REPERTORIO AMERICANO 361 Elogio de López Merino Su alma era una dulce esperanza. En su mirada había una perplejidad de horizontes. Por sus versos regresaba una música lejana y sus recuerdos eran como melodias antiguas. Sentia el profundo pudor de ser poeta, porque pensaba que la poesía no és para ser gritada en los escenarios entre actitudes declamatorias, sino para ser gustada en los momentos intimos en que el alma busca en las palabras el eco de su propia existencia.
Un dia, frente al mar, escuchábamos en silencio el insistente roncar de las olas. El agua hervia al chocar contra las rocas. El sol lejano era un fruto de fuego arrancado al árbol de los astros. Los rayos solares, refractándose en las nubes, semejaban gigantescas hojas de espada. De pronto, el mar se tranquilizó, y el agua fue casi una luz liquida. Observé al poeta de Tono menor. Estaba triste y pálido, y en su mirada se presentía un naufragio de ilusiones. Una gaviota que andaba despidiéndose del dia, revoloteó sobre nosotros. lo lejos, en el pueblo, sobre los techos familiares, pequeñas columnas de humo, eran indicios de la paz doméstica. Comenzamos hablando de cosas triviales para terminar entregándonos reciprocamente el más intiino de los pensamientos, Eran idénticas nuestras inquietudes.
pues son de aquellas que no podemos explicar claramente a los otros, y que nos están preocupando en el preciso instante en que nos preguntan. En qué piensas? lo que contestamos invariablemente. en nada. Hablamos de todo; no para comprendernos, porque la amistad es la comprensión sin palabras. De pronto se hizo entre nosotros ese cálido silencio en que maduran las preguntas angustiosas. Sabe alguien acaso lo que es un poeta. Quién es el vanidoso que trata de explicar la poesia? Fuera más cuerdo advertir en el fondo del alma la riqueza que nadie aprovecha.
Mansas tristezas como lluvias pacificas en el atardecer, recuerdos que son ecos de las voces queridas, ilusión de caminos chos para la aurora, amistades antiguas e imágenes difusas que se van y que vuelven del olvido sombrio. El poeta, frente a la vida, se entretiene con todo eso como un niño que jugara su juego favofondo del mar. sonrió. Volvimos luego hacia la multitud sonámbula.
De La Prensa. Buenos Aires Muchos saludaron al poeta creyendo conocerlo. Mientras más amigos iba encontrando, más se acrecentaba en él su pudor de ser poeta. Era como un caballero del Graal que, guardador de una santa reliquia, disimulaba su oficio para impedir que los infieles le atacaran La tristeza le buscó el corazón; mas ésta no pudo ahuyentar esa alegria de domingo con que se daba a la amistad. Pero, a veces, un doloroso silencio le invadia; su mirada se hacia más profunda. Era que escuchaba su música interior, poblada de atemperadas melodias, aires de scherzo y andantes siempre en tono menor. Asi eran sus versos; hechos para ser dichos a la sordina. Su espiritu se ha disuelto en la eternidad como una lágrima en un rio. Era el suave pastor de sus versos; en la paz de sus Tardes puso en cada uno de ellos una dulzura, una tristeza o una ilusión. Cada uno de sus poemas llega hasta nosotros como un pequeño rebaño de recuerdos melodiosos guiados por la sombra de aquel espíritu que era sensible a la poesia como el aire a la luz.
Nadie sabe adonde fué tanta ilusión no realizada, tanta ternura causada de esperar, tanto afán de expresarse. Se habrá disuelto en alguna estrella, en el canto de un pájaro o en la piedad de un atardecer. estará esperando en el confin del tiempo la llegada de un alma amiga para hacer como se estila, el lírico peregrinaje por el paraiso? Se habrá encontrado allá lejos con la sombra ilustre de los grandes poetas y habrá comprendido como ellos el ritmo profundo que rige el curso de los astros y la vuelta de la primavera. Tuvo la emoción cósmica de ese viaje sin regreso que es la muerte, dulce remedio Francisco López Merino que los dioses ofrecen a aquellos que Por Saravi no pueden esperar, porque han nacido para irse muy pronto. Su vida fué una mansa claridad que duró un rito frente al mar que brama de futuras tem dia, lo suficiente para que madurase la pestades. Dejamos de hablar. Un repentino noche de su más allá, en donde han quetemor nos angustió y como si nos pregun dado temblando las pequeñas estrellitas de táramos mutuamente idéntica cosa, el con sus poemas.
testó. Es la muerte que mira desde el Pablo Rojas Paz fi URGIE Precisar haupa Rafael Maya en la Literatura continental sición de la nueva literatura colombiana De Cromos. Bogotá en el panorama intelectual de Indoamérica. La actitud insu centenario. Es esta una labor de fijación, lar, de arriscado apartamiento, en que nos tortuosa y dura. Pero urgente ya, si querehemos mantenido hasta hoy, debe ser reem mos comenzar a influir en la evolución de plazada por otra amplia de paralelismo y Hispanoamérica, y muy señaladamente, si de interpretación. Debemos definir el cua nos iniciamos en el alarde de una cultura dro intelectual que formamos en el esquema rotundamente autoctona.
del continente, y ver si, todavia, podemos Algún dia dije que el problema indoameexaltar la primacia espiritual con que barniza ricano es sólo un problema de conocimiento.
mos un dia nuestra áspera corteza de bárba si en los dictados políticos, y en los sig.
ros. No basta el triángulo tradicional. Isaacs, nos económicos, esa ignorancia continental Cuervo y Caro para asegurar perenne es de trascendencia angustiosa, en el estado mente el principado de la cultura. Hay que cultural asume formas de urgencia exaspeplantear la ecuación actual, y ver si la rante. Cerrado el ciclo que dominaron Flórez, generación reciente significa algo en la Silva, Sanin Cano y Valencia enumero en proyección continental. si ese algo supera orden cronológico el aporte colombiano a en poco o en mucho al aporte de la la literatura indoamericana vino a extinguirse generación novecentista, o al del grupo del en un manso horizonte de silencio. Años después, Armando Solano y José Eustasio Rivera, y más reciente Maya, de Greiff y Jorge Zalamea lograron inscribirse, en forma orgullosa, en la olimpiada espiritual del continente. Del período de transición sólo dos hombres prolongan en el itinerario americano la tradición colombiana: Porfirio Barba Jacob y Leopoldo de la Rosa. Barba Jacob en una actitud facetada de periodista, critico y poeta, hombre de letras y aventura, y hasta héroe intrigante de novelas alucinadas. De la Rosa, cantor altísimo, continuador, al través de los años, de la más pulcra y devota estirpe lirica. La obra de Rafael Maya, que asume proporciones de una lírica total, es el indice optimista para señalar el sitio de la actual generación colombiana en la cultura del continente.
Maya, poeta perennemente actual, es decir. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica