102 REPERTORIO AMERICANO Página lírica de Rafael Alberto Arrieta Del tomo Estio Serrano. Poesías Babel. Buenos Aires, 1926 aquella ola triunfal que floreció sus despojos, a la altura de tus ojos, en un almendro nupcial.
Veleidoso pensamiento nos domina, y nos acusa, en la mirada confusa, reciproco fingimiento.
Pues quisiéramos volar, a través de la mañana, de la pineda serrana a las orillas del mar.
Campana En la espadaña de la ermita que está de un alto cerro al pie, hay una sola campanita para servir a Dios y a usté.
Protege el hueco un magno roble y vibra asi con el metal, repique alegre o triste doble, algo del alma vegetal.
Su voz los vientos alborota, es un chubasco en el pinar, choca en las piedras y rebota, desciende al valle a canturrear.
Nómade, leve, presurosa, de árbol en árbol vuela y por el arroyuelo va, espumosa, o abeja azul, de flor en flor.
Como barrida a pantallazos, o muy cansada, entra, por fin, desconocida, hecha pedazos, al pabellón de mi jardín. Siempre perdido y mutilado ilega hasta mi su errante son. Siempre deshecho y ajustado al ritmo de mi corazón!
y tiene un aroma de luna y de paz.
La verbena blanca ¿dónde se hallará?
El viento y la abeja tal vez lo sabrán.
Iré a los palacios de la soledad, donde nadie humilla la hierba estival.
Mis precipitados latidos dirán al aire sereno mi amoroso afán. el aire aromado de luna y de paz, me abrirá las puertas de la soledad.
Nevada de estrellas, con traje nupcial, la verbena blanca me recibirá.
Tres canciones infantiles Para Nelita y Helda Trisca el cabritillo por el prado en flor. Oigo tu cuchillo, sacrificador. Corre, trepa, escapa, que llega y te atrapa!
Sueña la paloma sobre rama en flor. Tu escopeta asoma, pillo cazador. Parte, vuela, escapa, que llega y te atrapa!
Lluvia Ante una página en blanco ¿Qué palabras vendrán, con mansedumbre de palomas, a picotear en esta página, y quedarán, con las alas abiertas, para siempre enligadas. como alondras remontarán el vuelo, cual de un trigal maduro, e irán a desgranar en el alto silencio melodias arracimadas. Qué paisajes, todavía increados, emergerán como arrecifes de esta lisura nivosa de paramo. Qué llameantes corolas abrirán en su desierto blanco. qué lágrimas filtra el corazón y esperan caer como rocio sobre la flor sedienta. Qué votos pugnan por saltar del alma a las estrellas. Qué voz quiere nacer para cantar?
Mariposa, juegas cercando la flor. Tu malla despliegas, coleccionador. Vuela, sube, escapa.
que llega y te atrapa!
II Fina lluvia teje diáfanos tapices minuciosamente No altera colores, no mezcla ni esfuma las formas inmóviles.
No canta, no gime: silenciosamente trabaja en su urdimbre.
Sin mover las hojas, enfila en los bordes traslúcidas gotas.
Su aguja no rasga los humos que suenan sobre las cabañas. todo el paisajela sierra boscosa y el felpado vallecautiva en sus hilos con delicadeza de lago dormido.
En la noche ciega, un monstruo abre su ojo de colores. No es un ojo: es el fuego de los pastores. Protege, noche, esa llama!
No es pira de leñadores. Es hogar de fantasmas y sonadores. El viento en la noche hueca, agiganta los rumores. Viento de las serranias, pastor de imaginerias y de fulgores. cuéntame el cuento contado junto a la lumbre de los pastores!
El amigo errante El amigo errante llega de países remotos.
En su frente hay signos de lustros misteriosos.
Este hombre ha visto patriarcas vestidos de oro, princesas desnudas, niños que cabalgan panteras y osos.
Amó en varios idiomas, rezó a todos los idolos y desafió a la muerte de cien modos este hombre impávido que lleva los continentes en los ojos.
Mientras su voz anima tipos, paisajes y episodios, pienso en aquella niña que se casó con otro.
Veleidad En la pineda serrana que cruza nuestro camino, levanta un rumor marino la brisa de la mañana. El mar! Repentinamente nos visita el corazón una misma evocación que lo torna transparente.
Nuestro recuerdo idealiza aquel penasco barbado.
aquel gigante obstinado que embiste y se pulveriza.
La verbena blanca ¿dónde se hallará?
Por cerros y valles la quiero buscar Como si adivinase mi recuerdo recóndito, el amigo errante calla, palidece, mirame con ojos suplicantes. Nada tiene su frente ya de incógnito!
Dicen que es el alma de la soledad Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica