Tomo XVI REPERTORIO AMERICANO Núm. 17 San José, Costa Rica Sábado de Mayo 1928 SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA SUMARIO ¿Dónde está la América Latina?
La República de Colombia Extractos.
Trato de justificarme La voz de la Pacha propósito de Goya El testimonio de Ibsen (III)
Con Diego Rivera (IV) Zubaron Capmany Enrique Naranjo Visconde de Lascano Tegui Alberto Guillen Fausto Burgos Julio Mercado Rafael Estrada El amor de los rios.
Oralismo y literatura Los dos futurismos Elegia de Sayula La situación de Honduras Tablero (1928)
La Edad de Oro José Santos Chocano Andrenio Gabriel Alomar Porfirio Barba Jacob Gustavo Machado Ricardo Palma y Romulo Tovar ¿Dónde está la América Latina. Del Diario de Yucatán. Mérida, México Fue una sorpresa para todos o para casi todos. Una sorpresa tan grande que a la evidencia siguió la estupefacción, y muchos se resisten a creer lo que vieron y esperan todavía que la desaparecida resurja y confunda a los culpables.
Se había dicho tanto y en tan elevados tonos de la América Latina! De la joven y vigorosa entidad política; del ser moral forjado al calor de aspiraciones e ideales supremos; de la unificada expresión de intereses comunes y de sagradas y gloriosas tradiciones históricas. que los pueblos, geográficamente diversos, esparcidos en una continua extensión territorial desaparecían para integrar fuerte y activa e invencible la imponente personalidad del conjunto.
No eran sólo poetas y teorizantes de imaginación tropical los que, transformando emociones y sentimientos de realidades, cantaban en la América Latina al campeón esforzado de «un noble y trascendental destino, nunca precisado. Los sesudos y fríos estadistas europeos, incapaces de realizar el Pan europeismo en propia defensa la saludaban como la depositaria del poder llamado a contener la desbordante pujanza del Coloso del Norte.
Este mismo llegó a temerla; y mientras la distraia con halagos, se armaba de todas armas para poder resistir al anunciado y fatal encuentro de dos supues.
tas civilizaciones. todos eran lógicos porque obedecian a la fuerza incontrastable de la vida.
La conservación individual de los Estados que la componen reclamaba la existencia de la América Latina.
No debía, en consecuencia, dejar de existir. Seria el corazón que haría circular libremente la sangre de muchos pueblos; la conciencia de los más altos principios morales; la encarnación de la justicia, el irreductible derecho de la vida.
Se acercaba el momento en que la América Latina se hiciera escuchar. Así lo anunciaban los ecos que repercutian en el extremo de los Andes y engrosados rebasaban las orillas del Bravo. La cita estaba convenida; la justa era inaplazable.
Conferencia, escribe con amargura Teja Zabre, fué el fantasma latinoamericano. Cada representación latina se mostró indiferente de la suerte del pueblo hermano. Llegaron divididas; no las dividieron. Celosas unas de otras. Apartadas por mezquinos intereses de tribus, se hostilizaron entre si. Ni entonces, ni después supieron defender la noble causa común, que es la garantia de vida individual. Todos concurrieron a mantear al único Quijote del latinismo. No fue sólo bajo el deslumbramiento de una oratoria centellante por ineptos, aduladores, egoístas e incapaces de cooperación internacional; severos calificativos de Loppmann. como entregaron, sin lucha, el común patrimonio.
Aún después, en plena calma, hay quien besa la mano que le oprime. No es únicamente la representación oficial de Cuba la que está orgullosamente satisfecha de su suerte; ni Leguía, del Perú, quien sólo ensalza la intervención en las naciones débiles. El delegado chileno Silva Vildósola, en un banquete dado en su honor por el Embajador de su patria con la concurrencia de los periodistas norteamericanos, acaba de declarar que todos los latinoamericanos. quedaron satisfechos de que la posición de los Estados Unidos es la justa. No os dáis cuenta, agregó, de que hay fundamentales diferencias entre las naciones latinoamericanas. Ustedes aquí piensan de los latinoamericanos como una unidad, pero existen diferentes civilizaciones y aun diferencias raciales en la América Latina Confesó que se había convenido los latinoamericanos habían convenido! no tratar el asunto de la intervención. El Brasil oficial está contento de su conducta discreta; él se coloca al margen de la raza; cree haber dejado a todos contentos y espera, en recompensa, ser el tercer intermediario en los conflictos interamericanos; tal vez alguno de los padrinos que ya se sugestionan para autorizar futuras intervenciones. Todas las representaciones, en general, tratan de justificar su actitud ante sus respectivos países.
Así, en el primer encuentro desapareció la raza común. El trascendental destino de los pueblos de un mismo origen ya no existe. No hay dos civilizaciones en pugna. Sólo subsiste la civilización del poderoso. Si los débiles, los enanos, no atropellan, no es por repugnancia moral; es por impotencia. tal grado es bochornoso el gesto latinoamericano, que los Terrible y dolorosa desilusión! El campeón de la libertad, de la justicia y de la vida digna de veinte pueblos cayó sin honor. El combate singular no tuvo lugar. Bayardo faltó a la cita. En su lugar se exhibió un «muñeco de paja. dice con incontenible indignación Walter Loppmann, un norteamericano!
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