REPERTORIO AMERICANO 271 Tanta era la avaricia del gallego, que con medio LA EDAD DE ORO real de pan y otro tanto de queso tenía para almuerzo, comida y cena. Asi estaba escuálido como un espectro.
Lecturas para niños No tenía en Arequipa quien bien le quisiera. Ni sus huesos podían amarlo; porque después de tener(Suplemento al Repertorio Americano)
los de punta todo el santo día, los recostaba de noche sobre un duro jergón que tenía por alma algunos centenares de peluconas.
Una trampa Este viejo era de la misma masa de un avaro que murió en Potosí en 1636, el cual dispuso en su para cazar ratones testamento que su fortuna se emplease en hacer un Érase un viejecito macrobio, de un feo contra el excusado de plata maciza para uso del pueblo, y que el resto se enterrase en el corral de su casa pohipo, con dos dientes ermitaños en las encias, con más arrugas que fuelle de órgano, que vivió en niendo de guardianes a cuatro perros bravos. En ese Arequipa por los años de mil setecientos y pico. Su original testamento, del que habla Martinez Vela en nombre no ha pasado a la posteridad; pero los musu Crónica Potosina, mandaba también aquel bellaco chachos de la tierra del mocontuyo y del misquirique a su entierro, y lujosamente ataviados a costa cheo lo bautizaron con el de don Geripundio.
suya, concurriesen todos los jumentos de la poblaNuestro hombre era hijo de los montes de Galicia, ción. Así dispuso el miserable de tesoros que en y en una tienda de los portales de San Agustín se vida para nada le sirvieron.
le veía de seis a seis, tras el mostrador, vendiendo Una mañana don Geripundio no abrió la tienda.
bayeta de Castilla y paño de San Fernando. La forAquello era un acontecimiento, y el vecindario emtuna debió sonreírle mucho, porque fué de pública pezó a alarmarse.
voz y fama que era uno de los más ricos comerPor la tarde dieron aviso al corregidor don Ramón ciantes de la ciudad.
Vargas, caballero del hábito de Santiago, quien seDon Geripundio jamás ponía los pies fuera del guido de escribano y ministriles encaminóse a los umbral de su tienda, y con el último rayo de sol portales de San Agustin. Rompióse la puerta, y por echaba tranca y cerrojo, y no abría su puerta a alma primera vez penetraron profanos en la trastienda que servia de dormitorio al comerciante.
viviente. Bien podía el Misti vomitar betún y azufre, Allí lo hallaron rigido, difunto en toda regla. En seguro de que el vejete no asomaria el bulto.
Vestia gabardina color pulga, pantalón de pana torno de su cama se veían algunos mendrugos de a media pierna, medias azules y zapatones. Su boca pan duro y cortezas de queso rancio.
hundida, de la que casi todos los dientes emigraron Don Geripundio había muerto ahogado de la manera más ridícula.
por falta de ocupación; su nariz torcida como el pico de un ave de rapiña, y un par de ojillos relucientes Atraído por el olorcillo del queso, y aprovechando como los del gato, bastaban para que instintivamente el profundo sueño del avaro, un pícaro ratón se le entró por la boca y fué a atragantársele en el esofago.
repugnase su figura.
Las virtudes de don Geripundio eran negativas.
Convengamos en que hay peligro en cenar queso, Nunca dió más que los buenos días, y habría dejado porque se expone el prójimo a convertirse en trampa morir de hambre al gallo de la pasión por no obsepara cazar ratones.
RICARDO PALMA.
quiarle un grano de arroz. Su generosidad era larga como pelo de huevo. Decía que dar limosna era mantener holgazanes y busconas, y que sembrar beneficios era prepararse cosechas de ingratitudes. Quizá La araucaria de don Mauro no iba en esto descaminado.
Pero este hombre ¿tendría vicios? Nequaquam. Hay en el patio central de la vieja casa de don Jugar? Ni siquiera conocia el mus o la brisca. Mauro una araucaria sembrada. Todavía vivia el ¿Beber. Ya va! Con una botella de catalán en dueño de la casa cuando fué puesto alli el pequeño un litro de agua, tenía de sobra para el consumo de árbol exótico.
la semana.
Supongo que fué obsequio de un amigo, tal vez ¿Le gustarían las nietas de Adán. Quiá! Por lo mejor, de un discípulo suyo. Hemos visto ese arbomismo que por una mujer se perdió el mundo, las lillo cuando comenzó a crecer: lo hemos visto en su hacia la cruz como al enemigo malo. Para él las mu infancia, en su adolescencia; tal vez ya no en su jeres eran mercadería sin despacho en su aduana. juventud. Ese árbol extraño ha presidido, en cierta ¿Cumplía tal vez con los preceptos de la Iglesia? manera, la vida intima de la familia: a su alrededor ¡Quite usted allá! Adorador del becerro de oro, su han pasado, en la constante actividad del día, todos dios era el cincuenta por ciento. Ni siquiera iba a cuantos formaban la familia de don Mauro, por mumisa los domingos.
chos años. También la biblioteca de don Mauro Eso sí, como el desesperado cuenta siempre con miraba hacia el patio: abria sus grandes ventanas, un cordel para ahorcarse, así un amigo podía contar casi majestuosas, amigas del aire y de la luz. Por con él para un apuro; se entiende, dejándole en prenda esas ventanas, ese noble hombre ha lanzado una y una alhaja que valiera el cuádruplo y reconociéndole otra mirada hacia el árbol que va creciendo. Después un interés decente.
va a comenzar la tragedia de la vida. Primero se Cuentan de don Geripundio que una tarde llegó un irá un hijo. Otro día se irá don Mauro. Hay un premendigo a la puerta de su tienda y le dijo: cioso cuento japonés, recogido por Lafcadio Hearn. Hermano, una limosna, que Dios y la Virgen en que un hombre, de una alma profundamente Santísima se lo pagarán.
generosa, ofrece su espiritu para vivificar a un árbol. Hombre. contestó el avaro. no me parece a un cerezo japonés que va agotándose por falta de mal negocio. Traéme un pagaré con esas dos firmas, sustancia. El cerezo seguirá floreciendo cada año, en y nos entenderemos.
una belleza que corresponde a la excelencia del Peru. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica