6 32 336 REPERTORIO AMERICANO Carta abierta a Porfirio Barba Jacob Del Diario de Centro América, Guatemala, octubre 1928 go. José Meruenda, el héroe de Las noches en el Palacio de la Nunciatura, en estos mismos dias me ha escrito, desde un país hispanoamericano, una carta que se parece mucho al artículo de Barba Jacob y José Meruenda no existe más que en mi imaginación. El que se identifica con él es un iluso.
Los hechos ridiculos o sublimes de sus contemporáneos son un usufructo legítimo de todo artista. No pertenecen ya al que los ejecuto: son patrimonio universal. Cuando un escritor probo quiere denigrar o ensalzar honradamente, a alguien, debe poner nombres propios. lo terrible es que toda obra literaria, cualquiera que sea su género, es autobiografia. Si yo cuento anécdotas de Rubén Dario no es Rubén Darío el que queda en mis páginas literarias: soy yo mismo en lo que tengo de noble o innoble; de generoso o de mezquino. por eso si esta mi carta pública fuera otra cosa que una queja al mal amigo que me traicionó en un mal momento, si quisiera contestar ahora con un libelo a otro libelo, me bastaria, en el ánimo de los inteligentes, con copiar paralelas mi obra y la suya. Esta seria mi defensa y su castigo. Arévalo Martinez Todos los conceptos aplicados en esta carta a El hombre que parecia un caballo, pueden hacerse extensivos a Las Noches en el Palacio de la Nunciatura en que también aparece el Señor de Aretal.
El traje hace al caballero y lo caracteriza La Sastrería La Colombiana Señor don Porfirio Barba Jacob.
Medellin, Colombia.
Señor Barba Jacob: Se muy bien que hasta mi noble y muy querido y admirado amigo, el gran critico de arte Rafael Cansinos Asens llamó a mi obra El hombre que parecia un caballo un libelo genial. No es tal cosa; pero quiero por un momento aceptar el común error. entonces clamo: mi pedrea de diamantes usted contesto, no digo ya con las claras peladillas del arroyo, sino con un balde de agua sucia.
Me ha lastimado y me ha herido el artículo que con el titulo de El hombre que parecia un caballo: Ricardo Arenales, publicó usted en un gran diario colombiano y en el que hace escarnio de mí; escarnio que tiene por escenario la América, desde que Repertorio Americano de Costa Rica, que es continental. lo ha reproducido.
En el caso de haber querido yo retratarlo. un profundo afecto para usted y una honda estimación para usted y para su obra literaria, es decir, dos fuerzas creadoras como lo son todas las del amor, habrían producido la obra que motiva sus insultos. esta admiración y a este afecto usted responderia con el vilipendio.
Tómese mi libro en toda su extensión por el exégeta más delicado y sensible y no se encontrará una linea que haya sido producida por el desprecio o por cualquier otra de las formas destructoras del odio. Si hay sombra en él es sólo aquella que hace resaltar la luz; si hay personalidad es sólo aquella que aclara la abstracción; si aparece el hombre es solamente en la parte que ayuda a comprender al artista Pero no hay libelo en mi obra, ni intento de retratarlo a usted. Yo afirmo enfáticamente que ningún hombre tiene derecho a creerse retratado en una obra de arte, y de que es una vanidad puerilla suya al afirmar que el señor Aretal y Ricardo Arenales son la misma persona. Lo que el artista ve, lo que el artista aprende del mundo sensible de los hombres o de las cosas, le sirve sólo como al velivolo la tierra: de punto de apoyo para remontar el vuelo. El artista toma de este un rasgo, del otro un gesto, del de más allá un movimiento o un ademán, para formar a su criatura literaria. Quién puede ser bastante osado y bastante necio para dar nombres propios a estos divinos hijos de la imaginación creadora, restringiendo la divina, la absoluta libertad en el arte? Quien procede así es mezquino. Oh, Dios mio, cese ya esta dolorosa, oprobiosa e intolerable encarnación en nombres propios de los incorpóreos seres a que da vida el soñador!
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