168 REPERTORIO AMERICANO señor de Aretal, protagonista El hombre que en la hazaña desusada de vivir parecía un caballo Aquel pobre grande hombre tenía una desvergüenza heroica, algo bellaniente y a quien exalta y calumnia con genial arbitrariedad Exégesis de la novela de Rafael Arévalo Martínez como un masoquismo incurable, y nada le era más grato que atraer Rafael Arévalo Martínez en esta De El Espectador. Bogotá sobre su personalidad el desprecio obra, fue un poeta colombiano que y el estigma: iluminó su sensualidad con su ta Ay, Arenales! contaba al llelento, y que se consumió al fin gar, tumbándose, ciñéndose como como la hierba de los campos en un guiñapo sobre una poltronalos grandes incendios de estío. Llajay, Arenales: vengo medio muerto. mábase Ricardo Arenales. Era erHe tenido una polución involuntaguido, cenceño, agil, de una proria, que no me permitió cumplir digiosa elasticidad mental, de un con mi deber conyugal. esto sorprendente poder para la asimime perturbó: no pude hacer mis lación de las ideas. Pero lo diooraciones y crei que cometía un nisíaco mató en él lo apolíneo, y sacrilegio si iba a comulgar. Comcuando puso fin a sus dias de una padézcame. Yo soy un miserable.
manera violenta e imprevista, soMire, mis zapatos están rotos, y bre una página de El Imparcial de mi padre, que es avaro, no me Guatemala empresa que él mismo dará con qué reponerlos. Mi hijo había creado. no dejó en pos de tiene tres años, y aún no le han si otra cosa que un confuso resalido los dientes. Me es imposicuerdo y unos cuantos poemas doble escribir. Además, no puedo lorosos. Sus amigos le evocan dejar de venir a verlo a usted, y todavía como pudiesen evocar la como paso aqui la mayor parte del visión fugaz de un fantasma igneo.
dia, voy a perder el empleillo que Yo le conocí en el momento en tengo. Soy una piltrafa de homque su robusta naturaleza declibre.
naba. Producía la impresión desUn momento después, una súbita concertante de un hombre que reacción le encendía, le templaba muere de tristeza porque no le ha y le hacia creer en sí mismo con sido posible descubrir un nuevo tal vehemencia que afirmaba ser deleite, un rincón inexplorado de portador de un divino mensaje la sensibilidad. Los ocho pecados sus versos que era necesario pucapitales porque él encontró el blicar luego, inmediatamente, esa octavo parecíanle caminos abiermisma tarde, porque resultaba una tos, sin honduras ni encrucijadas, crueldad privar al humano linaje y su corazón iba y venía por ellos de ese raudal de belleza pura, con el cotidiano aburrimiento con emanación directa del Espíritu Suque el labriego transita por las premo, de la Absoluta Sabiduría, veredas de su campaña. El uniTOROVALAZAR del ser, porque diz que era el ser verso, según él, era un fracaso el que le había sugerido sus rimas.
ineluctable.
Ricardo Arenales Séame permitido asegurar sin sonrojos, sin mediastintas ni atePasado el trasporte, fluía la connuaciones, como quien está bien seguro de dalosa que efundía de él y que, con todo y versación hacia nobles y elevados temas, y expresar una verdad absoluta y definitiva, la perenne efusión, no padecía menoscabo entonces aquel hombre que no había leido que fui el amigo más intimo de Arenales, ni crisis, porque se renovaba en fuentes sino a Eugenio Süe y a Carolina Invernizio el confidente de sus pensamientos, el her inextinguibles. es que él no conocía el inada más, Arenales: yo soy un ignorante mano a quien no es posible ocultar ninguna cansancio, ni el tedio, ni la debilidad. Des enciclopédico! disertaba con inefable dicagitación interna, ningún dolor, ninguna de pués de una noche de orgía de alcohol, ción, que era una música, con profundidad sesperanza. Podría decir que soy su hijo, y pensamiento y humorismo, en que su pala y audacia, como quien señorea su propio como su reencarnación en la materia y su bra y su risa y aun su sonrisa conden tesoro, sobre los más abscónditos misterios renovación en el espíritu. Comí su pan: saban todas las percepciones de júbilo y de de la personalidad, sobre los orígenes del dormí en su lecho; sus palpitaciones cordia belleza y de locura inteligente de sus ca Ramayana o sobre los enigmas de la inverles fueron mis palpitaciones, su sangr maradas, solía leer páginas de abstrusa sión sexual. Arévalo Martínez era entonces cayó sobre mi, se me trasfundió y circula doctrina filosófica, escribir un capítulo de el exquisito intelectual y el férvido místico por mis venas. Me hallo, pues, en aptitud un libro, asistir a un baile, corregir el poema que se revela de vez en cuando en sus perfecta, cabal e incontrovertible, de ex de algún escritor incipiente, y disponerse obras, y no el tragediante de su miseria.
plicar el proceso de composición que siguió como un dandy para ir a pasar la nueva Surgia el dios oculto bajo el harapo.
Arévalo Martínez en su maravillosa novela, vigilia nocturna en una discreta residencia Después, cuando la fatiga del arduo disde rectificar algunos asertos descomedidos de anchos patios y oscuros pasadizos, donde curso le hacía acogerse a la ley del menor y mentirosos que le sirven como de arma cinco floridas niñas, todas semivirgenes, le esfuerzo, le chispeaban los pequeños ojos zón, y de reivindicar en parte al menos. esperaban ardiendo de amor.
tras el grueso cristal antepuesto para cola honradez de espíritu, la capacidad de rregir la miopía, se le asomaba la puntita amor fraternal y abnegado hacia sus amide la lengua rojiza, y empezaba el delicioso gos, la intransigente rebeldía frente a los Frente a este ejemplar humano de exalpárrafo de la murmuración, del que no salía tiranos y los farsantes, que fueron dones tadas potencias compareció de improviso indemne ninguno de los amigos. Qué sutil, característicos en el señor de los topacios, Rafael Arévalo Martinez, que no era como qué delicada ironia unas veces; que corroa despecho de la mentira en que incide y sivo, sarcasmo otras! El hermano Francisco él ha querido autorretratarse dentro de la reincide, por la simple necesidad literaria, novela, cediendo a su obsesión por la fisiogde Asís, que él creia ser a ratos, trasmutáel admirable novelista de Guatemala.
base ya en el hermano lobo, ya en la hernomonia, una pobre grulla lirica, sino más manita vibora. Lagarto, lagarto!
Cuando Arenales llegó a esa ciudad en bien una misera vulpeja con hambre. Esmicantada y encantadora, donde el aire rever rriado por quién sabe que insuficiencia El señor de Aretal, imprescriptiblemente beraba de tiranía, frisaba en los treinta remiso a la adulación, no quiso emitir su glandular, pálido como un susto, miope, nota lírica en el coro de alabanzas a la años. Era el momento de su plenitud. Aca con los indumentos verdosos y desaseados, estólida y chata y ruin persona de Estrada baba de obtener una victoria estupenda en y que, por añadidura, le ibau mal, como si Cabrera como no había querido emitirla tierras de México, y traía la escarcela re el muerto hubiese sido más grande; y, lo en Mexico en loor del monstruoso Huerta, pleta de áureas monedas, el músculo vibrante que es peor, con una experiencia de fracaso aún por el esfuerzo de la pugna y el cora continuo en el hogar, en la sociedad y en espécimen de la teratologia encumbrada al gobierno, y fracasó económicamente. Su oro zón abierto a las brisas del optimismo. Le la literatura, se le hubiera tomado por el oi repitir con frecuencia el verso noble y espectro de sí mismo, si el frio y el sudorse le iba por las rendíjas de su sensualidad.
De los vinos de legendaria procedencia sobrio que luego hubo de incorporar en la cillo de sus manos no produjeran en el acto pasó al humilde aguardiente chapin, del Canción de la vida profunda el más uni la impresión de algo corpóreo, material.
automóvil al carruajillo tirado por jamelgos versal de sus poemas, que hoy usufructúo Pero ¿realmente Arévalo Martinez era de fantásticos, y de las cenas que evocaban a yo a titulo de legitimo heredero: La vida tales trazas? Es que lo dudo necesito prelos personajes del renacimiento cayó en las es clara, undivaga y abierta como un mar. cisar mis ideas porque acaso estas crueles merendonas de casas de arrabal, en que se Pero el optimismo de Arenales no era una palabras no sean sino producto de la suteoría o un postulado, sino una fuerza rau gestión que él mismo imponía a sus amigos. Pasa a la página 151. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica