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Tal era el caso de Ricardo. En él se fundian de modo feliz, el conocimiento de la civilización europea en los dominios del pensamiento y el arte, con la comprensión y el sentimiento profundos del alma criolla y de las costumbres vernáculas. Ese muchacho, que alternaba con los modernos y revolucionarios representantes de la literatura francesa, era aquí el domador bravio, experto en el rodeo y en el pial. Lleil vaba a las tertulias parisienses como un hálito de la pampa y traía de vuelta hasta nosotros el eco de la renovación estética que en aquellos centros se operaba. En este sentido Guiraldes se me antoja el prototipo de esa dualidad que alguna vez he señalado como los argentinos de estirpe, que se encuentran tan a su gusto en el salón aristocrático de la ciudad la estancia lejanas; los mismos quienes se referia una vez en el Congreso Don Julio Costa, llamándolos elogiosamente «domadores en el campo y hombres de mundo en Buenos Aires El amigo cuya memoria honramos enriqueció, pues, considerablemente su personalidad en esa frecuentación de los círculos intelectuales y artisticos de Europa. Hay entre nosotros quie.
nes por absorberse demasiado en el amor de las cosas tipicamente nacionales ignoran o des.
denan absurdamente las las manifestaciones de la cultura extranjera. Existe, a la inversa, el desarraigado, que admirando y gustando con exceso las excelencias de la vida europea, permanece insensible al reclamo de la tradición patria y al encanto inefable del terruño. Pero hay también aquellos que siendo capaces de apreciar en todo su valor, su belleza y su ejemplar sentido los fenómenos de civilizaciones extrañas atraviesan por ellas sin sin descastarse y tornan, como el Raucho de Giliraldes, a tenderse sobre el suelo pampeano, con los ojos absortos en el azul del cielo que no pudieron olvidar.
De éstos era Ricardo Güraldes. Junto con Adelina del Carril, la compañera incomparable, que fue en su vida el más bello regalo del destino, peregrino por muchas tierras, vió mucho mundo, estuvo en muchos lugares exóticos y fascinadores. Pero ya en las selvas milenarias de la India, ya en las poblaciones pintorescas del Japón, en las largas rutas del transiberiano, en las alegres campiñas italianas, en las históricas ciudades de España y de Francia, o en las reuniones de la libreria Monier, donde la amistad ilustre de Valéry Larbaud, de Jules Romains, de Fargue, de Soupault, y otros jóvenes maestros de la literatura contemporánea, en todo sitio y en todo tiempo, la voz de la tierra lejana cantaba en su alma las notas tenaces y balbucientes que un día iban a definirse y concertarse en el canto triunfal con que el nostálgico viajero celebraria luego al arquetipo de la estirpe criolla, irguiendo aún su ademán heroico sobre el vasto escenario de pampa.
En Don Segundo Sombra Güiraldes realizaria la fórmula que alguna vez preconizó como ideal artistico: la conciliación de la cultura asimilada fuera con el tema esencialmente nacional. Su libro de asunto netamente criollo, muestra, en efecto, una técnica peculiar, que no es por cierto la de otros autores gauchescos; que da la composición y al estilo un vigor y una concentración extraordinarios que viene a ser, en parte, la consecuencia de la familiaridad del autor con las nuevas formas, más sintéticas y agudas, de la literatura europea. Eso ha enriquecido sus recursos de artista nato, permitiéndole tratar un asunto tan fundamentalmente en permanente nuestro, de una manera original y poderosa, Al erigir aqui este monumento, tan hermoso y desde este punto de vista su obra constituye y adecuado en su total simplicidad, los hombres una lección, tanto para los que desprecian los de San Antonio de Areco han pagado con vertemas nativos como para aquellos que los cul dadera hidalguia criolla su deuda de gratitud tivan creyéndose dispensados del con nto al que mediante la palabra vestida de belleza de los buenos modelos extraños y de una seria inmortalizó la vida de sus gentes, la figura de disciplina sus humilddes y nobles varones y tradujo la Fiel a estos conceptos, Güiraldes armonizaba honda poesia pastoril que fluye de estos apadedicación a los asuntos nacionales con su cibles contornos. En a nosotros, sus curiosidad por los fenómenos de la literatura amigos de Buenos Aires, asistimos con emoción extranjera y trataba de difundir entre nosotros, profunda y con justificada satisfacción a este como lo hizo en la revista Proa, la producción homenaje que consagra, una vez más, la gloria de los más interesantes autores modernos, es de un hermano mayor en el sentimiento de la pecialmente de Francia. En justa retribución patria y en el amor del ideal.
los jóvenes escritores ese país conocían y ahora, volviéndome hacia él, quisiera peestimaban su talento, y y las traducciones que dirle perdón, por si he puesto en mis frases alli se han hecho de sus obras aseguran a una excesiva solemnidad, algún énfasis ingrato nuestro ilustre compatriota una difusión mundial. a su noble sencillez de grande artista. Yo huNada más justo que esa recompensa, aunque biera preferido llegarme hasta aquí solitario y sea tardia, para el que, siempre leal su alta reconcentrado, detenerme ante esta piedra ruda vocación artistica, vivió tendido en y fiel como el afecto de los que se la ofrenesfuerzo por alcanzar la plena realización de dan, firme y permanente como su propia obra, un ideal de belleza, lograndolo finalmente en y en un largo instante de silencio, más prenalas páginas inolvidables de Don Segundo Som do de sentido que todas las palabras precarias bra. No es éste, por cierto, el único de sus y vanas que acabo de decir, evocar su figura libros que merezca sobrevivirle, pero si el más recordando algunos de los representativo de sus cualidades y tendencias momentos de nuestra buena amistad: aquellos y el más susceptible de interés general por la y el mes del asunto y la briosa maestria con del ardor civico y de las vibrantes arengas callejeras; los de la intimidad, cuando en medio que alli se narran y describen cosas tan de sus bellas platerias gauchescas el rasgueaba nas de la vida argentina. En esa obra de ma en la guitarra algún melancólico aire de la tiedurez cuajó plenamente el gran espíritu poético rra, o, por fin, el del último encuentro, cuando que había en Ricardo y que aparece también, en la galeria del club, frente a la taza de té con más profundidad subjetiva, en sus Poemas con que me obsequiaba, sorprendi en su gesto Solitarios y Misticos, obras póstumas llenas de y en sus palabras no sé qué desgano de dessentido humano y religioso que como un lirico pedida, como si presintiera que del viaje que mensaje de ultratumba nos han llegado después iba luego a emprender regresaria ya sin la luz de la muerte de su autor, fijados en primoro de la vida en las pupilas que acariciaron tanto sas formas gráficas, gracias a los piadosos cui los paisajes familiares y helado el recio coradados de Adelina y al noble empeño artístico zón que latió tan hondamente por las cosas de la imprenta que honra a esta población. nativas.
Alvaro Melián La finur varonil y fraterna, genui tantos Discos COLUMBIA Font Nieto