REPERTORIO AMERICANO 237 dabau de el uso de de Mojals, en.
Tan distraido iba, que hasta no cirlo dos o tres veces no se despertó su atención. Se fijó entonces. Si, si. era música; no había duda alguna.
En efecto: de tanto en tanto, una leve ráfaga sonora, fina y sutil como ilusión acústica, entraba por la parte delantera de la tartana y salia por detrás sin dejar rastro, para volver en igual forma, aunque cada vez más intensa, al cabo de un momento.
Como por arte de encantamiento, libre ya de toda la dejadez de la fatiga, el pubill recobró sus facultades.
En alguna parte, y no lejos de alli, habia baile en plaza. Aquella sonoridad fantasma, que tan pronto se esfumaba como revivía, traiale ya distintamente un ritmo de sardana. Dónde seria? No recordaba que hubiese por las cercanias fiesta mayor alguna. La de Cluelles se celebraba en julio; la de Sirvent, en agosto; la Alcanzó a un payés endomingado, con la barretina roja como un pimiento, camisa azul celeste, faja verde, chaqueta parda echada al hombro y vergajo en la mano. Eh, amigo. Puede saberse dónde se baila. Ya lo creo! En Santa Rita del Garrich. Es hoy la romeria. Una ermita. La capilla del lugar. No sé dónde cae eso. Es aquí mismo. Si queréis venir, yo voy. Se me haria tarde. Me esperan en casa. Divertirse. Salud! como como para escapar a la tentación, dió un latigazo a la yegua joven, que salió carretera adelante a trote largo.
Sin embargo, como las tentaciones corren más que las yeguas por ligeras que éstas sean, y como el pubill no solia encontrar mucho valor para resistir a aquéllas, la de ir al Garrich le acometió de nuevo mientras huia y le ven ció antes de haber recorrido veinte varas de camino El payés, al ver que la tartana se paraba, apreto mucede algo No, nada! Aguardaba. Subid y me ensenaréis el camino. Al fin y al cabo añadió sonriendo. a una hora o a otra llegaremos a casa. No va a cambiar de sitio. Claro está! que la romería del Garrich os gustará de veras. No se pierde, no, el tiempo. Yo voy todos los años porque vive alli una cuñada mia. Al Garrich, pues; no hay más que hablar!
Que el pubill era así, un tarambana, una veleta que jiraba alegremente según venia el viento.
Volvieron por el primer camino que sesgaba. Entonces si que, recibiendo la armonia de cara, oyó bien la sardana! El refilar juguetón del caramillo, las notas oscuras del trombón, el lamento nasal de la tenora. parecian salirle al encuentro como buenos y antiguos amigos, invitándole a avanzar con ellos. El payés, charla que charlaras de casos y de cosas que ni le iban ni le venían; la tartana, saltando y brincan por las roderas encrestadas, y el pubill, escuchando en el aire la cadencia prometedora de las tonadas cada vez más próximas, llegaron al Garrich sin darse cuenta.
Habia gran gentio. Largas hileras de muje.
res entraban y salian seguidamente de la capilla, toda adornada de guirnaldas y rebosante de ex votos; cerca de las mesas del aguardiente, los viejos habian sentado sus reales; en torno a las de golosinas se agrupaban como moscas los chiquillos, y a la sombra del más alto de los pajares tocaban los músicos, bien alineados, entumecidos y con la nariz levantada al aire, mientras en el centro de la plaza los juveniles corre giraban sin cesar, unos dentro de otros centi mente asaeteados por los rayos del sol, que de través se metían entre los pies de los bailddores.
Era un virolado conjunto resplandeciente de faldas cortas, como bandadas de multicolores mariposas que revoloteasen entre tierra y cielo. Parecía tambien como si hubiese caido una lluvia de papelillos de colores. 5) Instrumento parecido al saxofono, pero mucho más largo, que suele tener papel importantísimo en la ejecución de las sardanas.
Era grato al forastero mirar aquel manojo de doncellas de las villas cercanas, calzadas con media de seda, vestidas según el último figurin y maquilladas como pequeñas actrices, que no de buena gana la mano a los destripaterrones de alpargata y faja, pesadotes y reverentes como figuras hiératicas.
Pubill Bigorra, deteniéndose al lado de los corros, se fijó especialmente en una joveny delgada, de gráciles movimientos y linda boca de pulposos labios. Iba vestida de negro, enlutada de tada de pies a cabeza, y danzaba con aire grave, como encantada, igual que si se encontrara sola en medio de la multitud. La ch cabeza muy alta, fijos los ojos en el cielo resplandeciente, sin pestañear; la cabellera corta peinada hacia atrás y agitándose a merced del ritmo, la niña trenzaba y destrenzaba los pasos de la danza con fuga arrebatada y, al mismo tiempo, con impecable precision maestra. Dijérase que volaba a ras de tierra; tan leve y fugitivo era el contacto de sus pies con el suelo. Esto es bailar sardanas! pensó con entusiasmo el mirón, cuando un vigoroso manotazo dado en su hombro vino a interrumpir su contemplación admirativa. Tu por aqui, Bigorra. HolaRamis! De dónde sales?
Como asiduo concurrente a ferias y mercados, el pubill encontraba amigos o conocidos allí donde iba. Charlaron, y el pubill contó al otro que venia de Figueras, donde acababa de hacer un buen negocio. Me habian limpiado, centiendes. hasta el último céntimo; no me quedaba ni para ir a comer. Hubiera podido pedir dinero prestado a cualquier amigo; pero preferi vender la jaca y la tartana. La mujer pasaba la vida con el alma en un hilo, predicándome a cada que el mejor dia me iba mata animalejo, y decidi decirle que había vendido la jaca para no hacerla sufrir más. Conociendo que me convenían los dineros, aprovecharon la para darme cuatro cuartos. Pero a mi el corazón me decia que la suerte iba a volverseme de cara y que podria desquitarme de lo perdido. tal como lo pensé. Ni que las brujas tallasen por mi. En cuatro o cinco horas solamente los limpié a todos. Al salir, de madru paso (1) Los catalanes de la montaña han conservado siempre el cos, que hoy se emplea también en el lenguaje culto.
Sueño de Cádiz Cádiz está mirando al mar.
Sobre este derrama el sol poniente barcas de oro que se van cabrilleando hacia el oeste, como en los dias coloniales idos zarpaban las armadas de galeones en busca de las Indias y el Gran Preste.
La tarde es vela en los galeones vanos y hacia las Indias orzará con ellos.
Orbe de plata en sus serenas manos trae la noche a la armoniosa Cádiz.
Los blancos miradores están bellos; se ha puesto en guardia la muralla entera, y hacia el silencio se levanta, austera, la Torre del Vigia.
Cádiz duerme, y es su ensueño de augurio todavia: Cádiz mira venir la Grande Armada conduciendo, a sus mástiles atada, con cabos regios, la imperial victoria.
Arde incendio de gloria en la bahía.
Detrás, en infinitos escuadrones, sobrecargados de oro, los galeones historiados de triunfos de conquista, con sus dos mil corsarios prisioneros, van altivos entrando en la Bahia; Cádiz no les abarca con la vista.
Después escucha en su sueño las anclas de oro en el fondo sonoro del mar.
Cádiz la Blanca despierta a su estruendo.
Está nadando en las aguas del Dia; tinto está el mar de un color de esperanza.
Algo de Indias las olas murmuran, todas las conchas marinas auguran un regresar de otras Indias a España.
Roberto Brenes Mes én De Los Dioses ouelven. de 1928