10 REPERTORIO AMERICANO Pá gi na lírica de Rosalía de Castro Del tomo En las orillas del Sar. Madrid. 1909 Margarita ¡Silencio, los lebreles de la jauria maldita!
No despertéis a la implacable fiera que duerme silenciosa en su guarida. No veis que de sus garras penden gloria y honor, reposo y dicha?
Prosiguieron aullando los lebres. ilos malos pensamientos homicidas! y despertaron la temible fiera. la pasión que en el alma se adormia! y jadiós. en un momento, jadiós gloria y honor, reposo y dicha!
II Duerme el anciano padre, mientras ella a la luz de la lámpara nocturna contempla el noble y varonil semblante que un pesado sueño abruma.
Bajo aquella triste frente que los pesares anublan, deben ir y venir torvas visiones, negras hijas de la duda.
Ella tiembla. vacila y se estremece. De miedo acaso, o de dolor y angustia?
Con expresión de lástima infinita, no sé qué rezos murmura.
Plegaria acaso santa, acaso impia, trémulo el labio a su pesar pronuncia, mientras dentro del alma la conciencia contra las pasiones lucha. Batalla ruda y terrible librada ante la victima, que muda duerme el sueño intranquilo de los tristes a quien ha vuelto el rostro la fortuna. Partid, y Dios os guie. pobres desheredados, para quienes no hay sitio en la hostigada patria; partid llenos de aliento en pos de otro horizonte, pero. volved más tarde al viejo hogar que os llama.
Jamás del extranjero el pobre cuerpo inerte, como en la propia tierra en la ajena descansa.
II Volved, que os aseguro que al pie de cada arroyo y cada fuente de linfa transparente, donde se reflejó vuestro semblante, y en cada viejo muro que os presto sombra cuando niños erais y jugabais inquietos, y que escuchó más tarde los secretos del que ya adolescente o mozo enamorado, en el soto, en el monte y en el prado, dondequiera que un dia os guió el pie ligero.
yo os lo digo y os juro que hay genios misteriosos que os llaman tan sentidos y amorosos y con tan hondo y dolorido acento, que hacen más triste el suspirar del viento cuando en las noches del invierno duro de vuestro hogar que entristeció el ausente, discurren por los ámbitos medrosos, y en las eras sollozan silenciosos, y van del monte al rio llenos de luto y siempre murmurando. Partieron. Hasta cuándo. Qué soledad. No volverán, Dios mío. el sigue en reposo, y ella, que abandona la estancia, entre las brumas de la noche se pierde, y torna al alba, ajado el velo. en su mirar la angustia.
Carne, tentación, demonio, joh. de cuál de vosotros es la culpa?
Silencio. El dia soñoliento asoma por las lejanas alturas, y el anciano despierto, ella, risueña, ambos su pena ocultan, y fingen entregarse indiferentes a las faenas de su vida obscura.
III La culpada callo, mas habló el crimen.
Murió el anciano, y ella, la insensata, siguió quemando incienso en su locura, de la torpeza ante las negras aras, hasta rodar en el profundo abismo fiel a su mal, de su dolor esclava. Ah! Cuando amaba el bien, como asi pudo hacer traición a su virtud sin mancha, malgastar las riquezas de su espíritu, vender su cuerpo, condenar su alma?
Es que en medio del vaso corrompido donde su sed ardiente se apagaba, de un amor inmortal, los leves átomos sin mancharse, en la atmósfera flotaban.
Tornó la golondrina al viejo nido y al ver los muros y el hogar desierto, preguntóle a la brisa. Es que se han muerto?
y ella en silencio respondió. Se han ido como el barco perdido que para siempre ha abandonado el puerto!
Las campanas Yo las amo, yo las oigo, cual oigo el rumor del viento, el murmurar de la fuente o el balido del cordero.
Como los pájaros, ellas, tan pronto asoma en los cielos el primer rayo del alba, le saludan con sus ecos. en sus notas, que van prolongándose por los llanos y los cerros, hay algo de candoroso.
de apacible y de halagueño.
Si por siempre enmudecieran, iqué tristeza en el aire y el cielo. Qué silencio en las iglesias. Qué extrañeza entre los muertos!
Otras canciones Todas las campanas con eco pausado doblaron a muerto: las de la basilica, las de las iglesias, las de los conventos; desde el alba hasta entrada la noche no cesó el funeral clamoreo. Qué pompa. Qué lujo. Qué fausto. Qué entierro!
Volved!
Bien sabe Dios que siempre me arrancan tristes lágrimas aquellos que nos dejan, pero aún más me lastiman y me llenan de luto los que a volver se niegan.
Pero no hubo ni adioses ni lágrimas, ni suspiros en torno del féretro. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional. Costa Rica