José María ZeledónOmar DengoVíctor Raúl Haya de la Torre

REPERTORIO AMERICANO 309 silencio. fue la suya ironia fina, risueña de esa que deja un estremecimiento sobre el pecho de la duda o de la amargura. En sus postreros instantes, cuando a los cuarenta años de vida útil percibió el llamado del Más Allá, sin proferir una queja, ironizó duFante el segundo en que se acercaba el gran enigma, la batalla entre la sombra y la luz, que dijera Hugo. Pero me estoy arreglando la camisa! Vale la pena presentarse bien. Si tuviera corbata y estuviera torcida, también me la arreglaria. esto otro. No hay alguna noticia de importancia que llevar allá mañana? Talvez me lo crean al otro lado. esta reflexión de sabor evangélico. Fui a la gloria y me devolvieron porque llegué llorando. Desde el altar de la muerte, este varón insigne, dio una lección más, y dispuesto a externar severas convicciones, manifesto, con énfasis, que los jóvenes deben aunarse, fraternalmente, y vivir, fuertes de alma y de cuerpo, velando sin desmayo por los intereses espirituales del pais. Habló de lo que hay que hacer, dentro de nuestras posibilidades, en la Nación; de la valiosa riqueza que posee y que es sensato utilizar para el surgimiento de la cultura del porvenir.
Pero era llegada la partida, y ante el Cristo. Oh Cristo, tú que iluminaste al mundo con tu ciencia y tu poder, ilumina mi pensamiento para entrar en la eternidad. Así terminó Omar su vida, asi desapareció este santo incomprendido, este compatriota perilustre, que fué hacia la Gran Serenidad, en sosegada ascensión, entre el sollozo de la Patria.
Pero no sólo Costa Rica perdió un valor genial, sino también el continente indoespañol en donde escasean los sabios y los iluminados El Congreso Constitucional, el 20 de noviembre de 1928, se puso de pie durante un minuto dedicando su pensamiento al gran desaparecido. Ojalá los costarricenses, al conjuro de la admiración y del recuerdo, nos pongamos de pie, de cuando en cuando, para evocar al pensador Omar Dengo, quien supo magnificar a Costa Rica con el incendio de su inteligencia y la primavera de su corazón.
Carlos Jinesta San José, Costa Rica.
que nunca de la fuerza de sus convicciones y seguro, serenamente seguro, de la continuacion de su esfuerzo en medios más amplios y propicios.
Para quien sucumbió así, como Sócrates, vaciando en torno el manantial de su filosofia, bien merecida ha estado la gloriaenvidiable también que le tenía preparada el Destino: que la oración final sobre su tumba fuera dicha por labios proféticos, venidos desde lejos como en un impulso exclusivo cumplidor de esa misión sagrada; por los labios de Haya de la Torre, el tribuno más vehemente y más sincero y por lo tanto más grande de la actualidad americana.
Todo hace pensar que son venidos tiempos de lucha excepcional para estos pueblos del continente indo español. en los instantes precisos en que el nuestro pasa revista a sus valores civicos, Omar Dengo contesta entre los primeros. Presente cuando ya sus heridas no le permitían otro empeño y va a tenderse en el rincón de la muerte sobre su rifle y bajo su bandera.
Dejemos insepulto su recuerdo para que en el día de la victoria que siempre es dia lejano. vengamos a esa tumba recién abierta en Heredia a traer un gajo de laurel al invicto soldado de su pais, quien, al escuchar nuestro reclamo, responderá con la precisión de los atalayas vigilantes. Alerta está!
José María Zeledón.
19 de noviembre de 1928 después de haber luchado, después de haber vivido una vida gloriosa dejó su noble escuela, dejó su amado hogar, y como la mariposa al romper el capullo, voló hacia las regiones donde los inmortales con su luz estelar, con su bien y su amor, conducen nuestros pasos hacia un plano de vida más noble y superior.
Todos en el miramos la presencia del Genio.
Su voz y su palabra, su virtud y su ciencia, su filosofia en las almas dejaban como una inelodia.
Hoy lloramos su ausencia y pensamos que la Patria en los cielos ya tiene un arcángel que velacon la espada en la mano, con la luz de sus ojos y su voz inmortal por su Gloria y su Bien.
Él ha muerto con grandeza y honor; sin odios, sin rencores, pero con un grande amor por todas las cosas bellas que él en la vida supo amar tanto.
Enjuguemos el llanto y en el corazón guardemos su recuerdo, su nombre bien amado, que es para nosotros como una luminosa suprema lección. Salas Pérez 18 de Noviembre de 1928 ¡Alerta está!
Sobre la fumba recién abierta de Omar Dengo. ver fuimos a Heredia a enterrar a un soldado. un soldado de la cultura autóctona. un verdadero soldado del pais que murio agotado por la fatiga de incesantes jornadas sucesivas a que la modalidad de nuestro ambiente condena a los batalladores que jamás son relevados en sus puestos de la linea de fuego por las reservas que no existen. Por eso, por ser soidado ilustre el caido, formados en bóveda interminable las armas y los pabellones de todas las milicias intelectuales de Costa Rica, dieron la protección de su sombra al imponente desfile.
Envidiable en todo sentido la muerte de este hombre cargado de merecimientos por lo que fué su labor y por lo que fue su vida. Vida y obra homogéneas, jamás desmentida una por la otra, como deben ser todas las obras de una vida llamada a perdurar y dar frutos egregios y como deben ser todas las vidas consagradas a una obra de Bien y de Verdad.
Se alejó del mundo con la palabra virilmente alentadora en los labios para aquellos que le sobrevivirán en la pelea. Ni un desmayo, ni una claudicación, poseido más Omar Dengo Era el Maestro de singular grandeza: alas en los hombros, y en la frente, luz y belleza.
Era de los bravos y era de los grandes; parecia un cóndor que agitara sus alas por encima de los altos picachos de los Andes.
Era bolivariano y el Principe de nuestros oradores.
Su palabra fecunda tenía luz de antorcha resplandores de aurora.
Era para el corazón como un hermano.
El avivó en la Escuela Normal el fuego sagrado y lo que Wells llamó un dia la llama inmortal.
Era de los buenos y era de los nobles.
Amo la Justicia, el Bien, la Libertad.
Al Mal supo darle terribles mandobles.
Don Quijote viviente, con su adarga y su lanza combatió la Injusticia y encendió en muchas almas un fulgor de esperanza.
Amó y fue muy amado; por eso en su ausencia todos hemos llorado.
Sereno ante la muerte tuvo el estoicismo de Sócrates y con valor dijo adiós a sus seres amados, y sereno y triunfante, con belleza suprema, con valor y heroísmo Voz de profeta, espíritu elegido y superior, inteligencia singular, alma delicada, de raro privilegio; son las impresiones que vibran en nuestro sér, conmoviéndolo ante la irrevocable Parca, y esbozando le exquisita personalidad de don Omar Dengo.
Ha sido él, quien con su sutil influencia, noble e inteligente, modelo a tiempo, nuestra juventud. lo largo de la vida árida y dolorosa, su consejo, su frase de estilo profético, ha venido conservándose como cimiento de mármol.
Profesor: quizás resulte acre la palabra; maestro, si; maestro único en su método de cautivar el sentimiento y arrebatar el espíritu, maestro en el sentido de despertar inquietudes, encaminar tendencias benéficas, maestro para la joven alma que en su gestación va imprimiendo, con suavidad de seda, pero hondamente, la enseñanza del Maestro, en el bien, en la belleza, en el misterio, en el vivir en paz. Tal es la influencia superior que dejó don Omar en nuestras almas juveniles y anhelantes por conquistar las verdades y orientarse en ellas. Su espiritu apostólico, veía en cada circunstancia, en cada ocasión, el sentido y el objeto de su intima y única misión de maestro, en la cual fue único también.
Recuerdo, allá en las quietas aulas de nuestra Escuela Normal, una triste mañana, una leyenda en la pizarra acerca de la muerte violenta del padre de una compañera; el Maestro tomó la tiza, y añadió, con intención de mitigar aquel dolor; No podrá agregarse, a las palabras de condoiencia, que el dolor, que en hora triste llego, es sólo para bien y provecho de las almas. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica