REPERTORIO AMERICANO 157 Qué hora es. Lecturas para maestros: Nuevos hechos, nuevas ideas, sugestiones, ejemplos, incitaciones, perspectivas, noticias, revisiones.
OSMI Ictiologia costarricense III. Véanse las entregas 23 del tomo XVI y del tomo en curso.
Brachyrhaphis terrabensis. Regan)
Aumentada en 3 del tamaño natural De las 15 especies de mojarras colectadas en Costa Rica, doce pertenecen a la vertiente del Atlántico y seis a la del Pacifico, de manera que tres solamente son comunes a uno y otro lado del país. Hay, sin embargo, que tener en cuenta que la región Oriental ha sido mejor explorada que la Occidental desde el punto de vista ictiológico El lugar más alto en que hemos colectado mojarras es Turrialba, a 625 metros sobre el nivel del mar, y aunque se citan Tucurrique y Juan Viñas como localidades probables, es posible que se trate de las márgenes del Río Reventazón, y en tal caso las mojarras llegarian apenas a los 700 metros de altitud. En cambio, las sardinas suben a más de 900 metros sobre la Quebrada de las Cañas, al Este de Alajuela. Los barbudos ascienden a mayor altura de mil metros y las olominas y los Rivulus llegan a los 1500, sobre las lagunas de Ochomogo, que constituyen el lugar más alto de nuestra meseta central, donde las aguas se dividen para deslizarse por una u otra vertiente, siguiendo la cuenca del Reventazón hacia el Este, o los afluentes del rio Grande de Tárcoles, que corre en dirección opuesta para morir en el Golfo de Nicoya.
De las 14 especies de olominas costarriqueñas, conocidas, ocho viven al Este, y diez en la vertiente del Pacífico, de manera que sólo cuatro especies habitan a uno y otro lado del país. Todas ellas son vivíparas y pertenecen a la Familia Poecilidae, pero hay dos que son oviparos: los Rivulus que viven en las mayores alturas, y los Ojos Blancos moradores de las aguas salobres en la costa del Pacifico, sobre los ríos influerciados por la marea creciente.
Los peces restantes de Costa Rica pertenecen a familias marinas, en las cuales hay algunas especies que se han habituado a vivir en aguas fluviales, y otros, como el Robalo, propios del agua salada, pero que suben por el cauce de los ríos hasta algunos kilómetros de su desembocadura.
La fauna marina tropical es tan numerosa, tanto en el Atlántico como en el Pacífico, que su enumeración sería interminable; algunas espcies marinas entran en los rios en busca de alimentos o durante la época del celo, pero no deben considerarse como peces de agua dulce, ni podrian someterse a la observación biológica detenida en nuestros acuarios escolares. La familia Siluridae tiene representantes en todos nuestros rios, y algunas especies como los Bagres y Cuminates que nunca salen de las aguas salobres de los esteros y desembocadura de los rios, subiendo por ellos hasta donde llega la marea creciente nada más.
Muchos de los peces marinos son comunes a ambos mares, pero otros pertenecen exclusivamente a los golfos y bahías de una u otra región.
Con respecto a los peces pequeños de agua dulce que pueden subir por los arroyos hasta las altiplanicies donde se dividen las aguas durante la estación lluviosa, especialmente en setiembre y octubre, es natural que se hallen en ambas vertientes.
Hay además, la correlación de especies congenéricas, como se ha observado en otros grupos de animales y plantas, marcando la cordillera central dos faunas y floras bien determinadas.
Las olominas que viven en las aguas dulces, templadas, de la vertiente del Pacífico pertecen en su gran mayoría al género Brachyrhaphis, y se reconocen fácilmente por tener las escamas bordeadas de negro sobre fondo color de aceituna; para mayor atractivo de ese traje reticulado, tienen a trechos rayas negras verticales que forman un adorno de encaje precioso, semejante a la mantilla española.
La terrabensis (Regan) tiene 30 escamas en línea longitudinal de costado; 12 a 14 radios en la aleta dorsal, cuyo origen equidista entre la trompa y base de la cola; la aleta anal de la hembra tiene 96 10 radios y comienza en la línea vertical que baja del centro de la dorsal; ésta está manchada de puntos negros en la base de sus radios y tiene una segunda línea paralela de puntos más pequeños al centro. Sobre la linea media, a cada lado, presenta una franja longitudinal, interrumpida a trechos, de manchas negras, desde el opérculo hasta la base de la cola. Habita en la cuenca del río Grande de Terraba y es conocida desde hace más de veinte años.
Hay otra especie de este género en la vertiente del Paci Esparta, Orotina, Turrubares y Escobal, la rhabdopphora (Regan) procedente del río Grande de Térraba y faldas del volcán Tenorio, que se ha confundido quizá con la olomina (Meek. propia de las cercanías de Alajuela, a 900 metros de altura sobre el nivel del mar. Sin embargo, la rhabdophora que se halla en las aguas templadas y a menos de 400 metros de altitud, es de mayor tamaño tanto en las hembras como en los machos; su colorido es mucho más intenso, y presenta barras verticales, que no aparecen en la especie de la quebrada de las Cañas. Además, hay un tinte de carmin constante en la aleta anal de las hembras, y los machos tienen la cola terminada por un borde amarillo de oro. Esos detalles de colorido desaparecen en los ejemplares conservados en alcohol o formalina, y si ellos constituyen caracteres específicos, las tres formas de la vertiente Occidental de Costa Rica tendrán que perdurar; en caso contrario, la terrabensis (Regan) ocupará la prioridad científica que por derecho le corresponde y de la cual parecen tener origen las dos especies posteriores.
Al lado del Atlántico tenemos parismina (Meek) bien caracterizada por tener una mancha negra grande, de bordes claros en la base de la aleta caudal que le da el aspecto aparente de un Rivulus; su tamaño mayor alcanza 55 milímetros apenas, y procede, como su nombre lo indica, del rio Parismina. Se dio a conocer en 1912: su color es oliváceo, oscuro, con aleta dorsal doblemente punteada de negro, como en la forma del Pacífico; en la base de la aleta anal tiene una mancha negra, grande. Su cuerpo es alargado, ligeramente comprimido, con la parte superior de la cabeza plana; la boca es pequeña con la mandíbula inferior saliente y el labio superior protráctil.
El número de huevos, medio incubados, en el abdomen de una hembra era de trece, lo que parece indicar partos de una docena de olominitas por término medio.
Sucede con frecuencia que al recoger olominas vivas para el acuario, cuando llegamos a la casa aparecen en el tanque de transporte muchos ejemplares pequeñitos que han nacido de camino. Debe tenerse el cuidado de cubrir con tela de gasa de alambre los pequeños depósitos de agua donde se conservan pececitos para estudio, pues casi todos saltan y no es raro perder ejemplares interesantes que han costado mucho trabajo colectarlos. Es verdaderamente admirable la resistencia de estas pequeñas criaturas, que se tiran fuera del agua y caen de metro y medio de altura, sobre un pavimento cimentado, sin matarse: cualquier otro aninal, que no sea una pulga, que caiga de una altura igual a 30 veces el largo de su cuerpo pierde la vida con seguridad; sin embargo, los pececitos que hemos recogido del suelo en casos semejantes siguen viviendo muy tranquilos; es cierto que no repiter sus tentativas de evasión, pero tampoco le avisan a sus compañeros de lo infructuoso de tales empeños, como lo harían seguramente las hormigas.
Se recomienda, además, colocar plantas acuáticas en los acuarios pequeños, porque ellas facilitan el criadero de muchos animalillos de que se nutren los peces; son un abrigo contra la luz excesiva y contra el calor intenso; constituyen un refugio contra la persecución de sus enemigos y un asilo para la prole. Cuando encontramos el remanso de una quebrada con algas, lechugas o lirios de agua, podemos estar seguros de que nuestra red de pescar sacará de allí muchas olominas.
Poeciliopsis pittieri (Meek) Esta especie procede de las llanuras de Santa Clara: La Junta, Parismina, río Molino y Guápiles. La hembra alcanza centímetros de largo total; en una que apenas llegaba a centimetros, observamos 118 olominitas bien desarrolladas en el abdomen y cuatro huevos de color amarillo de ámbar. El color general es aceitunado, con las escamas ligeramente ribeteadas de negro, que forman rombos en los ejemplares conservados en formalina y aparecen como sombras verticales en los pececitos vivos del acuario.
Tiene los ojos negros, con una sombra oscura proyectada hacia abajo, cual si fueran artistas que ampliasen artificialmente sus órbitas para dar mayor atractivo a sus Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica