134 REPERTORIO AMERICANO La Tarda Despunta por la rambla amarillenta, donde el puma se acobarda; viene de lágrimas exenta la Tarda.
Comienzan ambiguas, añosas marquesas sus danzas antiguas y sus polonesas. llegan arqueros de largos bigotes, y evitan los fieros de los monigotes. del piano forte en dulces vagancias desfila la corte de las elegancias.
Un beso a la blonda la de ojos moradosy siga la rouda de tiempos pasados.
Su claro antifaz de un amarillo frio da los espantos en derredor sombrío esta noche de insondables maravillas y tiende vagas, lucífugas señales a los vasos, las sillas de ausentes comensales. luego en horror que nacarado flota, por la alta noche de voluptad ignota, en la luz olvida manjares dorados, ronronea una oración culpable llena de acentos desolados y abandona la cena.
Ella, del esqueleto madre, el puente baja, inescuchada; y antes que el rondin ladre a la alborada, lanza ronca carcajada. con sus epitalamios rojos, con sus vacíos ojos y su extraña belleza pasa sin ver, por la senda bravia, sin ver que hoy me muero de tristeza y de monotonía.
Va a la ciudad que duerme parda, por la muerta avenida, y sin ver el dolor distraída la Tarda.
Lied III Diosa ambarina En la costa brava suena la campana, llamando a los antiguos bajeles sumergidos. con tamiz celeste y al luminar de hielo, pasan tristemente los bajeles muertos.
Carcomidos, flavos, se acercan vagando.
y por las luces dejan obscurosas estelas.
Los robles la sombra de los estucos llegan viejos y zancos, en sus mamelucos los vampiros blancos.
Por el templo de las marañas bajan las longas pestañas; buscan la hornacina de la diosa ambarina; y con signos rojos la miran con sus tristes ojos.
Los ensueños de noche hermosa dan al olvido, ante la Tarde diosa a dormitar empiezan, y, en su idioma desconocido le rezan.
En la curva del camino dos robles lloraban como dos niños. había paz en los campos y en la mágica luz del cielo santo.
Yo recuerdo la rondalla de la onda florida de la mañana.
En la noria de la vega, las risas y las dulces pastorelas.
Por los lejanos olivos, amoroso canto de caramillos.
Con la calma campesina, como de incienso el humo subia. en la curva del camino dos robles lloraban como dos niños.
Con su lenguaje incierto, parece que sollozan, a la voz de invierno, preterida historia.
En la costa brava suena la campana, y se vuelven las naves al panteón de los mares.
Pedro de Acero Pica, Pica la metálica peña Pedro de Acero.
En la sima de la obscurosa guerra del mundo ciego.
Pesarosas, como trenos y llantos se sienten voces: De hora en hora los primitivos salmos y maldiciones.
Blondo el día y el compas de la guzla lejos, muy lejos.
Que en la mina, más ponderoso, lucha Pedro de Acero.
El Duque Hoy se casa el duque Nuez; viene el chantre, viene el juez y con pendones escarlata florida cabalgata; a la una, a las dos, a las diez; que se casa el Duque primor con la hija de Clavo de Olor.
Allí están, con pieles de bisonte, los caballos de Lobo del Monte, y con ceño triunfante, Galo cetrino, Rodolfo montante. en la capilla está la bella, mas no ha venido el Duque tras ella; los magnates postradores, aduladores al suelo el penacho inclinan; los corvados, los bisiestos dan sus gestos, sus gestos, sus gestos; y la turba melenuda estornuda, estornuda, estornuda. a los pórticos y a los espacios mira la novia con ardor. son sus ojos dos topacios de brillor hacen fieros ademanes nobles rojos como alacranes; concentrando sus resuellos grita el más hercúleo de ellos. Quién al gran Duque entretiene. ya el gran cortejo se irrita. pero el Duque no viene. se lo ha comido Paquita.
Juan Volatin Los niños en la quinta comienzan la velada, en noche como tinta, en noche desolada; y túmidos y graves se duermen al redor: los grillos y las aves, el trébol y la flor. lámpara amarilla fulgente reverbera; destaca la mejilla, la blonda cabellera; presenta el escenario de tierna juventud y el campo funerario cual lóbrego ataúd.
En mudo afán presienten los niños los temores, y en tanto que se sienten los perros aulladores, el valle desolado divisan con pavor, y escuchan desusado levisimo rumor.
Juan Volatin cayó de la ventana, Juan Volatin rodó sobre el cojín, Juan Volatin, el duende vida vana, comienza su enojoso retintin: Syhna la blanca De sangre celeste Syhna la blanca, sueña triste en la torre de ámbar. sotas de copas verdelistadas un obscuro vino le preparan.
Sueños azulean la bruma laca; mudos rojos cierran la ventana El silencio cunde, las elfas vagan; y huye luego la mansión cerrada. Cual cien atridas, la vida paso quitando vidas, desde el ocaso; yo cruzo el mundo con raudo giro; yo no respiro que en las gopuras tramé locuras; desde Bengala, desde Valhala, desde otro cielo; y en sus confines di volatines con suerte ducha.
El dominó Alumbraron en la mesa los candiles, moviéronse solos los aguamaniles, y un dominó vacío, pero animado, mientras rie por la calle la verbena, se sienta, iluminado, y principia la cena. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica