REPERTORIO AMERICANO 323 Qué hora es. Lecturas para maestros: Nuevos hechos, nuevas ideas, sugestiones, ejemplos, incitaciones, perspectivas, noticias, revisiones.
OX1 y lo ha perdido y queda derrotado. Clinias se aleja bastante y se pone a reír, de modo que por ello Ctesipo se hizo diez veces más fuerte. 1)
Algunos de esos jóvenes han tomado ya lecciones de los sofistas. Menón, por ejemplo. Lo que los tiene muy orgullosos, y descansan tranquila y soberbiamente en el lujo de su sabiduria. la tienen sin duda alguna, puesto que poseen recibo de ella. Sócrates se burla de ellos con una gravedad imperturbable. Conviene decir que el entusiasta Platón es el principe de los burlones.
Se halla, como quiere Pascal, a la vez en ambos extremos, y conversando llena todo el intermedio, ya a lo cómico, ya a lo lírico, y en un instante pasa del uno al otro, tan a su gusto en la tierra como en el cielo. Pero esa burla es fina, esas picaduras son ligeras, y esa sonrisa, divina e irónica, siempre es delicada y hechiLos jóvenes de Platón Trad. de gm. Concluye. Véase la entrega anterior. cera. Gorgias, dice, os ha acostumbrado a responder sin miedo y magnificamente cuando se os pregunta algo, cual conviene a gentes que saben; él mismo se espontánea a todos los griegos que quieren preguntarle, y ninguno se queda sin respuesta. Pero aquí, mi querido Menón, ha ocurrido lo contrario. Tenemos como una sequedad y esterilidad de sabiduría, y la sabiduria arriesga a abandonarnos para acogerse a vosotros. Menón no adivina la ironía, y, cuando Sócrates le pregunta lo que es la virtud, responde con una completa seguridad. Eso no es difícil de explicar, Sócrates. Quieres que te diga, por lo pronto, en qué consiste la virtud del hombre? Nada más sencillo: consiste en administrar los negocios de su patria, y administrándolos, hacer bien a sus amigos y mal a sus enemigos, procurando, por su parte, evitar todo sufrimiento. En los jóvenes que se hacen hombres, el carácter se manifiesta más fuertemente, las pasiones son más vivas, la voluntad más determinada. En la infancia nuestros sentimientos se extienden por doquiera, inciertos de la ruta que tomarán; más tarde, acumulados y conducidos hacia un mismo punto, forman una corriente única, y el hombre se lanza a través de la vida por un camino que conoce o ignora, pero que ya no abandona.
Ctesipo es violento y fogoso, especialmente para defender lo que ama. Platón ha hecho de él un combatiente y lo ha empleado contra los sofistas. Dos disputadores, Eutidemo y Dionisodoro, acaban de llegar a Atenas. Anuncian un curso de virtud; admiten discípulos por dinero; ni edad ni torpeza, ni negocios, impiden aprender en su escuela. En prueba de ello, obligan a las personas, mediante preguntas ambiguas, a dar respuestas contradictorias. Los curiosos atenienses acuden a reir y admirarse: entre ellos se halla Ctesipo, con su amiguito Clinias. Pero, cuando Eutidemo, mediante no sé qué capcioso razonamiento, ha inferido que los amigos de Clinias quieren perderlo, Ctesipo indignado se alza y exclama. Oh extranjero de Turio, si esto no fuera pasar por grosero, te diría: caiga sobre ti la mentira que a sabiendas cometes contra mí y contra los demás, imputándonos lo que aún decirlo es impio, desear la muerte de Clinias. Después los acosa y los abruma con amargas palabras. Nos injurias, Ctesipo, dice entonces Dionisodoro, tú nos injurias. Yo no, ipor Júpiter. Dionisodoro, pues te amo y te aconsejo como amigo, y trato de persuadirte de no decirme nunca tan groseramente, cara a cara, que quiero la muerte de los que más amos. Sócrates, que está muy tranquilo y con la más oculta malicia, corta la disputa. Pero Ctesipo, irritado, se encarniza contra los sofistas, desgarra las telas de araña de sus razonamientos, los persigue con preguntas irónicas. Miran a todos lados, hacen mil esfuerzos por escaparse. Se creería ver una caceria, tanto es el ardor que en ello pone. Los dos sofistas pretendian saberlo todo. En nombre de Júpiter, Dionisodoro, dadme una prueba que pueda hacerme reconocer que dices la verdad. Qué prueba. Sabes cuántos dientes tiene Eutidemo, y sabe éste cuántos tienes tú? Si dices cuántos, y, si después de contarlos, se ve que sabias ese número, os creeremos en todo lo demás. Pensando ellos que se burlaba, no querían responder, pero declaraban saber todas las cosas a medida que Ctesipo las iba nombrando. Ctesipo les interrogaba sin cesar, y sin omitir nada, acerca de todas las cosas y sobre las más vergonzas, preguntándoles si las sabían. Los sofistas, con el atrevimiento más grande del mundo, decían saberlas, yéndose de cabeza contra la pregunta, como jabalíes contra la pica. Concluye finalmente por adivinarles el método, les hace una pregunta de doble sentido y les obliga a contradecirse delante de sus discípulos y de todos los concurrentes. Luego con una gran carcajada: Oh Eutidemo, tu hermano ha vuelto el discurso por ambos lados Prosigue, y así extiende delante de Sócrates «un emjambre, de virtudes. Es tan novicio en el arte de razonar, que apenas comprende lo que se le pregunta Cuando al fin ve que es necesario dar una definición común a todas las virtudes, tropieza y cae de traspiés en traspiés, en todos los hoyos y en todos los pozos y, entre otras necedades, dice que la virtud es el talento de gobernar a los hombres. Parece como si Menon no hubiese sido gobernado nunca. su juicio, un amo que tuviera buenos brazos, un buen látigo, y que hiciera uso de él, seria el más virtuoso de los hombres; ignoro si los súbditos serían de la misma opinión.
Lo más gracioso es que se sorprende de ver por el suelo sus definiciones, y no se declara culpable, sino que declara a Sócrates. Habia oido decir, Sócrates, antes de conversar contigo, que tú no sabias más que dudar y sumir a los demás en la duda; y veo ahora que fascinas mi espiritu con tus hechizos, tus maleficios y tus encantamientos; de manera que estoy lleno de dudas. Y, si es permitido bromearse un poco, me parece que imitas perfectamente, por la figura y en todo, a ese corpulento torpedo marino que causa adormecimiento a todos los que se le aproximan y le tocan. Pienso que has producido el mismo efecto sobre mí, porque verdaderamente siento adormecido mi espíritu y mi cuerpo, y no sé que responderte. Sin embargo, he discurrido mil veces, por despacio, sobre la virtud delante de muchas personas y con acierto, a mi parecer. Menón se admira con tan buena fe y con tanta franqueza que hasta se nos hace simpático. Ese sólido contentamiento le da una serenidad perfecta y una gravedad de lenguaje muy loable. Habiendo disertado muchas veces en público, ha adquirido prestancia y dignidad de orador. Su vanidad nada tiene de frívola, de divertida, ni vaporosa. Camina a paso lento, y muy serio de cara, vestido noblemente en su amor propio. Gusta de palabras que tengan aire trágico, de las definiciones pomposas. Da su opinión con una voz imponente, como c) Véase el Diálogo Eutidemo o El Disputador. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica