230 REPERTORIO AMERICANO de los presos apenas testaba, que Habian perdido toda expresión y parecian Ells reis y consentin en comer para agraformar parte de aquellas rejes, de muellas paredes y de aquellas tablas de las tarimns.
DR. HERDOCIA dar a aquel vejete tan simpatico Por fin, al sexto día, habiendo regresado el Está triste la yulladul murmuro el cabo ironicamente. Se le dio vuelta la tortilla.
Enfermedades de los ojos, juez, fué lleyndu a declarar y como su decinración y la de la dueña de casa donde ella Aladía al poco éxito de la fuga, atribuyendo oídos, nariz y garganta viviera una tarde y una noche, fueran satisa ello la causa del silencio y de la tristeza factorias, fué puesta ere libertad.
Desde la cárcel se fué hasta in estación, Por fin, en el último calabozo de la galeria Horas de oficina: sola, silenciosa, tal como había llegado, y fue encerrada In mujer.
10 a 12 de la mañana allí estuvo sentada hasta que llegó el tren.
Al entrar við sobre la tarima una frazada manchada de sangre, estendida sobre un balto y de a de la tarde Cuando subió sintió que la chistuban, llamándola. Se dio vuelta y vió, en un rincón que parecin una persona. No dijo una palabra del coche, a su marido, a Pancho Cordoba, pero cabo cerro la puerta y se fué, Contiguo al Teatro Variedades la mujenvango hacir la tarima, cogió la que la sonrein tiernamente. Al verlo sintió frazada de ma punta y tiro despacio hacia algo dulce y triste que le oprimin la garganta atrás, con mielo, temiendo ver de pronto y el corazón y empezó a llorar calladamente, sin sollozar, como si se propusiera no hacer aparecer el rostro pálido de su hombre.
El muerto no era su marido; lo tapo cuidaDurante cinco dins permaneció en la cárcel, ruido.
sin ser interrogada. El juex libía sido llamaEl la tomó de un brazo y la sentó a su dosamente y fue a pararse ante la reja del do a la capital y ella tuvo que esperar su lado, acariciandola. Estaba locuaz y hablaba calabozo. Después de irse el cabo, los presos hubiun comenzado a hablar en voz bajn, de vuelta, pacientemente, resignada con su suerte.
alegremente enlabozo a calabozo, celin sentin el cuchicho El cabo pequeño el vejote de la gorrilla Te tuvieron presa todo este tiempo? Yo de ellos a lo largo de la galerín.
ladeada, venía siempre a hablar con ella, 11 lo suponi. Fijate que yo me fugue con dos Escuchando estaba, cuando cerca de ella acompañarla, y procaraba entretenerla con indios araucanos, que me llevaron en hombros una vox In llamo desde un calabozo.
tándole historias y chascarros Le inspiraba cuando me cansé de correr. Fuimos a dar no Señora. Señoral piedad simpatia quella mujer que no prosé dónde, por allí, en las montañas, a sus queria tanto a su hombre y que rucas. Me atendieron como a un principe, me. Qué quiere? respondió ella, sin ver al esperaba sin desesperurse. Además, el cabito dieron bien de que la llamuba comer y cuando al venirme yo La vox era suave y el que hablaba parecia había apreciado mucho Pancho Córdoba, les ofreci dinero, los veinte pesos que tu me tan jovial, tan generoso y tan pillo. mandaste, no me los aceptaron. Les pregunte tener el propósito de servirla o ayudarin. las horas de comida venia a dejarle per. Por qué la traen a usted. pregunto.
como podia pagarles, y sabes lo que me pi Vine a ver a mi marido que está preso sonalmente la ración, un guisote horrible que dieron? Los forros de seda del chaquet para ella no podín soportar.
hacerse bolsas tabaqueras. Ja, ja, ja! Qué me han dicho que anoche hubo una fuga aqui; me. Hay que comer, hija min. decialu, pa diablos lesos. Qué te parece?
y he sido detenida mientras hacen algunas ternalmente. El que no come no digiere y Pero ella no contestó: Con la cabeza afiraveriguaciones. quién es sn marido? preguntó la vox.
paru vivir, hay, que comer y digerir. Haga mada en el hombro de Pancho Córdoba, llo Francisco Cordoba un empeñito. Mire, tápese la nariz, cierre los raba dulcemente, sintiendo que con el llanto Pancho Córdoba? Se fugó anoche con seis ojos y échese una cucharadita a la disimulada descansaba su corazón atribulado.
reos mas Manuel Rojas. Se fugo. Si, señora alégrese.
La noticia corrió rápidamente por la galeria.
Noticia de libros La mujer del evadido Pancho Cordoba estaba PALLAIS, Presbo. Bello fono menor. Leon de Nicaragua all! EI topo de la conversación subió alegre mente. La inic distracción del momento, la Este último libro del autor de los Ca nica de Jesucristo. Asi su amor para los el simbolos inesperados en esas figurillas fingarse.
tico, en el verso que consagrara el Ar que incorpora muchas veces a las maDurante inucho rato estuvo oyendo contar cipreste. El alejandrino que ha ndido yúsculas del misal: la ardilla ligera, el los detalles de la evasión. Tranquilizaronin Arciniegas, mezcla su voz profunda en ciervo de ramas.
los presos, diciéndole que su situación no era este libro menor del melodioso presbitero Su libro menor tiene la curiosidad y comprometedora y que tan pronto prestara de Nicaragua, con el endecasilabo sobrio el pávido asombro del niño que marcha la primera declaración popdriana en libertad y el musical dodecasila bo que adoro Berceo desgranando rimus preciosas con su voz La charla de los presos la entretenia y la Sugestiones de aroma busca para ni ensayada. El Presbitero libraba de la horrible soledad de su calabozo, su bello tono: Es muy oloroso, es muy mismo bendice el advenimiento de Jacob, haciéndola olvidar un poco la fria presencia oloroso. Jacob el segundo, Jacob el me después de Caminos, tarde religiosa de de aquel muerto nor, y recordando que al libro primero legas Pero transcurrió el dia y vino la tarde, se llamó retórica y al segundo poética, poemas, en uno de sus they helada, silencios. El rumor y el cuchicho se piensa en los hermanos mayores Zorrilla la estética propia de Pallais, vuelve erisfue apagando poco a poco y por fin in mujer y Quintana, y en los segundos, Campo talinos y lavados a los versos de su liquedó aislada entre las paredes del calabozo amor y Becquer amigos del libro me bro: el agua que tiene piedades y pacienHasta mtly entrada in noche se se mantuvo nudo.
cias de Sor, limpia de las inocentes hojas afirmadi la reja, de pie, sintiendo No se hallaria al presbitero Pallais un el polvo que espalda algo molesto y extraño, procurando parec recido con el Nervo de la oración esen fana de un tal Vargas Vila. por la oir alguna voz, algun rumor de pasos, algo Su misticismo es otro. Mais bien un savia pura sube el verso de Jammes.
que la acompañana en su adarme del abate joven de los madriga Rara y única es la parábola del árbol Por fin sintió frio y cansancio. El viaje que les tiembla en su pecho, produciendo nna habia heclio desde La capital, la mala noche música como de recato y expansión, en rica sapiencia, con ojos virginales: inmópasada, la falta de alimentación la rindieron. Se la que fuga esa cristaleria del poema, la vil silencioso, florido, rumoroso, encantado.
acurrucó en un rincón, pero el trio era dema inquietad suspensiva que es nimbo de Su corazón es como mo el del Padre Visiado intenso y le impedin dormir. Se levantó las cosas bellas: Nina del poema, no te lami: como un evangelio de mansos haciendo un un gran esfuerzo do valor, fue dicen nada. mis versos, no puedo, ni pastores ito se enelaustra. Asiste la fiesta del iris, pero con una suerte hacia el muerto y tomando la frazada de una quiero, sellada.
punta empezó a descubrirlo. Cuando la hubo Pallais logra ofrecernos el ritmo, pro de reposo que se dijera de terso espejo retirado completamente, camino en punta de ano, libre de las arenillas del transito. para fijar los tonos más depurados. Alpies hasta un rincón, se arrebozo en la fra de la escoria del mundo. Así su aptitud guna vez, frente a su romance moderno zada y sentándose en el suelo beques pro evangelizada para cantar a las piedras de las estrellas que conocen a las ardifundamente dormida.
preciosas que no adornaron jamás la tu llas, recurre al eternal latin para completar Pallais no estrellas y y ramas en Como en del campo es novela procial sul soledad es. Pallais 10 se