342 REPERTORIO AMERICANO José Eguren: Sus mejores poesías Véanse las entregas y 11 del tomo en curso era el dolor que nunca llora. sin la virtud y la ironia qué sentiria?
En la serena madrugada, la vi volver apesarada, rumbo al poniente, muda, esquiva ila Pensativa!
Tomadas, y corregidas, del Boletin Bibliográfico de la Biblioteca de la Universidad Mayor de San Marcos. Lima. Entrega correspondiente a diciembre de 1924 De Sombra, libro inédito Noche III de un fluvión mortecino en la arena y el hielo pensé en la rubia aurora de juventud que amara, la niña, flor de cielo.
Por el lloroso sauce, lilial música de ella, modula el aura sola en el panteón de olvido: murió canora y bella; y están sus restos blancos como el marfil pulido!
La ronda de espadas Por las avenidas, de miedo cercadas, brilla en noche de azules obscuros, la ronda de espadas.
El cuarto cerrado Mis ojos han visto el cuarto cerrado; cual inmóviles labios su puerta. está silenciado. Su oblonga ventana como un ojo abierto, vidrioso me mira, como un ojo triste, con mirada que nunca retira, como un ojo muerto.
Por la grieta salen las emanaciones frias y morbosas; jay, las humedades como pesarosas fluyen a la acera: como si de lágrimas, el cuarto cerrado un pozo tuviera!
Los hechos fatales nos oculta en su frio reposo. Cuarto enmudecido. cuarto tenebroso!
con sus penas habrá atardecido cuántas juventudes!
oh, cuántas bellezas habrá despedido. cuántas agonías. cuántos ataúdes!
Su camino siguieron los años, los días; galantes engaños y placenterías.
en el cuarto fatal, aterido, todo ha terminado; hoy sus sombras el ánima oprimen; iy está como un crimen el cuarto cerrado!
Duermen los postigos, las viejas aldabas; y se escuchan borrosas de canes las músicas bravas.
Ya los extramuros y las arruinadas callejuelas, vibrante ha pasado la ronda de espadas. en los cafetines que el humo amortaja, al sentirla el tahur de la noche, cierra la baraja. Negra noche sin luceros, parda noche de los frios aguaceros!
en que llora la veleta, de pavores con la gama; y en la fría plazoleta, hay un monje que me llama: hay un monje que me llama aletargado a la bruna esquina junto; hay un monje amoratado cual difunto Allí está, con muda ira panteonera; y me mira con la pálida expresión de calavera.
Alli está cuán tenebroso!
con el hielo y el horror de su figura: me señala langoroso con inmóvil risa obscura; lenta, flava sombra vierte iraro monje de la muerte!
que a mis horas ha venido.
Muda está mi fantasia, y en la extraña noche fría, las profundas bocacalles se han dormido; solo estoy, en compania del letal aparecido.
La llamada sólo vibra, cadenciosa; de rumores contenidos está llena esta noche tenebrosa de la tumba y de la pena; esta noche como livido sudario, en que rie, de la muerte el solitario.
No despunta, retardada, peregrina la vidente luz de amores, y en el monte de negrura y de livores está muerta mi alborada.
Llora, llora la veleta con las lluvias, en concierto: y se dobla en la dormida plazoleta, el llamar del monje muerto!
Por las avenidas morunas, talladas, viene lenta, sonora, creciente la ronda de espadas.
El dolor de la noche Tras las celosías, esperan las damas, paladines que traigan de amores las puntas de llamas.
Bajo los balcones do están encantadas, se detiene con súbito ruido, la ronda de espadas.
La abadía Cuando tiembla la noche tardia en los arenales y los campos negros, se oyen voces dolientes, lejanas detrás de los cerros. Es el canto del bosque perdido, con la gama antigua de silvestres notas, o el gemir del turbión ignorado, por vegas y sombras!
o el distante clamor de las fieras que en las pampas brumas y en las lomas y campos eriales envian al hombre sus iras nocturnas. El coro que sube remoto a los cielos será de la muerte la roja palabra, o el clamor de ciudad brilladora que se hunde, se apaga. el rondó que triste las pendientes dormidas circunda: el grito del odio será de los montes, será de las tumbas!
Cuando se obscurecen las brumas erguidas, en los arenales y los campos negros. cómo suena el dolor de la noche detrás de los cerros!
Tristísima noche de nubes extrañas: jay, de acero las hojas lucientes se tornan guadañas. Tristísima noche de las encantadas!
La Pensativa En el fondo del convento, lloran, lloran los maitines, con profundo sentimiento.
Son los monjes paladines que olvidaron sus amores y las just y festines Palaciegos, trovadores fueron, todos han sentido el mayor de los dolores. en el templo del olvido, hondo rezan a porfia con un llanto contenido. alzan treno de agonia: un adiós de muertas glorias, por la noche, en la abadia.
Dan sus cálidas historias, con amargo juramento a las nieblas transitorias.
Dan su triunfo y su contento a los santos paladines: así lloran los maitines los difuntos del convento En los jardines otoñales, bajo palmeras virginales, miré pasar, muda y esquiva la Pensativa.
La vi en azul de la mañana, con su mirada tan lejana; que en el misterio se perdia, de la borrosa celestia.
La vi en rosados barandales donde lucia sus briales; y su faz bella vespertina era un pesar en la neblina.
Luego marchaba silenciosa a la penumbra candorosa; y un triste orgullo la encendia ¿qué pensaria. Oh, su semblante nacarado con la inocencia y el pecado!
joh, sus miradas peregrinas de las llanuras mortecinas!
Era beldad hechizadora; La muerta de marfil Contemple, en la mañana, la tumba de una niña; en el sauce lloroso gemia tramontana, desolando la amena, brilladora campiña.
Desde el túmulo frío, de verdes oquedades, volaba el pensamiento hacia la núbil aurea, bella de otras edades, ceñida de contento.
Al ver obscuras flores libélulas moradas, junto a la losa abierta, pensé en el jardin claro, en el jardin de amores, de la beldad despierta.
Como sombria nube, al ver la tumba rara, El andarin de la noche (Corregido)
El oscuro andarin de la noche, detiene el paso junto a la torre, y al centinela le anuncia roja, cercana guerra.
Le dice al viejo de la cabaña que hay batidores en la sabana. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional. Costa Rica