la tarde en todo el rigor de Enero, el Sí, hay algunos me contestó con mismo sudor que inundaba a mi faindiferencia, volviendo el rostro a un tigado caballo, me producían una ansia lado.
devoradora de llegar, de llegar pronto. Podríamos verlos? agregué.
Me volví impaciente hacia el muPor toda respuesta tomó las riendas chacho que me acompañaba, diciéndole: del caballo, que a su lado estaba, subió. Pero al fin dónde está ese tal rápidamente y seguido de nosotros, se don Daniel Rubio?
al interior del fundo. Es alli cerquita, a la vuelta de Durante nuestra excursión por los aquella alameda, me contestó, haciendo otreros, tuve ocasión de observar que signo con la mano y sin dejar mi acon acompañante era persona inteligende galopar te, en todo lo que a campo se ambos lados del camino se extenesto lo demostró más de una vez en dian grandes potreros sin agua, cuel curso de la conversación que sosbiertos de un pastillo blanco que heria tuvimos con motivo del de los la vista, y donde los rayos del sol re bueyes.
Sus modales eran rudos, como verberaban con fuerza. lo lejos, la de hombre de pocas letras; sus palabras enorme mole violácea de los Andes, breves y terminantes pero, a través despojada de sus nieves, emergia con de toda esta exterioridad poco agradaviolenta claridad sobre un cielo sin ble, había en su persona no sé qué nubes, pálido y brillante.
aire de honradez y de seriedad que, yo, inclinado sobre mi caballo, insensiblemente inspiraba respeto, ya con en que ese viaje que no simpatia.
convertía en en un verdadero sacrificio.
fin el negocio se arreglo satisёроса. mi padre, aprofactoriamente, y la noche caía ya en vechando mis ocios de vacaciones, ocuel horizonte, cuando regresamos a la pábame, de de cuando en cuando en concasa.
tratarle bueyes para el de la siembra. Soc18 Todo lo que usted ha visto lo he tales formado yo con estas manos dijo don comisiones con placer, porque ellas me Daniel, respondiendo a mis felicitaciopermitían nes por el buen pie en que veía su a caballo prender largas correrías Madera de Amighetti hacienda de estos viajes me proporcionaron la Usted se quedará a alojar agregó: oportunidad de hacer más de una e interrumpiendo mis excusas llamó mis ilusiones de tectura sencilla y primitiva. peculiar en a un trabajador que por ahi andaba, orveinte años: varias veces regresé de estas nuestras antiguas construcciones campe denándole que desensillara los caballos.
nes sintiendo no sé qué dulce sinas: enorme techo de tejas, bajas mu Y, después, me dijo: nostalgia en el corazón, rallas, anchos y sombrios corredores.
no era extraña cierta cabellera negra o antes que todo, vamos rubia que divisara la despedida, en el et qui es me dijo el mozo, y pasando los huesse apure, que hay donde tender frente a la casa entramos por una ancha a mascar algo, que ya es hora; y nos dicorredor, a través de la reja y los naa la casa.
ranjos de una casa de campo. Según las.
Después de atravesar el oscuro correinformaciones que había tomado la visEn el fondo de este camino, bajo la dor, entramos una pieza que daba al pera, don Daniel Rubio, a cuyo fundo me dirigía, era soltero; y en su casa nada caballo ensillado, veíase un hombre con sombra de una ramada, al lado de un La lamparque servia de comedor.
lámpara estaba encendida y la sopa había que pudiera halagar mis expecta la cabeza inclinada, ocupado, al parecer, humeaba sobre una pequeña mesa. puesta tivas sentimentales en arreglar una correa de la brida. con gran decencia y limpieza. No parecia De esta certidumbre provenian tal vez pesar de los furiosos ladridos de un aquel un comedor de soltero. Aquí y allá, mi cansancio y mi mal humor.
perro que salió a recibirnos y que mi el mantel inmaculado, había granA medida que avanzaba el paisaje mozo se esforzaba en espantar, el hom des maceteros con flores principiaba a variar. Añosos álamos y bre continuaba afanado en su trabajo.
verdes, las servilletas frescas sauces daban sombra al camino; divisaba illetas tenían cierto arreDon Daniel Rubio está en casa. glo peculiar: el verdura, chácaras, pastales de trébol, aninllaba en las gapregunté con voz fuerte.
de vidrio, y en las paredes vi males vacunos, aguas corrientes. De cuandiferentes El hombre alzó la cabeza, fijóen nosestampas de do en cuando, tras la alameda, asomaban que no dejatros una mirada tranquila y me conalgunos humeantes ranchos de inquilinos.
ron de llamarme la atención. Ya estamos en lo de don Daniel testo sosegadamente, con cierta reticencia: una indicación de don Daniel, me me dijo el mozo. Con él habla.
senté sin cumplimiento a a la mesa; pero yo me interesaba, contemplando el Quien asi me respondia era un indivique ponerme de pie precipifrente a mí se abrió buen cultivo de la tierra, la excelencia duo alto, obeso, poderosamente constituido.
de los cierros, mil pequeños detalles que una puerta y entró una persona. Era una y cinco a cinCD anciana de cabellos blancos y elevada esla vigilancia y el trabajo de cuenta anos, vestia el traje común a una mano avezada a las labores de la tatura, vestida de negro.
nuestros mayordomos de haciendas: peMe hizo una ceremoniosa reverencia, agricultura.
manta listada, chaqueta corta, pan. Cuántas cuadras tiene el fundo. talones bombachos de diablo fuerte, enormientras don Daniel nos presentaba. La señora Carmen Mancilla, el sepregunté al mozo.
y sombrero de ñor. Trescientas cuadras regadas. Princi alas. Su rostro cobrizo, de facciones gruesas En seguida ella se sentó a la cabecera pió arrendando, y ahora con su trabajo y duras, singularizábase por el estrabismo ha comprado estas tierras me contestó.
y la inmovilidad de una de sus negras Yo observaba con interés a la recién Llegábamos ya al fin de la alameda, pupilas que parecia cristalizada, mientras venida y un instante después tenia ante mí una la otra tenia un brillo y una vivacidad En su rostro extenuado y pálido, con reja de madera pintada de blanco, a tra extraña. Contemplando esta fisonomía, in esa palidez luminosa de algunas persovés de la cual ivisaba una huerta de voluntariamente me pagó por la cabeza nas extremadamente ancianas, en su hunhortalizas y un edificio, con esa arqui esta frase vulgar: No me gustaría en dida boca, en su fina nariz aguileña, en Sita bien agradable que tal vez rigimos bordeado de peque daba a un caminillo sobre hojas e santos luego tadamente, porque frent tuve cuarenta revelaban mes espuelas y som paja de anchas de la mesa.