228 REPERTORIO AMERICANO La nacencia Del Tomo El miajón de los castuos (Rapsodias extremeñas) Madrid. 1921 que enseñaron cuando nuevo.
No tenía pacencia hacé memoria de los rezos. Quién podrá socorregla si me voy. Quién va po la comadre si me queo!
Aturdio del tó gorvi los ojos pa los ojos reondos del mochuelo; y aquellos ojos verdes, tan grandes, tan abiertos, qu otras veces a mi me dieron risa, ora me dan mieo. Qué mirarán tan fijos los ojos del mochuelo!
Bruñó los recios nubarrones pardos la lus del sol que agachó en un cerro, y las artas cogollas de los árboles un colo de naranjas se tiñeron bocanás el aire nos traía los ruíos allá lejos y el toque oración de las campanas de iglesia del pueblo.
Ibamos dambos juntos, en la burra, por el camino nuevo; mi muje, mu malita, suspirando y gimiendo.
Baudás de gorrïatos montesinos volaban, chirrïando, por el cielo, y volaban pal sol, qu en los canchales daba relumbres espejuelos.
Los grillos y las ranas cantaban a lo lejos, y cantaban también los colorines sobre las jaras y los brezos; y, roändo, roändo, de las sierras llegaba el dolondón de los cencerros. Qué tarde más bonita. Qu anochecer más güeno. Qué tarde más alegre!
si juéramos contentos. No cantaban las ranas, los grillos no cantaban a lo lejos, las bocanás del aire, aplacaron, asomaron la luna y el lucero, no llegaba, roando, de las sierras el dolondón de los cencerros. Daba tanta quietű mucha congoja. Daba yo no sé qué tanto silencio!
Marrimé más pa ella: abrasaba el aliento, le temblaban las manos, tiritaba su cuerpo.
y a la lus de la luna eran sus ojos más grandes y más negros.
Yo senti que los míos chorreaban lagrimones de fuego.
Uno cayó roando, y, prendío un pelo, en metá de su frente se queó reluciendo. Qué bonita y qué güena: quién pudiera sé méico. No pué ser más me ijo vaite, vaite con la burra pal pueblo, y güérvete de prisa con agüela, la comadre o el méicoY bajó de la burra poco a poco, arrellenó en el suelo, junto las manos y miró arriba, pa los bruñios nubarrones recios. Dirme, dejagla sola, dejagla yo a ella sola com un perro, en meta de la jesa, una legua del pueblo.
eso no! De la rama arriba un guapero, con sus ojos reondos me miraba un mochuelo; un mochuelo con sus ojos vedriaos como los ojos de los muertos. No tengo juerzas para dejagla sola; pero yo de qué sirvo si me queo!
Seño: tú que lo sabes lo mucho que la quiero.
Tú que sabes qu estamos bien casaos, Seño, tú qu eres güeno; tú que jaces que broten las simientes qu echamos en el suelo; tú que jaces que granen las espigas, cuando llega su tiempo; tú que jaces que paran las ovejas, sin comadres ni méicos.
cpor qué, Seño, se vá a mori mi Juana, con lo que yo la quiero, siendo yo tan honrao y siendo tú tan güeno. La burra, que roía los tomillos floridos del lindero, careaba las moscas con el rabo; y dejaba el careo, levantaba el jocico, me miraba y seguía royendo. Qué pensará la burra si es que tienen las burras pensamientos. Ay! qué noche tan larga de tanto sufrimiento: iqué cosas pasarian que decilas no pueo!
Jizo Dios un milagro; ino podía por menos!
II Toito lleno de tierra le levanté del suelo; le miré mu despacio, mu despacio, con una miaja de respeto.
Era un hijo, imi hijo. hijo de dambos, hijo nuestro.
Me juí junt a mi Juana, me jinqué de roillas en el suelo, jice po recordá las oraciones 11 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica