REPERTORIO AMERICANO 39 Pá gina lírica de Gabriela Mistral Entre el. Ródano y la Camarga (A Eduardo Colin)
debajo un olivo cargado de nudos de aceite que entra en su canción que por el lamida ni mueve su pecho ni mueve su cara.
Entre el Ródano vivo y la Camarga muerta.
1928 Confesión (A García Monge)
Pende en la comisura de tu boca, pende tu confesión, y yo la veo.
Casi cae a mis manos.
Di tu confesión, hombre de pecado, triste de pecado, sin paso alegre, sin voz de álamos, lejano de los que amas por la culpa que no se rasga como el fruto.
Tu madre es menos vieja que la que te oye, y tu niño es tan tierno que lo quemas como un helecho si se la dices.
Yo soy vieja como las piedras para oirte; profunda como un musgo fabuloso, para oirte; con el rostro sin asombro y sin cólera, cargado de piedad desde hace muchas vidas para oírte.
Aqui en un olivar de la Provenza saltó a mi ojo la anciana sentada, vieja de la tarde que lame su cara, vieja de la mano con que ha mondado frutos y frutos, vieja del olivar que es viejo de un año. yo le digo. Es bueno envejecer?
Tú no tienes pena tendida en la boca.
Caen tus brazos como cansados de un abrazo muy largo. el aceite te gana la canción, que ni mueve tu cara. Te llamaste María como las que son puras. Te llamaste Alejandra con las fuertes?
Sigues sentada cantando no sé si de costumbre o de dulzura. yo ignoro si nombras cantando lo que tuviste o lo que no alcanzaste. Es bueno envejecer bajo un olivo?
Cantas indiferente, cantas, sin aupadura de frenesi ni látigo de gozo; no sé si dices otro país o este país, el Ródano que baja de pie como un rey o el cuadro de tu sepultura en que recortas el césped tú misma con lo que haces tus palmas perfectas.
Ella seguia cantando Entre el Rodano vivo y la Camarga muerta.
Volvió la cara y me miró sin verme.
Canto palabras, digo palabras porque he olvidado lo que he vivido.
No sé dónde estuve, no sé lo que hice, no sé que vuelo de faisanes rojos se ha quedado en mis ojos parado, ni por qué estoy entre el Ródano con la Camarga.
Sigue mellando su cantinela como el diente del forzado su canción ni vence ni acaba.
Le ayudo y le nombro países; me siento y le cuento sucesos; junto y le entrego nombres de mujeres. Así no era, dice, su cuello. cuando todos han pasado, digole el nombre mio. Me Así me llamaban, así me llamaban! yo le hablé de ella, y con los olivos se va despertando; despierta la boca, el ceño y la rodilla; la voluntad el cuello endereza y se le llenan de pueblos los ojos.
Después que sabe se queda cantando lo mismo que antes, sin nombre en el canto, de pais, de mar ni de criatura. suelta una a una las cosas que yo le fui poniendo en el regazo: semblantes, cerros y rios.
Así cantará de nuevo treinta años hasta que olvide cuánto le he entregado Dame todos los años que tú quieras darme y han de ser menos de los que yo tengo, porque otros ya también, sobre otra arena me entregaron las cosas que no se oyen en vano, y la piedad envejece como el llanto y engruesa el corazón como el viento la luna.
Yo no sabía porqué vine a tu isla y me he sentado en tu clara peninsula, yo que no duermo nunca por diez noches bajo el mismo racimo de estrellas.
Di tu confesión para irme con ella dejarte puro.
No volverás a ver la cara que te ha oído; no volverás a oir la voz que te ha aplacado.
Yo me iré con tu culpa: cargada de ella, veteada de ella, casi vestida de ella.
Para que tú vuelvas a ser ligero, al bajar las pendientes y trepar las colinas. otra vez vuelvas a besar sin zozobra y juegues con tu hijo en esta pena de oro.
II Ahora tú echa yemas y vive días nuevos, y que te ayude el mar con yodos: No cantes más canciones trenzadas a tu culpa ni nombres nunca más los pueblos que conociste, ni sus criaturas.
Vuelve a ser el delfín y el buen petrel repechador de cielo o el barco en cada sol empavezado.
Pero siéntate un dia en otra pena, al sol, como me hallaste, cuando tu hijo tenga treinta años. oye al otro que llega cargado como de alga el borde de la boca.
Pregúntale también con la cabeza baja. después no preguntes, sino escucha tres días y tres noches. recibe su culpa, como ropas cargadas de sudor y de vergüenza, entre tus dos rodillas.
1928 mira y y grita. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica