REPERTORIO AMERICANO 261 puso a mejor culpa a Dios!
se y dulce y se burlaban de él. La gente mayor pensaba que Raicharan ¿Y a dónde voy yo ya, amo. dijo Raicharan ahogándose, estaba loco perdido por el niño.
suplicando con las manos. Quien me va a querer ya tan Por fin, llegó el momento de que el niño fuese a la es viejo?
cuela. Raicharan vendió una tierrecilla que tenía, y se fue a La mujer dijo. Déjalo que se quede. El niño estará conCalcuta. Allí, después de mucho buscar, consiguió trabajo y tento y yo lo perdono.
a Phailna en escuela. No perdonaba sacrificio para Pero la conciencia profesional de Anukul no lo permitia.
darle la más esmerada educación, la ropa y la mejor «No. dijo, no puede ser perdonado.
comida. Él se conformaba con un poquillo de arroz, y se de Raicharan se echó al suelo y se abrazo a los pies de Anucía. Amo, Amito mio, como me querías tanto, volviste a mi kul. Amo, grito, déjame que me quede, que no fui yo casa, quién lo hizo, sino Dios.
Pasaron doce años. El muchacho sabía ya leer y escribir per Esto nublo más el entendimiento de Anukul. Echar la fectamente. Era alegre, sanote y bien parecido. Se extremaba en su persona y tenía un cuidado especial al hacerse la raya. No, repitió. no puedo permitirlo. Ya no podría tener Le gustaba derrochar y tener trajes caros; y podia gastar el confianza en ti. Tú has coinetido una traición!
dinero. No acostumbraba a mirar a Raicharan del todo Raicharan se levantó y dijo. No fuí yo. como padre, pues aunque su cariño era paternal, tenía moda Pues quién fue entonces. preguntó Anukul.
de criado. Raicharan también pecaba con ocultar a todo Replicó Raicharan. Mi destino. el mundo que él era el padre del niño.
Pero un de carrera no podía aceptar tal excusa, Los estudiantes de la posada donde Phailna era huésped, y Anukul no cedia se divertian de lo lindo de las maneras rudas de Raicharan; Cuando Phailna vió que era hijo de un juez rico y no de y hay que confesar que Phailna, a espaldas de su padre, se Raicharan, se se enfadó, al principio, pensando en el tiempo que les unía en las bromas. Pero en el fondo, todos querían a aquel había estado despojado de su patrimonio; pero viendo la amarviejo cảndido Phailna también, aunque, como he gura de Raicharan, dijo generosamente a su padre. Padre.
dicho antes, él lo queria con cierta condescendencia. perdónalo. Si no quieres, que no se quede con nosotros; pero Raicharan envejecia, y cada vez le encontraban más fal pásale alguna cosilla para que viva.
tas a su trabajo. Se había esta matando de hambre por Oyendo esto, Raicharan no replicó ya. Miró, por última amor a su niño, y esto lo debilitó tanto, que no podía cum vez, la cara de su hijo, y saludó reverentemente a sus antiguos plir con su obligación. Las cosas se le olvidaban. Estaba amos. Luego salió, y se perdió entre la muchedumbre innumeracada vez más torpe y más lelo. en donde ganaba, querían ble del mundo.
de él trabajo cumplido y no se ablandaban con excusas. El fin de mes, Anukul le mandó algún dinero a la aldea.
dinero que Raicharan trajo de la venta de la tierra, se le Pero el dinero vino devuelto. No había nadie allí que se llahabia acabado. el muchacho regañaba constantemente por mara Raicharan.
ropa y dinero.
III Rabindranath Tagore Raicharan se determino. Dejó su empleo, le dió algún di(De la obra Las Piedras hambrientas y otros cuentos. Traducción de Zenobin Camprubi de Jiménez. Madrid, 1918. nero a Phailna y le dijo. Tengo que hacer en mi casa de la aldea. Volveré pronto. se fué a Baraset, donde Anukul estaba de juez. La mujer de Anukul, seguía aún abatida por el dolor, y no había vuelto a tener hijos.
Baladas del Padre Pallais Anukul descansaba, una tarde, de un largo y fatigoso día de tribunal. Su mujer estaba comprando a un mendigo, curandero una yerba carísima, que él aseguraba que tenía la La balada del dolor que se ve y se toca virtud de dar hijos. Alguien saludo en el patio, y Anukul salió a a ver quién era. Era Raicharan. El corazón de Anukul Este dolor, Dios mío, se ve, tiene el tamaño se ablando viendo su viejo criado; le hizo muchas pregundel cielo, de la noche, de la muerte, del mar.
tas y le dijo que se quedara de nuevo a su servicio.
El cielo sin estrellas, esquivo, gris, huraño.
Raicharan sonrió levemente y contestó. Querria saludar La noche que se para con terquedad mular.
a mi señora.
Entró Anukul en la casa con Raicharan, a quien la señora La muerte que nos mira con malos ojos, loca no acogió tan cordialmente como su antiguo amo. Pero Raide los cien mil espantos, desnuda sin razón.
charan no se molestó por ello. y juntando las manos dijo: el mar que traga, traga, desmesurada Boca. No fué el Padma quien robó a tu hijo, sino yo!
pulpo de ocho tragedias horribles, tiburón.
Anukul exclamó Dios mío. qué estás diciendo. Dónde Este dolor. Dios mío, se toca. Ciertamente está el niño?
Raicharan dijo. Está conmigo. Lo traeré pasado mañana.
después de haber tocado, temblando conocí.
Era domingo aquel día y no había juzgado. Marido y muque sólo somos hombres, cuando nos toca el diente jer se pusieron, impacientes, en el camino, desde muy de divino del dolor. Este es el jabali mañana, esperando a Raicharan. las diez llegó Raicharan para las desmedidas, trágicas aventuras con Phailna de la mano.
de las magnas Tres Horas. Matías Grunewald La mujer de Anukul se sentó al niño en la falda, y sin sabe con sus pinceles extremadas pavuras, preguntar nada, reía y lloraba tocándolo, llena de emoción; y lo subrayar estas noches vivas, al natural.
besaba en el pelo y en la frente, comiéndoselo con los ojos.
El muchacho era muy guapo y estaba vestido como el hijo de un caballero. el corazón de Anukul se desbordó en una Secuencia temblorosa, mayúscula morada, explosión súbita de cariño.
para los cuentos crueles. Si parece mentira, Sin embargo, juez le preguntó a Raicharan. qué de leyendas nocturnas, la historia desolada esta desgracia, como sucedió. Mira: pruebas tienes para decir lo que dices?
Dijo Raicharan. Qué más prueba quieres. Dios sabe que Devuélvenos al niño, mar de encontrados vientos, tu hijo y sólo Dios!
Viendo el ansia con que su mujer abrazaba al muchacho, pulpo ocho palabras groseras, tiburón. no quiso. La muerte tocó sus instrumentos, Anukul comprendió la inutilidad de las pruebas. Cuánto más sus tubas, sus marinbas solemnes, su violón.
valía creer! la verdad era que. de dónde iba a sacar el viejo Raicharan un muchacho como aquel. para que iba Otra vez en mi casa solariega, veías, su fiel criado a engañarle?
que todos esperaban al hijito menor.
Pero añadió severamente. Raicharan, tú no puedes que Pasaron muchas noches, pasaron muchos días, darte aqui.
pero ahora, ya vuelve. Cortaremos la flor yo robé