Víctor Raúl Haya de la Torre

REPERTORIO AMERICANO 235 bre hombre andrajoso, pero cuyo semblante respiraba buen humor y felicidad. Al terminar me decía que fuese a reunirme con el para el año nuevo. La tarde que recibi esa carta me encontraba sentado cerca de la chimenea, hojeando melancólicamente un libro. Una niebla densa y sofocante pesaba sobre Londres y sobre mi alma como un sudario; porque nunca he podido vivir contento sin la alegria del sol. La perspectiva del viaje a España disipo mi tristeza y mirando el fuego me puse a evocar el tiempo feliz de mi niñez y el hermoso cielo de Lima.
Entre los recuerdos más gratos de mi vida guardo el de mi llegada a Sevilla. Me sentia ebrio de sol y de luz, embelesado por el ambiente tan original y seductor de esa ciudad hechicera. Después de almorzar y olvidando la fatiga del viaje, me eché a a recorrer las torcidas y estrechas calles ávido de verlo todo. Usted conoce Sevilla y nada puedo decirle que no sepa de sus admirables monumentos. Del maravilloso conjunto de belleza artistica que contemplaban mis ojos, lo que más me sedujo al pronto fueron los patios de las casas, visibles desde la calle a través de las cancelas. No me saciaba de admirarlos inundados de luz, con sus columnas y baldosas de mármol, sus azulejos, sus pilas y macetas. Nada más bello ha creado el hombre para hermosear su vivienda.
Por la noche fuimos a cenar con nuestro pariente. Nos recibió en un gran salón austero, alhajado con muebles antiguos. De las altas paredes colgaban retratos de familia y pinturas religiosas. El conde tenía toda la gravedud y nobleza de modales de los grandes señores españoles. Con su perilla y sus bigotes canos. habría podido pasar por un general de la época de Isabel ll. La primita llegó un rato después y al verla me quedé deslumbrado. Todas las ponderaciones de mi padre me parecieron pálidas ante la soberbia realidad. Maria Luisa era un portento de belleza. Coronaba su frente pura y tersa una espléndida cabellera castaña de reflejos cobrizos. Sus grandes ojos pardos y rasgados despedian una luz intensa entre las pestañas largas y curvas.
Los labios un poco sensuales de su linda boca descubrian al reir unos dientes menudes y de rara perfección, debajo de la nariz fina, palpitante y de un trazo magistral.
El óvalo impecable del rostro descansaba sobre un cuello largo de una delicadeza sin igual. Añada usted un cuerpo esbelto.
armonioso, y unas manos de infanta, como solia pintarlas Sánchez Coello, y podrá formarse una idea de la hermosura de esa mujer adorable.
Durante la cena estuve bajo el encanto de su graciosa picotería andaluza y del timbre musical de su voz que sonaba como una alegre canción. Notando mi silencio admirativo, se puso a darme bromas sobre lo que ella llamaba mi seriedad inglesa, acosándome preguntas para obligarme a hablar. Qué te ha parecido Sevilla. Has estado ya en la calle de las Sierpes. Te gustan las sevillanas. Crees como los franceses que todas llevamos una navaja en la liga? Mi padre y el conde sonreían divertidos y yo la miraba extasiado masculiando mis respuestas, hasta que algunas copas de un vino de Jerez delicioso me desataron un poco la lengua. los postres la Niña, como la llamaba el conde, me sirvió unos dulces envueltos en Cucuruchos de finísimo papel. Prueba esto me dijo. son yemas de las monjas de San Leandro y no las hacen mejores en el cielo.
Estaban realmente exquisitas y no les escatime los elogios. Yo creia que las monjas no servian para nada observó mi padre con su mania de despotricar contra las gentes de iglesia.
La observación inoportuna sono muy mal en el ambiente religioso de aquella casa que olla a convento y el conde no pudo ra mi y otra para él. Siguiendo la pintoresreprimir un gesto de disgusto.
ca costumbre andaluza y armado de una. Ya tiene usted la prueba de lo contra capa flamante, iba yo todas las noches a rio le replicó María Luisa maliciosa, y pa pelar la pava a la reja de mi novia. Alli ra desviar el rumbo que amenazaba tomar nos jurábamos amor eterno y hacíamos los la conversación, añadió dirigiéndose a mi: más risueños planes para el porvenir, em. Fernando, quiero mostrarte los retratos pezando por el itinerario de nuestro viaje de mis amigas, para ver si alguna de ellas de bodas, que cada vez se alargaba más.
te hace olvidar a tus rubias sosas de Lon Mi felicidad era completa.
dres.
Creo haberle dicho a usted que mi padre Tomamos el café en el salón, donde Ma era hombre de excelente corazón, pero de ria Luisa puso en mis manos una docena de carácter recio e intolerante. Desde que llefotografias, en tanto que nuestros padres gue a Sevilla le había visto siempre plahablaban aparte de negocios.
centero; pero un dia, a la hora de la comi Todas tus amigas son muy bonitas le da, noté que estaba de muy mal humor.
dije, pero ninguna tanto como tú.
Ceñudo y silencioso, como cuando tenía. Gracias por la galanteria una grave contrariedad, no levantaba los. Digo sinceramente lo que pienso. ojos del plato. Hice examen de conciencia Lo que piensas ahora tal vez. Mañana y no encontré nada que reprocharme. Conu otro dia, cuando las conozcas personal vencido de que yo no podia ser la causa mente, temo que cambies de opinión. de su enojo, procure distraerlo hablándole Ese «temo me sabe a gloria.
de la próxima llegada de unas alhajas que. No seas presumido me respondió de habia encargado a un joyero de Paris para liciosamente ruborizada.
mi prometida.
Tan pronto como salimos a la calle, me Supongo me dijo sarcásticamente que preguntó mi padre que me habia parecido no te habrás olvidado de pedir tambiér: caMaria Luisa, mostrándose muy contento de mándulas de lujo para el santurrón de tu los entusiastas elogios que de ella le hice. futuro suegro.
Entonces, con su acento paternal de las Por la noche María Luisa, muy prcocupagrandes ocasiones, me dijo que a él le que da, me dió la clave del enojo de mi padre.
daban pocos años de vida; que como su Había tenido con el conde una discusión mayor preocupación era dejarme sólo en el sobre cuestiones religiosas en que ambos se mundo, pensaba que debía casarme no obs acaloraron. Afortunadamente el asunto no tante mi mucha juventud y que a su juicio pasó a más.
María Luisa era la mujer ideal para mi. Le Las festividades de la semana santa se contesté que estaba dispuesto a seguir su iban acercando y Sevilla se preparaba para consejo, pero que abrigaba el temor de que celebrarlas con la solemnidad y pompa traella hubiese enajenado ya su corazón. Me dicionales. Los hoteles y casas de huéspeaseguró no ser así, habiéndose informado des estaban repletos de forasteros y turisal respecto tas procedentes de todos los paises del Me enamoré apasionadamente de María mundo. En la ciudad, de ordinario muy tranLuisa y tuve la buena fortuna de que ella quila, había gran animación. Sin podérmelo me correspondiese. Nuestra boda no tardó explicar este ajetreo me inquietaba; pero en concertarse con la condición, puesta por mis indefinibles temores se desvanecían al el conde, de que residiéramos en Sevilla calor de las ilusiones y del jubilo de María mientras él viviese, y mi padre compró dos Luisa, la que no cansaba de pintarme con de las mejores casas de la ciudad, una pa brillante colorido la majestad de las procePañuelo de Verónica Victor Raul Haya de la Torre, en cuyas manos viene germinando el alba.
Hombre que estás ahí yo estoy maduro de tu angustia en la mano la mejilla deshojada: hombre que estás ahi como en el hombre de Rodin, pesando tus arrugas en la mano piensa tu lágrima como las cuentas de un rosario sangra tu pantalon angustias proletarias arrancando las canas de tu dia en tu bolsillo un diario grita: hablando a los ladrones El asesinato cotidiano.
en cada viacruz del calendario tus ojos en dos llantos me duele el pan de tu hijo clavados en mi camino como bandera sin asta tu noche sin estrellas y sin regazo en cada arruga de tu cara tu dolor diluvio sin paloma un crucifijo abre las manos también me duele tu Juana tu silueta que lleva en sus entrañas el mañana devorada a medias por la tierra dame tu cólera diamante abofetea mi sortija mi camisa planchada que engastaré en el oro de mi manonoin dame tu cara (va lo sé mi egoismo es una araña: para un poema pañuelo de Verónica hila su red en mi pestaña altiva quiero amarrar mi alma va a decorar la mosca de mi alma)
purpurina bandera encabritada en las torres ariscas de tus brazos paseo mi yo barrigudo bajo este cielo de papel sin luto dar mi canto pan de miga negra la Ciudad meretriz enreda mis caminos al viento proletario con carcajadas de pianola cintas de miradas desde mi hov para todas las mañanas el azahar de la dicha en las ventanas escribiré tu rostro en los tejados con purpura de arteria estilográfica campanarios payasos amasaré mi dia me regalan el pecho del domingo con la Babel de tu palabra levantada en mermelada de campanas mi camino autos domesticados dromedarios llevará siempre tu angustia en el hocico eschiben idilios alquilables como una cesta de porvenires y mañanas Alberto Guillén Lima, 1928 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica