Workers Movement

Tomo XVI REPERTORIO AMERICANO Núm. 18 San José, Costa Rica 1928 Sábado 12 de Mayo SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA SUMARIO Noticia de libros.
Alberto Gerchunoff Roberto Payro Juan Antonio Corretier Roberto Payro El casamiento de Laucha (1)
Página lirica.
La Doctrina Monroe y el Movimiento obrero (II. Masaryk o la cultura en acción. Pallais y Castaneda Aragón Augusto Barcia Andrés Avelino Vicente Lombardo Toledano Luis Araquistain La obra necesaria.
El secreto de la espera Tablero (1928. Glosas Eugenio Ors Roberto Payro un país como el nuestro, en que la propensión a lo retórico viene de lo ancestral, no se disciernen fácilmente los méritos de un espiritu como el de Roberto Payro. Payro no ofrece al público hispanoamericano la atracción del atavio verbal, que determina con su lujo afectado o con los prodigios pueriles de su acrobacia una admiración más difundida hacia Montalvo que hacia Sarmiento, a pesar de qué éste revela, en su obra escrita como en su acción, los rasgos del hombre de genio, y es, sin duda, uno de los escritores más extraordinarios de nuestro idioma en el siglo xix. Esa afición por lo teatral grandilocuo impide medir en su importancia decisiva las cualidades permanentes de los que van más allá del mareo de la palabra, nos dan en lo que hacen lo interno de las cosas y que convierten la creación literaria en el reflejo perdurable de caracteres prototipicos, que es, en realidad, el fin de la literatura imaginativa. Roberto Payro se ha substraido a ese histrionismo que da la boga o la originalidad momentánea. Ha preferido consagrarse, desde su iniciación, a la labor seria, que se acumula con lentitud y que define en el examen de sus distintos valores el volumen poderoso de una personalidad ¿Ha de creerse, por eso que el novelista del Casamiento de Laucha y el cuentista de Pago Chico es de esos trabajadores intelectuales que se encierran en la soledad y se someten a la realización de su plan sin mezclarse a los conflictos del mundo? Payro no ha disfrutado de esa tranquilidad plácida que rodea al escritor en las ciudades de vieja civilización y que le permite servir a su ideal artístico sin desviaciones perturbadoras. Ha tenido el destino de todos los que aquí cultivan el pensamiento y que no conocen la orgullosa indiferencia por los asuntos que no se vinculan con su deseo o con su voluntad. Basta decir que es uno de nuestros periodistas más admirables y más completos para comprender lo múltiple de su actividad, cuando comenzó a escribir, el periodismo de Buenos Aires carecía aun de la amplitud que hoy lo individualiza, Participaba todavia de su aspecto antiguo. El diario, sin los grandes adelantos técnicos que estimula la vasta popularidad, era, más que nada, una tribuna de discusión politica y de orientación doctrinaria, y los colaboradores o redactores eran, a su vez, politicos o diletantes de la política, a quienes atraía en las columnas del periódico el ruido de la polémica. Era una época en que el hombre argentino compendiaba en su actuación una multiplicidad enciclopédica. Payro se incorporó a la faena periodistica sin tomarla como un recurso eventual, o como un paso hacia el comité o la elección, sino como un oficio definitivo, al que se sentía llevado por la generosidad de sus sentimientos como por el brio de la vocación.
Pues fué siempre un buen ciudadano, a quien preocupaban las cuestiones públicas del pais, porque le preocupaban profundamente las cuestiones humanas.
Esa ley espiritual, ese fondo de idealismo que se advierte en sus libros, en su teatro, en sus numerosos trabajos de publicista, regía a los más altos directores de la existencia nacional.
Pertenecía a la generación cuya alma se sedimento con el eco de las luchas memorables que dieron origen a la definición de nuestra civilidad. No era una generación de escépticos y de pesimistas, que cruza los brazos ante el espectáculo del tumulto colectivo o se resguarda detrás de los muros de su torre para no disminuirse o para no alterar el ritmo de su vida pacífica. Payro, sin aspiraciones inferiores, sin los halagos compensadores que obtiene el que combate por un propóمعلمان Insigne novelista argentino cuya muerte reciente deploramos.
En Roberto Payró el hombre y el escritor son una sola y misma cosa. Su honradez a toda prueba y su temple de carón traspasan fielmente a su prosa. Existe una cómoda tendencia a desligar el hombre del escritor, olvidando que los caracteres de este están determinados y limitados por el de aquél, porque quien escribe es el hombre. Inútil buscar caracteres firmes en un escritor de alma blanducha, y honestidad en la pluma de un hombre que se vende. El respeto y la admiración profesados a Payro provienen precisamente de que el hombre y el escritor que hay en él no se han vendido nunca a idea, sentimiento o imposición alguna.
Horacio Quiroga Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica