REPERTORIO AMERICANO 153 Un cuento tico De El Sol. Madrid Tico es sinónimo en la América Central de costarricense. El amor de la más quieta y culta de aquellas cinco Repúblicas istmicas a los afectuosos diminutivos yalió a sus hijos el apodo formado por la terminación de la palabra hermaniticos. En los paisajes de matices verdes, pero deliciosamente, impregnados de azul, he visto a los campesinos ticos conducir el arado bajo el paraguas, y en las casuchas de adobes, entre el chancho y el chompipe, el labrador más agreste tiene para su mujer, corrientemente sentada, finas cortesias caballerescas. No quiere ello decir que en este ambiente idilico hayan faltado clásicas estampas de heroismo, infalibles en descendencia española; pero la dulzura de las mesetas zafirinas ha engendrado una tónica de mesura, urbana gentileza y (es cosa cierta que a los pueblos los define su antinomia)
romanticismo de campanario.
El genio aquilino de Ricardo Fernández Guardia, que sigue dando una de las notas más patricias de toda la literatura hispana en el sutil examen del pasado, en el patriotismo exigente y en narraciones imaginativas, dechado de sano ingenio y de buen decir, en que se hermanan la gálica trasparencia y el donaire español, hállase en Costa Rica a la vez cohibido y estimulado. Nació tico, pero al cabo de su educación en Francia pudo graduarse de paisano de Voltaire y de Anatole France, como en España, con feliz regreso a lo ancestral, intimo con los manes de Quevedo, y en dilatada actuación diplomatica enriqueció y ponderó su espíritu con la aguda visión de hombres, cosas y culturas. Impecable por lo menos en dos idiomas, Fernández Guardia, en Madrid o en París, hubiera dispuesto de más vasta y mejor oreada plataforma para el deayudas a todo lo que no es y suspira por ser esta noble labor de elevación patriótica vive hoy cenobiticamente entregado Fernández Guardia, él, que nació para refinadísimo epicúreo. Oportuno era evocar en estas columnas el nombre y egregia personalidad de Fernández Guardia, hasta ahora tan sólo popular entre los selectos, con motivo de la segunda edición castellana de su libro, que mereció ser traducido al francés y al inglés, Cuentos ticos, recuerdo de la época en que gozaron de plena popularidad poetas y narradores regionalistas, aunque la entonación senoril y la atildada pluma del autor, no menos que ciertas reservas artísticas de buen tono, le hacen más bien merecedor del titulo de Valera de una nueva y peculiar Andalucia que del de un Pereda de los trópicos. en ese libro hay un cuento, Un alma, que es, a mi juicio, una de las más delicadas páginas. y de las más psicológicamente sagaces de la moderna literatura castellana.
He tenido la fortuna de que el exquisito causeur costarricense me contara en tibia noche perfumada, y en un parque en que figurábamos como últimos trasnochadores, historias sorprendentes de la vieja india idilica, cuyo casto amor tardio se narra en el aludido cuento. al ver reaparecer a la pretérita personita en Un alma, me he alegrado de poder conservar en un libro de mi biblioteca la miniatura de la india de Ujarraz, más grata a mi espiritu que todas las genialidades astronómicas, misticas y heroicas que algunos ilustres amigos mios mejicanos descubren en la raza caida, a cuya melancolía sólo le faltaba el sufrimiento de exaltación oficial con acompanamiento de deliquios románticos y teosóficos.
Ricardo Fernández Guardia su sarrollo de su labor creadora y provinciales con el recuerdo el incremento de su reputación; de Napoleón en Elba. Pero y ciertamente hay algo en si la relativa privación de estilo de vida y de trabajo en estímulos y emulaciones (no faltre la dulcedumbre y el semiocio tan altos nombres de cultura en de propensiones anecdóticas Costa Rica, pero todos más o que le rodean que relaciona menos desagregados, por su su carácter de altiva pasión en misma altura, del novicio amvuelta en gravedad y comedi biente de país tan reducido y miento, su vasto panorama in joven) es en si deprimente, cabe terior, en contraste con la becompensar aquella falta con la nigna limitación de los horizontes atención generosa a la oculta voz nativos, y su empleo (gran señor del suelo, que reclama el concomo es de las letras) en la curso de sus hijos esclarecidos elucidación de temas históricos para tantas y tan perentorias José Carner na La Revolución en Venezuela Necesidad de una doctrina revolucionaria. Sin una doctrina revolucionaria es imposillaman revolucionarios en la ble organizar ningún movimiento América Latina. En lugar de revolucionario. Esto es elemenestudiar las condiciones del metal. En el campo de la lucha dio en que se pretende actuarpor la emancipación de los opriestudio que debe abarcar la midos nadie se atreve a discusituación económica del país, la tirlo. Sin embargo, la necesidad composición y fuerza relativa de la doctrina revolucionaria, de las distintas clases sociales, como base esencial de un ver su estado político, etc. en ludadero movimiento de libera gar de esto, se emplea una fraración, es totalmente ignorada seologia política que tuvo su por la mayoría de los que se razón de ser en otros países o que representó algo concreto en nuestros países en épocas pasadas pero que en la actua lidad no corresponden a la realidad del momento en que vivimos. Otras veces se usan términos vagos como «Patria. Libertad. Orden» para justificar en su nombre medidas represivas contra los verdaderos revolucionarios. Y, en la mayoría de los casos, la base de la agitación y propaganda contra el régimen que se trata de combatir es la frase literaria vacia que no sirve más que para satisfacción personal de su autor, engañándose asimismo y confundiendo a los hombres sinceros que buscan tareas revolucionarias concretas. Venezeula, la vergüenza de América, es una de estas frases.
No voy a discutir su contenido en caso de que tuviese Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica