José Carlos Mariátegui

REPERTORIO AMERICANO 365 sencia de sorpresa, y luego ella se quedaba esperando con timidez mi gesto de asombro. Lo ves? me dice ansiosa, y yo lo veo y lo oigo, pues esta vez es un flamante sillón de mimbre de esos que crujen solos los seis primeros meses de uso.
Un vendedor ambulante los llevaba en un carro comienza a decir mi madre: y lo que viene en seguida se me presenta a la vista antes de que agregue otra palabra. Por lo menos ha pasado diez minutos regateando con el vendedor a la puerta. Pero seria cruel reconvenir a una mujer que se siente tan ufana. Queria quince chelines exclama. pero ¿sabes cuánto lo hice bajar. siete y seis peniques Ella palmotea de gusto. cuatro chelines! Tan cierto como que estoy viva dice.
Nunca he visto a una mujer tan apasionada por una ganga.
Miro la compra con la sorpresa que se espera de mi y la misma silla se agita y suspira al oir el precio a que ha salido (co acaso se está burlando de la compradora. el hombre me aseguró que a él le costaba cinco chelines anade mi madre muy ufana. Uno se la habria imaginado como la criatura más sin corazón si en esto un golpe en la pared no nos linmara junto a la cama de mi hermana. Por más que se hallara acostada, ella lo ha oido todo, y esto es lo que tiene que decir en una voz que causa gran irritación a mi madre. Usted hablando de gangas? Yo aseguraria que anda por los diez chelines lo que pagó por el sillón. Ni un centavo más de los cuatro chelines insiste mi madre. Así será dice mi hermana. Pero después de pagarle el dinero yo te oi en el cuarto de la plancha. Qué hacias alli?
Mi madre pestanea. No dire que no le regalara algún sobretodo de desecho, tartamudea. Su aspecto me dió lástima. Pero eso fue después de cerrar el trato. Habia alguna muchacha en el carro. No estoy segura de si había alguna muchachita en el carro. Lo sospechaba. qué le regalaste?
Te of andar por la despensa. Cuatro chelines es todo lo que pague por el sillón replica mi madre con firmeza.
Si no tercio en el debate puede que se enfrie su mutuo cariño, así no sea más que por un minuto. Tienes sangre en un dedo, digo a mi madre. Así es dice ella escondiendo la mano.
Sangre. exclama ansiosa mi hermana, y luego con un grito de triunfo. Si es gelatina! Le diste a la muchacha uno de los frascos de conserva!
Vuelvo a asumir mis aires de mozo de Glasgow y subo el té. Pronto mi hermana serante más aliviada y tras una ruda refria se me expulsa de la cocina. Lo último que me corresponde como factotum de ocasión es arramblar escalera arriba con el canasto de la ropa liinpia que acaba de llegar del lavado. Ahora ya tiene mi madre deliciosa ropa blanca que acariciar con sus dedos; siempre que el canasto volvia de la lavandera asomaba una sonrisa de arrobamiento a la faz de mi madre, y convertiala otra vez en el activo genio de la casa. Será mejor que la deje ahora con sus sábanas y cuellos y servilletas y delantales; lo más probable es ciertamente, que me mande salir. Los hijos son buena cosa, pero imaginese a uno de ellos que pone los pies en una colcha.
Mi hermana está allá y yo estoy aquí, o procuraré decirlo llanamente con un esfuerzo: ella está en la cocina y yo estoy en mi mesita de la sala. Ojalá ruego mentalmente, no se me perturbe, porque esta noche he de hacer que mi héroe diga. Amor mío, y esto pide a la vez aislamiento y concentración. En una palabra, tendré que admitir (aunque me gustaria no ser tan explicito)
que me he puesto a escribir una escena de amor. Lo he venido retardando demasiado; Alberto no ha hecho más que llamar querida mia a Marión (esos no son los nombres reales. pero aun cuando el público haya leido la expresión sin pestañear, puedo asegurar que yo la escribi con la nerviosidad de quien dispara por primera vez una escopeta. Mis consejeros me dicen que poco a poco llegaré a conseguir que Alberto diga «amor mio, sin ruborizarme, y aunque la estreche en sus brazos, pero yo comienzo a dudarlo al llegar el instante sigo tan timido como siempre. Sigo prefiriendo echar llave a la puerta, y entonces sin más testigo que el perro le «hago declararse violentamente con los dientes apretados.
mientras que el mastin se va a un rincón gimiendo. Uno de esos impasibles ingleses, me dicen, puede escribir una escena dle amor y en seguida irse muy fresco a comer, pero ese comportamiento es contrario a la naturaleza del escocés, y ni los más grandes novelistas se atreverian. Imaginese a Mr.
Stevenson frente a un héroe, la heroina y una inminente declaración (él no halla donde meterse. En las mismas circunstancias, sir Walter se escapa gracias al recurso de situar sus escenas de amor entre el final de un capítulo y el comienzo del siguiente; pero él podía permitirtirselo todo, mientras que los escritores menudos tienen que uncirse a su tarea, por más que el perro cese de gemir. Asi estoy yo uncido cuando veo entrar a mi madre con un aire de ansiedad. Supongo que estarás terriblemente preocupado, me dice.
Bueno la verdad es que estoy algo ocupado. pero ¿qué quieres de mi. Seria una lástima pedirtelo. Pidemelo de todas maneras. Tengo tanto miedo de que se manchen. Quieres que yo. iši subieras por un momento a ayudarme a doblar las sábanas!
Las sábanas quedan plegadas y yo vuelvo a Alberto. Le echo vuelta a la llave, y alfin voy consiguiendo que mi héroe se atreva muy pasablemente (empujado por mi) cuando viene a sorprenderme esta pregunta de mi hermana por el ojo de la cerradura. Donde dejaste el rayador?
Si dejo escapar a Alberto, tendré que comenzar de nuevo; por lo tanto, lo retengo con todas mis fuerzas y grito indignado a mi hermana que no he visto el rayador. entonces con qué rayaste las zanahorias. pregunta la voz, y el aldabón es sacudido tal como yo sacudo a Alberto. Con una taza rota, replico yo con sorprendente prontitud, y me vuelvo a escribir de nuevo, pero con menos contracción, porque una sospecha va haciéndose en mi de que puse el rayador en el cajón de la máquina de coser.
Estoy reflexionando sobre si deberé confesar o plantarme en mi negativa, cuando oigo a mi hermana que sube corriendo la escalera. Tengo el presentimiento de que ha ido a hablar de mi, y vilmente entreabro la puerta y me pongo a escuchar. Quiero que veas esto, madre. Un estropajo. En eso ha venido a parar. Valgame Dios! es una de las servilletas nuevas. Eso era antes. El la tomó para pulir la parrilla de la cocina!
Lo recuerdo. Pobre de mi! Eso es lo que ganamos con la porfia de que no me mueva de este cuarto. Oh, en mala hora los hombres se ponen a hacer oficios de mujeres. No hay manera de adivinar, madre. qué es lo que lo hace tan descuidado. Es esa mania de escribir. lo peor es que mañana saldrá hablan do como si hubiera hecho maravillas.
Asi es toda la bendita casta. Asi es, pero como de costumbre, tu le llevarás el amén, madre. Oh, ya vez que eso le agrada, dice mi madre, y nosotros podemos reirnos a nuestro gusto mientras él está en su encierro.
Es la criatura más torpe que he visto. Asi es, pero, pobrecito, hace lo que puede. a blero 1928 Los libros y folletos de la se asi. Mi se según el mana: querer de Nietzsche, que no amaba al antor contraido a la producción intencional, leliLa remesa de libros de esta semana, berada, de un libro, sino a aquel cuyos por muchos motivos la estimamos.
pensamientos formaban un libro espontánea e inadvertidamente. Muchos proyectos de Del Padre Pallais, en León de Nilibro visitan mi vigilia; pero sé por anticipado que sólo realizaré los que un imperioso caragua, hemos recibido: mandato vital me ordene. Mi pensamiento Pallais, Pbro. Bello tono menor.
y mi vida constituyen una sola cosa, un unico León, Nicaragua, proceso. si algún mérito espero y reclamo que me sea reconocido es el de también En breve daremos al Padre Pallais la oplconforme un principio de Nietzsche meter nión a que nos mueva este libro de poemas, toda mi sangre en mis ideas.
que, como todos los suyos, han de ser muy Pense incluir en este volumen un ensayo sobre la evolución politica e ideológica del José Carlos Mariátegui, en Lima, Perú. Mas, a medida que avanzo en él, nos remite su libro: siento la mecesidad de darle desarrollo y autonomía en un libro aparte. El número de Ensayos de interpretación de la realidad páginas de estos ensayos me parece ya peruana. Biblioteca AMAUTA. Lima. 1928. excesivo, tanto que no me consiente completar algunos trabajos como yo quisiera y Advertencia del autor: debiera. Por otra parte, está bien que apaReuno en este libro, organizados y anorezcan antes que mi nuevo estudio. De este modo, el público que me lea se habrá fatados en siete ensayos, los escritos que he miliarizado oportunamente con los materiales publicado en Mundial y Amauta sobre al y las ideas de mi especulación política e gunos aspectos sustantivos de la realidad ideológica.
peruana. Como La Escena Contemporánea, Volveré a estos temas cuantas veces me no es éste, pues, un libro orgánico. Mejor lo indique el curso de mi investigación y bellos. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica